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domingo, 11 de febrero de 2024

LA VIRGEN DE LOURDES

El 11 de febrero de 1858, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave, Nuestra Madre, Santa María manifestó de manera directa y cercana su profundo amor hacia nosotros, apareciéndose ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.


Bernadette Soubirous.jpg

El 11 de febrero de 1858, y durante seis meses, Bernadette recibió las revelaciones de la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción en la pequeña gruta de Masse-Vieille (hoy llamada Massabielle). 
El lugar estaba conformado por una roca que cubría una gruta alargada, de unos ocho metros de ancho. Aquel jueves 11 de febrero se había terminado la leña en la casa y Bernadette se ofreció a ir a recoger, a la vera del torrente Gave, con su hermana Toinette y Juana Abadie, a quien llamaban Baloum.

Para ello, tenía que atravesar un pequeño río, pero como Bernardita sufría de asma, no podía meter los pies en agua fría, y las aguas de aquel riachuelo estaban muy heladas. Por eso ella se quedó a un lado del río, mientras las dos compañeras iban a buscar la leña.
 Las tres niñas descendieron hasta Masse-Vieille. Según su relato, Bernadette oyó un fuerte rumor de viento, pero al volverse vio que todo estaba tranquilo y que los árboles no se habían movido. Por segunda vez oyó el mismo rumor, entonces en el interior de la gruta vio a una «jovencita» .

Fue en ese momento, que Bernardita experimenta el encuentro con Nuestra Madre, experiencia que sellaría toda su vida, "sentí como un fuerte viento que me obligó a levantar la cabeza. Volví a mirar y vi que las ramas de espinas que rodeaban la gruta de la roca de Masabielle se estaban moviendo. En ese momento apareció en la gruta una bellísima Señora, tan hermosa, que cuando se le ha visto una vez, uno querría morirse con tal de lograr volverla a ver".
Así lo cuenta Bernardete:

En la abertura de una roca, llamada cueva de Masse-Vieille, vi a una joven. Creyendo engañarme, me restregué los ojos; pero alzándolos, vi de nuevo a la joven, que me sonreía y me hacía señas de que me acercase. La mujer vestía túnica blanca con un velo que le cubría la cabeza y llegaba hasta los pies, sobre cada uno de los cuales tenía una rosa amarilla, del mismo color que las cuentas de su rosario. El ceñidor de la túnica era azul. (...) Tuve miedo. Después vi que la joven seguía sonriendo. Eché mano al bolsillo para coger el rosario que siempre llevo conmigo y se me cayó al suelo. Me temblaba la mano. Me arrodillé. Vi que la joven se santiguaba... Hice la señal de la cruz y recé con la joven... Mientras yo rezaba, ella iba pasando las cuentas del rosario (...) Terminado el rosario, me sonrió otra vez. (...) Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez.





La «joven», a quien Bernadette comenzó llamando «Aquélla» (más precisamente, «Aquerò», que en la normativa estándar actual se expresa como Aquera) y después «Señora» («uo petito damizelo», que en la normativa actual se expresa como ua petita damisela), se le presentaría dieciocho veces. En la tercera aparición, el 18 de febrero, Bernadette le preguntó su nombre. La Señora no se lo dijo de momento y le propuso una cita diaria durante quince días. Del 19 al 24 de febrero tuvieron lugar las apariciones cuarta a octava. La Señora y Bernadette se hablaron en confidencia, mientras las autoridades acusaban a la pequeña joven de perturbar el orden público y la amenazaban con enviarla a la cárcel.



Ella venía toda vestida de blanco, con un cinturón azul, un rosario entre sus dedos y una rosa dorada en cada pie. Me saludó inclinando la cabeza. Yo, creyendo que estaba soñando, me restregué los ojos; pero levantando la vista vi de nuevo a la hermosa Señora que me sonreía y me hacía señas de que me acercara. Pero yo no me atrevía. No es que tuviera miedo, porque cuando uno tiene miedo huye, y yo me hubiera quedado allí mirándola toda la vida. Entonces se me ocurrió rezar y saqué el rosario. Me arrodillé. Vi que la Señora se santiguaba al mismo tiempo que yo lo hacía. Mientras iba pasando las cuentas de la camándula Ella escuchaba las Avemarías sin decir nada, pero pasando también por sus manos las cuentas del rosario. Y cuando yo decía el Gloria al Padre, Ella lo decía también, inclinando un poco la cabeza. Terminando el rosario, me sonrió otra vez y retrocediendo hacia las sombras de la gruta, desapareció".


A los pocos día, la Virgen vuelve a aparecer ante Bernardita en la misma gruta. Sin embargo, al enterarse su madre se disgustó mucho creyendo que su hija estaba inventando cuentos -aunque la verdad es que Bernardita no decía mentiras-, al mismo tiempo algunos pensaban que se trataba de un alma del purgatorio, y a Bernardita le fue prohibido volver a la roca y a la gruta de Masabielle.






A pesar de la prohibición, muchos amigos de Bernardita le pedía que vuelva a la gruta; ante ello, su mamá le dijo que consultara con su padre. El señor Soubiruos, después de pensar y dudar, le permitió volver el 18 de febrero.

Bernadette Soubirous en 1861 photo Bernadou 1.jpg


Esta vez, Bernardita fue acompañada por varias personas, que con rosarios y agua bendita esperaban aclarar y confirmar lo narrado. Al llegar todos los presentes comenzaron a rezar el rosario; es en ese momento que Nuestra Madre se aparece por tercera vez. Bernardita narra así esta aparición: "Cuando estábamos rezando el tercer misterio, la misma Señora vestida de blanco se hizo presente como la vez anterior. Yo exclamé: 'Ahí está'. Pero los demás no la veían. Entonces una vecina me acercó el agua bendita y yo lancé unas gotas de dicha agua hacia la visión. La Señora se sonrió e hizo la señal de la cruz. Yo le dije: 'Si vienes de parte de Dios, acércate'. Ella dio un paso hacia delante".

Luego, la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó "Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".

Luego de este intenso momento que cubrió a todos los presentes, la noticia de las apariciones se corrió por toda el pueblo, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, aunque otros se burlaban.

Santa Bernardita - Santuario de Lourdes - Santos Lugares.jpg


En sucesivas apariciones, el mensaje fue tomando cuerpo:

 Invitación a la penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero). 
Invitación a vivir una pobreza más evangélica.
 Solicitud de que se hicieran procesiones a la gruta y le fuera erigida allí una capilla (2 de marzo). 

Las opiniones de los vecinos de Lourdes estaban divididas. Aquellos vecinos que creían que Bernadette decía la verdad, asumían que la mujer que se le aparecía era la Virgen María. Sin embargo, Bernadette nunca sostuvo en ese tiempo «haber visto a la Virgen» y continuó usando el término «Aquerò». 



 La aparición del 24 de febrero se focalizó en la necesidad de la plegaria y la penitencia. Según Bernadette, «Aquerò» dijo: «Penitenço... Penitenço... Penitenço» (en la normativa actual, «Penitença... Penitença... Penitença», es decir, «penitencia»).

El 25 de febrero, según testificó Bernadette, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí. Ella interpretó que debía ir a tomar agua del cercano río Gave y hacia allá se dirigió. Pero la Señora le enseñó con el dedo que escarbara en el suelo. Al excavar en el fango e intentar beber, Bernadette ensució su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por parte de muchas de las 350 personas presentes, ya que el manantial no se manifestó de inmediato.
 Sin embargo, poco después surgió una fuente de agua1 que, hasta el día de hoy, es meta de peregrinaciones por parte de muchos católicos y que ha sido testigo de numerosos milagros.

 El manantial que brotó aquel 25 de febrero de 1858 produce cien mil litros de agua por día, de forma continua desde aquella fecha hasta nuestros días. 



El 26 se produce el primer milagro. El pobre obrero Bourriete, que tenía el ojo izquierdo mutilado, ora y se frota el ojo con el agua de la fuente. Luego empezó a gritar de alegría y fue recuperando la vista. 

El 27 la Virgen permanece en silencio, Bernardita bebe del agua del manantial y hace los gestos recurrentes de penitencia.
 El 28 Bernardita va a la gruta, pero luego es llevada a casa el juez y amenazada de ir a cárcel. En la noche, Catalina Latapie moja su brazo dislocado y el brazo y la mano recuperan su agilidad, produciéndose un segundo milagro. El martes 2 de marzo, Bernardita va de nuevo donde el párroco a recordarle el pedido de la Virgen.



El martes 2 de marzo, «Aquerò» pidió dos cosas a Bernadette: que se hicieran procesiones a la gruta y se construyera allí mismo una capilla en su honor. Acompañada por dos de sus tías, Bernadette acudió al párroco, padre Dominique Peyramale, con el pedido. Peyramale era un hombre inteligente que no creía en visiones y milagros. Edificar una capilla... «Pero, ¿en honor de quién?» preguntaron los prelados a quienes Bernadette refirió el coloquio.

 El 3 de marzo la pequeña le pregunta de nuevo su nombre y la Virgen sonríe. Ese día, una madre en su desesperación lleva en brazos a su hijo que estaba medio muerto. Lo metió 15 minutos en el agua fría y al llegar a casa notó mejoría en la respiración del niño. Al día siguiente, el niño estaba lleno de vida y completamente sano. Los médicos certificaron el milagro y lo llamaron de primer orden.

Al día siguiente, el niño estaba lleno de vida y completamente sano. Los médicos certificaron el milagro y lo llamaron de primer orden. El 4 de marzo, al finalizar los quince días, la visión permanece silenciosa


La «Señora» le revelaría su identidad en su decimosexta aparición, el 25 de marzo, en términos que Bernadette no comprendió plenamente en un principio: «Yo soy la Inmaculada Concepción»

 (literalmente, «Qué soï era immaculado councepcioũ», que según la normativa estándar actual se expresa Que soi era immaculada concepción).​

 La revelación sucedió después de más de una hora, durante la cual tuvo lugar el segundo de los llamados «milagros del cirio». Bernadette sostenía un cirio encendido; durante la visión el cirio se consumió y la llama habría entrado en contacto directo con su piel por más de quince minutos, sin que produjera en ella ningún signo de dolor o daño tisular. 
Fueron testigos de ello numerosas personas, entre ellas el médico de la ciudad, Dr. Pierre Romaine Dozous, quien tomó el tiempo y posteriormente lo documentó. Bernadette Soubirous en la gruta de Lourdes en 1863. Bernadette refirió la revelación de la identidad de «Aquerò» al clero, ante todo al Padre Peyramale —párroco de Lourdes—, también al abate Pène, al abate Serres, al abate Pomian... 

 Se sucedieron interrogatorios permanentes e incisivos de parte de diferentes autoridades civiles francesas y autoridades eclesiásticas de la Iglesia católica. 
 En efecto, Bernadette poseía poca instrucción, como la mayoría de su pueblo y las dudas acerca de su capacidad para haber leído o inventado semejantes palabras valieron la atención del sacerdote del lugar.


Tres años antes, el 8 de diciembre de 1854, la Iglesia católica en la figura del papa Pío IX había explicitado el dogma de la «Inmaculada Concepción» que sostiene la creencia de que la Virgen María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia del Señor Dios y en atención a los méritos de Cristo-Jesús. 




El 7 de abril, Bernardita en la gruta y en éxtasis pone su mano sobre la llama de la vela encendida que había llevado y no se quema. Después de la aparición, su mano estaba ilesa y fue comprobado por un médico que presenció el hecho. 

 El 16 de julio se produjo la última aparición. Bernardita sintió la misteriosa llamada y al llegar a la gruta se dio cuenta que estaba vallada y no se podía pasar. Se dirige entonces al otro lado, enfrente de la gruta, y vio a la Madre de Dios. ”Me pareció que estaba delante de la gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía más que a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!”, dijo Santa Bernardita




Algunos consideran que la aparición de Nuestra Señora de Lourdes es un agradecimiento del cielo por el dogma de la Inmaculada Concepción y es exaltación a las virtudes de pobreza y humildad como la que tenía la pequeña Bernardita. 
 Asimismo afirman que es un llamado a aceptar la cruz para ser felices en la otra vida, la importancia de la oración, del Santo Rosario y la penitencia con una misericordia infinita por los pecadores y los enfermos.
 El agua de la gruta ha sido analizada por químicos, quienes señalaron que es un agua virgen, pura, natural, sin propiedad térmica y en la que ninguna bacteria sobrevive. Para los cristianos esto es símbolo de la Inmaculada Concepción.

El agua del manantial 

El manantial de agua encontrado por Bernadette por indicación de la Virgen resultó ser fuente de numerosos hechos extraordinarios. El agua fue analizada por laboratorios independientes, que no encontraron ningún elemento extraño: es agua potable similar a cualquier agua de los Pirineos: si bien posee un alto contenido en sales minerales, no contiene nada fuera de lo ordinario que justifique los milagros que se le atribuyen: la curación de enfermos crónicos, o incluso terminales... De hecho, en Lourdes se puede consultar el archivo de las curaciones.6​ Los estudios son llevados a cabo minuciosamente por «Le Bureau des Constatations Médicales» y «Le Comité Médical International de Lourdes».7

«La Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido» 



 Retrato de Bertrand-Sévère Laurence, obispo de Tarbes, realizado en 1860. El último interrogatorio ante la comisión eclesiástica presidida por Bertrand-Sévère Laurence, obispo de Tarbes, tuvo lugar el 1 de diciembre de 1860.

 El anciano obispo terminó emocionado, al repetir Bernadette el gesto y las palabras que la Virgen hiciera el 25 de marzo de 1858: «Yo soy la Inmaculada Concepción». 

El 18 de enero de 1862, el anciano obispo de Tarbes publicó la carta pastoral con la cual declaró que «la Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido verdaderamente a Bernadette».



Bernadette Soubirous en la gruta de Lourdes en 1863.

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