«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Hoy el Evangelio nos regala uno de los fragmentos más consoladores, alentadores y esperanzadores del mensaje de Jesús y del ejemplo de su vida. Es una invitación dirigida a todos los que se encuentran "fatigados y agobiados".
¡Venid a mí los cansados y agobiados! Y, ante esta invitación, no podemos menos que reflexionar sobre aquellos aspectos que producen dolor, hastío, desencanto, desilusión o apatía en nuestro camino. --Con Dios, los acontecimientos se llevan mejor --Con el Señor, las cargas, se hacen más ligeras Con Jesús, los problemas –aún existiendo- se toman y hasta resuelven de otra manera. Porque, apoyarse en el hombro de Cristo, es dar la vuelta a las cosas. Es esperar contra toda esperanza. Es dejar que, la tormenta que nos sacude, se aleje de nosotros sabiendo que, Dios, pondrá todo en su lugar.
Sí, a nosotros: aunque a veces nos las demos de entendidos en todo; aunque presumamos de ser más listos que nadie; aunque, lejos de la sencillez, nos confundamos y nos perdamos en las telarañas de mil y una complicaciones que nos salen a nuestro encuentro. A nosotros; sí, a nosotros se nos revela Dios con toda su fuerza. ¿Qué tenemos para que, Dios, se nos manifieste una y otra vez, sabiendo de antemano que hoy le diremos “sí” y mañana, a la vuelta de la esquina “no”?
Por eso Jesús nos hace la invitación más necesaria y maravillosa: Él mismo nos aliviará, consolará y reanimará. Y termina la invitación de Jesús a imitarle no tanto en su amor y entrega, pues nunca estaremos a la altura de corresponderle como Él lo ha hecho, sino imitarle en aquello que constituye el fondo de su corazón: su sencillez y su humildad. Nos quiere pequeños y humildes y Dios nos regalará los secretos de su corazón. Esta es la escuela de la sabiduría de Dios ¿Cuántos la frecuentamos?
¡Dame vida con tu Palabra! Para que descubra el sendero verdadero
¡Dame luz con tu mirada! Para que no me confundan los que pregonan el mundo a su manera
¡Dame alegría con tu Espíritu! Y no me quede con cara larga ante tanto suceso trágico o triste que sacuden lo más hondo de nuestra tierra
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