“Los mandó de dos en dos”.
El evangelizador debe “dar testimonio” de lo que dice. Y el testimonio de uno no es válido. El testimonio debe ser “eclesial”. Sólo desde el nido de la comunidad en la que “dos (o más) están reunidos en su Nombre” (Mt. 18, 19) se hace presente el Señor. Y sin la presencia del Señor no cabe evangelizar. “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn. 15, 5).
Es difícil defender el Evangelio en medio de este mundo donde sólo vale el relativismo y el todo vale. Se necesitan obreros que defiendan los valores de la vida, los valores eternos frente a esos valores que están dando una sociedad sin Dios, sin ética y sin moral.AYÚDAME A PONERME EN CAMINO
Aunque, el horizonte, me parezca oscuro Aunque la recompensa, ante el mundo, sea estimada en nada Aunque falten fuerzas y no existan recursos Aunque muchos piensen que, lo que traigo, no es nada o muy poco.
Dejando a un lado lo que me paraliza. lo que divide en dos mi corazón y aquello que dificulta el pregonar te.
Desprendiéndome de todo aquello que materialmente no me sirve Desprendiéndome de mí mismo Desprendiéndome de las muletas de la vergüenza o la cobardía Desprendiéndome de todo prestigio personal para hacerte presente
Altavoces de tu Palabra, allá donde, tal vez, no seas conocido, en aquellos rincones donde, tal vez, seas despreciado o ignorado. ¡No somos dos, Señor! ¡Somos muchos más! Pero, no siempre, tenemos el valor suficiente: Para dar razón de tu presencia. Para ser tus testigos con todas las consecuencias.
¡Ayúdanos, Señor, a ponernos en camino con el amparo de la Eucaristía y de tu Palabra. Quisiéramos ser, Señor. Reflejo de tu amor hacia los demás
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