SABADO
“ Ve, y predica ”
según san Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel.
Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis».
Señor Jesús, porque mi fe es débil, ante los problemas cotidianos de la vida, frecuentemente me siento como oveja sin pastor. Ilumina este rato de oración para que sepa ser fiel a las innumerables gracias que Tú me ofreces generosamente. Haz Jesús, que Tú seas todo para mí y que viva con la inquietud y el ansia de proclamar tu Buena Nueva a todas las personas.
VIERNES
La Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María (solemnidad) · Blanco (o azul en España y sus antiguos dominios). Misa propia. Prefacio propio. Lecturas propias. Gloria y Credo. Bendición solemne optativa. · Se permiten misas exequiales.
“ Para Dios nada hay imposible ”
san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Cuando pensamos en el "Sí" de María a la propuesta de Dios, lo podemos imaginar en un ambiente casi de novela "romántica", y olvidar que con ese "Sí", toda su vida quedó comprometida.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
Ella apenas podía entender lo que le había sido explicado... y sin embargo, dice que "Sí". Además, la fe de María será puesta a prueba cada día.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Ella quedará encinta. No sabe bien cómo, pero lo cierto es que su corazón está inundado por una luz especial. Aunque su querido José dude, ella vive inmersa en el misterio sin pedir pruebas, vive unida al misterio más radical que existe: Dios.
Él sabrá encontrar las soluciones a todos los problemas, pero hacía falta fe, hacía falta abandono total a su voluntad.
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios.
María se dejó guiar por la fe. Ésta la llevó a creer a pesar que parecía imposible lo anunciado. El Misterio se encarnó en ella de la manera más radical que se podía imaginar.
Ella dijo "Sí" y engendró físicamente al Hijo de Dios, al que ya había concebido desde la fe.
También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
No olvidemos que un día ese Dios creció en el seno de María, y también puede crecer hoy en nuestros corazones, si por la fe creemos, y si en la espera sabemos dar sentido a toda nuestra vida mirando con valor al futuro.
Oremos hoy, especialmente, para que del fondo de nuestro corazón brote, ante todo lo que nos vaya ocurriendo en la vida, la misma respuesta de María.
Oremos por lo mismo en comunidad o en familia, compartiendo aquellas veces que nos ha sido difícil aceptar a Dios y sus cambios de planes, o lo que rechazamos en estos momentos de nuestra historia personal o comunitaria y familiar.
JUEVES
“ Soplaron los vientos, pero la casa no se hundió ”
san Mateo 7, 21. 24-27
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El Evangelio nos recuerda que ser cristiano es vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, es cumplir la voluntad de Dios en cada momento del día.
Sin embargo, muchas veces nos conformamos con rezar, con ir a misa… Olvidamos ser cristianos en la familia, en el lugar de estudio o trabajo, con los amigos…
En definitiva, somos cristianos a ratos, cuando nos resulta más sencillo y menos arriesgado. Y ponemos mil excusas para justificarnos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
A veces nos asusta “cumplir la voluntad de Dios”. Parece que vamos a perder nuestra libertad. Tenemos miedo de escuchar a Dios, no vaya a ser que nos pida hacer lo que no nos apetece.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó.
Y su ruina fue grande».
Siguiendo la voluntad de Dios, no estamos a salvo de vientos, lluvias y ríos desbordados. Los problemas llegan a todos.
Es más, en ocasiones las dificultades vendrán precisamente por vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. Entonces surgen las dudas y crecen las ganas de seguir otros caminos más fáciles… ¿Qué hacer? Confiar en Jesús: él está con nosotros y nuestra casa, nuestra vida no se hundirá.
Sólo el amor construye.
En esta vida todo lo que no pueda reciclarse en amor es arena. Sólo se puede edificar sobre la roca firme del amor. Sobre esa roca ha edificado Jesús su Iglesia. Y nosotros, cuando vivimos en el amor, somos piedras vivas de esa Iglesia
MIÉRCOLES
“ Los ponían a sus pies, y él los curaba ”
san Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
Con frecuencia nos sentíamos tan agobiados que no podemos ver más allá del dolor y los problemas que nos asedian. Esta situación por la que atraviesa toda la humanidad en nuestros días. ¿A quién acudir? Las palabras alentadoras de Isaías, se reflejan en este subir la gente al monte, al encuentro de Jesús y dejar ante él, a sus pies, todo lo que le aflige. “Y él los curaba.”
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer.
Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y algunos peces». Él mandó a la gente que se sentara en el suelo.
En esta voluntad salvífica, no quiere actuar solo. Puede hacerlo, pero no quiere. El desea involucrar a todos los que estén dispuestos a colaborar: ¿Cuántos panes tenéis?
Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Conviene tomar en cuenta el modo de proceder de Jesús: da gracias, los parte y los va dando a los discípulos y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.
Unido, pues, a cada ser humano, Jesús hace posible que cada uno tome conciencia de cómo puede y debe colaborar con Dios en la realización de aquello que él tiene pensado en favor de todos los pueblos. ¿Qué preparo yo para la gente? ¿Qué comparto yo de lo que he recibido con los demás?
MARTES
“ Muchos quisieron ver lo que vosotros veis ”
san Lucas 10, 21-24
En el Evangelio de hoy, resuenan dos palabras con una gran fuerza: GRACIAS y SENCILLEZ.
En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.
El mismo Señor da gracias, nos enseña con su ejemplo. ç
El agradecimiento nace de una actitud de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que nos da pruebas constantes y cotidianas de su inmenso amor.
Cuando uno descubre, lo grande que ha estado y está, el Señor con uno, lo único que quiere y desea, es corresponder a su amor.
Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
La segunda palabra que resuena es: la sencillez.
El sencillo aprende a hacerse pequeño, entra en la espiritualidad de hacerse niño, se sabe que por sus propias fuerzas no puede nada, “sin Mí no podéis hacer nada”,
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
El Evangelio de hoy nos habla de la dicha que brota del corazón del que ama a Dios. Seremos dichosos si nos abrimos a las enseñanzas del Evangelio. Seremos dichosos si nos dejamos guiar por el espíritu de humildad, de gratitud y de fidelidad al Señor.
Esforcémonos hoy por vivir con estas actitudes que nos enseña el Señor en la página evangélica
LUNES
según san Mateo 8, 5-11
“ No he encontrado en nadie tanta fe ”
La fe del centurión, a la fuerza, tenía que chocar. Al fin y al cabo, era un romano, del ejército de ocupación de Palestina, suplicando compasión para uno de sus criados al Maestro, rodeado de judíos, que predicaba el Reino a los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob.
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho».
Jesús no se lo piensa dos veces y se ofrece a acompañar al centurión a su casa: Yo iré a sanarlo. No se detiene a considerar los problemas legales en que puede incurrir entrando en casa de un pagano. Ante el sufrimiento humano, toda otra consideración carece de importancia
Le contestó: «Voy yo a curarlo».
Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo.
Son las palabras que repetimos antes de la comunión eucarística. Pero en nuestro caso, el Señor sí que entra en nuestra casa. Y nosotros, aunque indignos, le recibimos, como Zaqueo, muy contentos. Si esperásemos a ser dignos nunca le recibiríamos. No tengamos miedo nunca, en ninguna circunstancia, de abrirle de par en par nuestras puertas porque, el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido (Mt 18, 11).
Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace».
tamaña demostración de fe tenía que impresionar a Jesús, que aprovecha para ensalzar la confianza del centurión por oposición a los recelos que mostraban los judíos a los que, en principio, iba dirigida su predicación.
El centurión se va agradecido y contento. Ni corre, ni salta de alegría. No le cabe la menor duda de que va a encontrar a su criado con buena salud. Vive el milagro sin aspavientos, con la mayor naturalidad. Para Él, el milagro es tan natural como la salida del sol mañanero
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».
El centurión romano de Cafarnaún nos enseña una lección especialmente oportuna para este tiempo de Adviento. Pensemos también nosotros en las personas que tenemos cerca y necesitan una palabra del Señor para verse libres de sus trastornos de cuerpo o de espíritu.
DOMINGO
“ Vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento ”
san Marcos 13, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Y vigilar con esperanza, con la confianza puesta en Jesús que viene. A esto nos invita el adviento a velar en la espera gozosa de Jesús, pero con una esperanza activa.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Por medio de esta parábola Jesús nos invita a permanecer vigilante para descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas, para detectar los signos del Reino, incluso en medio de la calamidad, de las dificultades, de las miserias.
Vigilar y velad con la esperanza en que el dueño de la casa vendrá. Sí. Vendrá a tu corazón y al mío, vendrá a tu vida y a la mía. Está ya. Pero hemos de saber mirar y percibir la presencia de Jesús en medio de nosotros.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
Vigilar y estar en vela es dar testimonio de Jesús para que el evangelio llegue a todos los confines de la tierra; vigilar y estar en vela es hacer posible el mensaje de las bienaventuranzas en nuestro mundo, es llevar la alegría de la Palabra a toda raza, pueblo o nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario