YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 3 de junio de 2022

VII DOMINGO DE PASCUA

SÁBADO

“ Tú, sígueme ”
Este sábado terminamos los evangelios feriales de Pascua, y lo hacemos con la continuación del de ayer donde Jesús nos preguntaba con toda claridad: ¿Mé amas?. Le respondimos como Pedro, con el corazón abierto y entregado.


según san Juan 21, 20-25 

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
 Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 

Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? 
Tú sígueme.» Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. 

Seguirle siempre a él, debería ser nuestro estilo de vida, nuestro camino cotidiano y nuestra espezanza. Pues él nunca defrauda y nunca se echa atrás cuando nos promete o nos dice algo. Seguirle, es tener vida, es decidirse a vivir desde un amor totalmente entregado y apasionado por la vida y por las historias personales de cada ser humano.
Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?» 
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. 
Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo podría contener los libros que habría que escribir.



Hoy la invitación es ya casi una obligación. Tú, Sígueme. Así de claro: Sígueme.
Seguirle es ver siempre optimismos y arco iris donde otros solo ven pesimismos y oscuridades. Seguirle es realizarse, es ser feliz y hacer feliz, es amar y sobre todo vivir con amor desde el amor.

VIERNES

“ Cuando seas viejo, otro te ceñirá ”


según san Juan 21, 15-19

 Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».

 Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». 

El evangelio de hoy sobre el tema del amor, me fascina y, al mismo tiempo, me entristece. Me fascina y emociona que sea el mismo Jesús el que me pregunte personalmente a mí: ¿Me amas?

Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». 

Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». 

Él le dice: «Pastorea mis ovejas».

 Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».

 Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».

Yo creo que soy sincero cuando le digo que sí, como lo era San Pedro. Y esto me produce alegría. Pero me entristece el que me lo pregunte “por tercera vez”, porque me hace recordar que “por tres veces y más de tres” yo no le he sido fiel. Y no es que yo crea que Dios quiere que recuerde mi pasado para humillarme y caminar por la vida con complejo de culpabilidad

Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». 

«¿Me amas?… Apacienta mis ovejas». Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor… nace del amor.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».


Señor, el tema de mi oración en este día, basado en tu evangelio, me llena de satisfacción porque es tu tema, tu gran tema, el tema del amor. Y yo quiero darte gracias porque has puesto el amor como fundamento del cristianismo


JUEVES

“ Que sean uno, como nosotros somos uno ”

según san Juan 17, 20-26 

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Las palabras del evangelio de hoy son escalofriantes, sublimes, estremecedoras. Jesús ha pedido al Padre que caigamos en la cuenta del amor que ese Padre nos tiene. Y este amor es tan inefable que es el mismo con que el Padre ama a Jesús.

 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Personalmente me parece que, además de todos los pecados que tenemos, el gran pecado es que pasamos la vida “sin enterarnos de todo lo que el Padre nos ama”.

 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.

 Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».


Por eso Jesús ha rezado al Padre para que esto se pueda cumplir. Cuando el mismo amor de Dios “manifestado a través de su Espíritu” venga a nosotros e inunde nuestros corazones, podremos convertir “el desierto en vergel”, “la tierra en cielo”, y “el infierno en paraíso”. Es el milagro del amor.


MIERCOLES

“ Padre santo, guárdalos en tu nombre ”



según san Juan 17, 11b-19


En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. 

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

Sabe que ha llegado la hora, la hora de dar la vida a todos los que el Padre ha amado desde el primer día del mundo; la hora de nacer a la vida de Dios.

Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. 

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. 

Ha llegado la hora de contemplar la profundidad del amor divino, ese amor que Cristo ha revelado, pues sólo Él ama como Dios puede amar. Cristo, ora por sus discípulos.

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 

Han creído en El; le ha dado su confianza y su vida. Ya no son siervos, sino amigos. Son de Dios como lo eran de Cristo. ¡Misterio de amor¡

Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».

MARTES

“ Proclama mi alma la grandeza del Señor ”



La Virgen María fue la mujer que respondió totalmente al proyecto de Dios para la humanidad. La que pronunció el SÍ que Dios esperaba de los hombres, a los que siempre buscó, con tanto cariño, y constantemente rechazaban de una manera u otra su amistad.

según san Lucas 1, 39-56 

Se puso en camino deprisa hacia la montaña. El servicio es lo suyo. Sabe que el Verbo se ha encarnado en ella. Es la madre del Hijo de Dios pero no se le han subido los humos a la cabeza. Es la de siempre, la servidora, y por eso va a visitar a su prima que la necesita. Y va con gozo, con prontitud, con garbo

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 

La Stma. Virgen María es la mujer humilde, ante Dios se siente verdaderamente pequeña, no guarda en su corazón atisbo alguno de orgullo o soberbia.

 Reconoce que Dios ha mirado en ella su humildad porque no tiene nada que ofrecerle al Señor. Otros pensarían que es normal que Dios se fije en ellos porque «Dios se ha fijado en mis cualidades personales, en mi responsabilidad, en mi forma de ser, en mis valores, en mis virtudes, en mi carácter, mis conocimientos, mis méritos personales o académicos…..»

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre! 

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 

Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

El A.T. llevaba a Cristo en sus entrañas. Isabel se llenó del Espíritu Santo. Sólo aquel que está lleno puede llenar. A este mundo vacío de Dios no lo llenarán los mediocres, los superficiales, los tibios, los frívolos, los pasotas… Lo llenará los que estén llenos de Dios

 Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. 

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



Y hoy celebramos que el final de la historia de los humildes es la gloria del cielo. Gloria y plenitud que, como no podía ser de otra manera, a la primera que llega es a la Madre del Hijo de Dios. No podía conocer la corrupción del sepulcro aquella, que fue concebida sin mancha de pecado original y en cuyo seno se gestó, haciéndose hombre, el Hijo de Dios.

 LUNES

“ Tened valor: yo he vencido al mundo ”



egún san Juan 16, 29-33 

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones.

 Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». 

Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. 

Sin embargo algo que nos comunica el Evangelio es la victoria sobre el mal, el Señor nos invita a tener paz en Él. A confiar en que Él ha vencido al mundo. Jesús ha vencido al mundo, es decir, ha salido victorioso. “Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”.

Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. 

Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Es todo un camino apasionante pero no sin adversidades, ya señala a sus discípulos que “en el mundo tendréis luchas”, siempre podremos verlas como un reto para poner a prueba nuestra respuesta de amor, se nos brindara la ocasión para dejarnos podar y manifestar nuestra fidelidad, entrega, sacrificio y la importancia que tiene la fe en nuestras vidas.

Recordar que el discípulo no es mas que el maestro, que tenemos que contar con la incomprensión, la burla, el ataque… Y una de las bienaventuranzas ya nos prepara para la persecución como camino de autenticidad: “Dichosos cuando os persigan por mi causa”.


Su Palabra debe de ser donde radique nuestra fuerza. En los momentos de duda, de dolor, de adversidad, cuando tengamos que atravesar las mayores tribulaciones, que indudablemente sobrevendrán, tengamos en cuenta estas palabras del Señor para renovarnos en la esperanza y seguir adelante. Todo es posible con Él.





DOMINGO DIA  DE LA ASCENSIÓN

El misterio de la Ascensión del Señor, al mismo tiempo que proclama y corrobora la fe en el Resucitado, apunta y atrae la mirada creyente hacia lo alto, hacia la meta final a la que todos aspiramos. Hoy es, pues, un día gozoso en el peregrinaje de la fe, alentados por el ejemplo de nuestro hermano mayor, Cristo Jesús, entronizado en la gloria de Dios.

“ Mientras los bendecía, se separó de ellos ”


En este domingo nos encontramos con una fiesta del Señor, donde nos acercamos a dos realidades: su ausencia y su presencia,

“Con esta fiesta recordamos que Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días (cf. Hch1, 3), al cabo de los cuales, habiéndolos conducido al monte de los Olivos, «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista» (Hch1, 9).

según San Lucas 24, 46-53 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 

Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto». 

Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. 

No parece lógica esta alegría. Lo lógico sería que los discípulos quedasen tristes ante la marcha del Señor. Pero la lógica cristiana tiene poco que ver con la lógica humana. Aquellos discípulos saben que, aunque ya no podrán disfrutar de la presencia física de Jesús, Él está con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.

 El cielo no se conquista “mirando al cielo”. Si Cristo se ha hecho “hombre” y se ha encarnado en nuestro mundo, y ha trabajado, ha sufrido, ha luchado por hacer un mundo más humano, más fraterno, y ha muerto en una Cruz, es para que todos nosotros le sigamos.

Él ha ido por delante para “prepararnos sitio, para que estemos siempre donde Él está” (Jn. 14, 3). El mejor camino para ir al cielo es seguir el camino de Jesús: «Pasó por la vida haciendo el bien. La mejor manera de prepararse para el cielo es pasar haciendo el bien.



 Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

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