YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 24 de septiembre de 2021

SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ El Hijo del hombre va a ser entregado ”





A la admiración por lo que hacía, los milagros, Jesús contrapone sus palabras, que son también fuente de vida y de verdad, y lo que nos dice no está en contradicción con lo que hacía, el bien. Pero nosotros preferimos quedarnos con los milagros, y olvidarnos de Su Palabra de vida, que, no obstante, pasa por la cruz y el sufrimiento.

según san Lucas 9,43b-45 

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». 

La cruz humanamente no se entiende. Sólo se puede vislumbrar desde “el amor desmedido” como le pasó a Jesús. Para una persona que ama poco, todo le parece mucho; pero para una persona que ama mucho, todo le parece poco.

A Jesús le pareció poco el haberse encarnado, el haber pasado por la vida “como uno más, como uno de tantos”; le pareció poco todo lo que tuvo que padecer en su pasión.

 Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. 

 Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.



Señor, abre nuestra mente y nuestro corazón para acoger y entender tu Palabra. Haznos dóciles para seguir fielmente tu camino. Fortalece nuestra voluntad para vencer todos los obstáculos y dificultades que nos impidan hacer tu voluntad. Ayúdanos a sumergirnos en nuestro “Reino interior” en el que Tú habitas, nos defiendes y nos libras del mal. 

VIERNES

“ Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo? ”



según san Lucas 9,18-22 

Jesús estaba orando…”, Lucas siempre alude a la oración en los momentos importantes de la vida de Jesús.

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 

 Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».

 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». 

Pedro y los demás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente, creen que Jesús no es sólo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en él está presente y actúa Dios

 Pedro respondió: «El Mesías de Dios».

Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida. Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios.

En cambio, si alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él.

 Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

¿quién es Jesús por el que yo me comprometo? El Evangelio de hoy responde con el anuncio de la pasión: Jesús es el hombre nuevo, totalmente entregado a la voluntad del Padre.



Nosotros creemos en un MESÍAS CRUCIFICADO. Es la CRUZ la que suprime todos los malos entendidos. La cruz no es un incidente en la vida de Jesús, es algo querido, estaba previsto en los planes de Dios. Y es en la cruz donde radica la novedad de Cristo: en la entrega de si mismo que no se echa atrás ni siquiera frente a la muerte, donde está encerrada la victoria de Dios.

JUEVES

“ ¿Quién es este? 


según san Lucas 9, 7-9 

Después de ser bautizado por Juan el Bautista, después de rodearse de un pequeño grupo de amigos, se dio a proclamar el evangelio del Reino de Dios, su buena noticia. El predicador Jesús, pronto empezó a tener fama.

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Sus oyentes se dieron cuenta de que no era como los otros predicadores, sus palabras sonaban de manera distinta, hacía curaciones, trataba con amor especial a los pobres, a los afligidos, prometía un camino que llevaba a la alegría en esta tierra

 Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de verlo.

Pero sabemos que quería verlo por mera curiosidad o por el temor a que este nuevo profeta le pudiese echar en cara la muerte de Juan.




La pregunta para nosotros, que ya hemos visto a Jesús y le hemos metido en nuestra vida, es si queremos permanecer a su lado, en su amistad, porque ya hemos experimentado que su camino lleva a la vida y vida en abundancia.

MIÉRCOLES

“ Proclamad que el Señor es grande ”

L

según san Lucas (9,1-6) 

En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Jesús comparte poderes y autoridad con los Doce y con todo creyente, porque el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún (Jn 14, 12). El ser discípulo de Jesús, gracias al don de la fe, además de ser un honor y un privilegio, es un servicio a la humanidad.

 Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.

Los quiere ligeros.

Incluso en este evangelio de Lucas se quita el bastón, lo único que aparece en el evangelio de Marcos (6,8). Lo más probable es que Jesús les dejara un bastón para defenderse de las fieras del camino. Cuando San Lucas lo quita, significa que ya en las comunidades primitivas el bastón comenzaron a interpretarlo como símbolo de poder.

 Quedaos en la ca.sa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. 

 Y si algunos no os reciben, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de vuestros pies, como testimonio contra ellos». 

 Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.


Nosotros seremos rechazados; incluso puede que hasta sean perseguidos, como los discípulos. Pero esto no les tiene que impresionar: deben hablar en nombre de Jesús y predicar el Reino de Dios, sin preocuparse de tener éxito. El éxito se lo dejan a Dios.


MARTES

“ Oración, Vocación, Misericordia ”


según san Mateo 9, 9-13 
Qué bonitas estas palabras del evangelio!: “Vio Jesús a un hombre”. Lo que explica todo en los relatos de vocación es “la mirada de Jesús”. Es muy difícil decir no a Jesús después de mirarte. Es una mirada cariñosa, penetrante, limpia, sin prejuicios. Es una mirada de amor que penetra, seduce, cautiva. Lo que ve Jesús es “la persona”. No ve ni le interesa ver las circunstancias de esta persona. Ni siquiera le importan sus pecados.

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. 

 Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. 
Es curioso que aquel hombre, llamado Mateo, “estaba sentado”. Estaba anclado en su trabajo, feliz con su trabajo, bastante rentable, por cierto. Y, con sólo mirarle Jesús, “se levantó y le siguió”. Sólo la mirada de Jesús nos puede levantar de nuestros pecados, de nuestras frustraciones, de nuestra pasividad, de nuestra pereza. ¡Si supiéramos dejarnos mirar por Jesús!…

 Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». 

Lo primero que hace Mateo es “invitarle a comer”. Necesita celebrar ese encuentro, darle gracias, por haberse fijado en él a pesar de ser corrupto y colaboracionista de los romanos. Jesús no le ha recriminado nada, no le ha tenido en cuenta su pasado, y ha tenido la delicadeza de llamarlo para ser su apóstol.

 Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 

Andad, aprended lo que significa "Misericordia quiero y no sacrificio": que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores». 


Hoy, pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de escuchar ese “sígueme”, imposible de resistir, que nos conducirá a la vida eterna.

LUNES

“ Nada hay oculto que no llegue a descubrirse ”





según san Lucas 8,16-18 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.

La lámpara de la fe lo ilumina todo con la gozosa certeza del amor infinito y gratuito de Dios. Así es cómo la vida adquiere sentido y brilla la esperanza. Esta lámpara nos ha sido dada, no para esconderla en lo interior y disfrutarla nosotros solos, sino para iluminar a los demás. Esta lámpara, esta fe, si no es misionera, ni es lámpara ni es fe.

 Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís. pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Cuanto más comparto la luz de la lámpara, más crece esa luz. Por eso es muy cierto que al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener. Al que comparte, se le da más; adquiere una mayor receptividad y una percepción más fina. En cambio, el timorato que se guarda su talento, acaba perdiéndolo.


Jesús nos habla de la necesidad de iluminar y de la necesidad de encender la lámpara. El discípulo no alumbra con su propia luz, sino con la única luz que viene de Cristo. Si lo hace de manera diferente, sentirá la tentación de confundir sus propias ideas y sus propios gustos y sus propias opciones con las de Cristo. Por eso cada día necesitamos encender nuestra lámpara con la luz de Cristo, con su Palabra. Es su luz y no la mía la que ilumina al mundo. Hay que iluminar pero no sólo de palabra sino con la vida. Iluminamos cuando mi vida refleja, lo menos lejos posible, el modo de ser, de pensar y de hablar de Jesús.

DOMINGO

“ Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos ”



según San Marcos 9, 30-37 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. 

Caminan solos por los caminos de Galilea. Jesús no quiere distracciones; lo que va a decirles es de la mayor importancia. Se trata del camino que debe recorrer Él, y también todos sus seguidores. No es ésta la primera vez que les habla en privado de su muerte y resurrección; tampoco será la última.

 Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». 

 Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. 

Todos , los discípulos también, podemos estar tan ocupados con lo nuestro, que lo de los demás nos resbala. Los sueños de grandeza que dominan a aquellos discípulos les hacen impermeables a las palabras de Jesús. Piensan que Jesús les va a aportar poder y dignidad. En cuanto Jesús deja de hablar y se alejan de Él unos metros, se ponen a discutir sobre quién de ellos es el más importante.

Un comportamiento tan ridículo de los discípulos no deja de ser consolador para nosotros, porque todos participamos de parecidos sueños de prestigio y honor.

 Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». 

 Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. 

 Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». 

Más consolador aún es el comportamiento de Jesús hacia ellos. Reacciona con tanta paciencia y con tanto cariño.

 Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

Un niño maestro de vida. Se nos pide que, como el niño, no pretendamos sobresalir. Los seguidores de Jesús debemos perder miedo a la insignificancia. Debemos amar nuestra insignificancia. Debemos aprender, como el niño, a abrir los ojos a la belleza, a la bondad, a la vida; a ser felices con pocas cosas.





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