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lunes, 16 de noviembre de 2020

EL CIEGO DE JERICÓ Y LA PINTURA

 Jericó era una ciudad de mercaderes y agricultores. Eran famosísimas las rosas de Jericó y las altas palmeras que de ella hacían un oasis delicioso en medio de las tierras duras que la rodeaban. 



Como estaba cerca de Jerusalén, allá confluían los caminos y allí se juntaban las caravanas de peregrinos que iban a la ciudad de David. 



El ciego según el Evangelio de Marcos se llama Bartimeo,

Cuando se acercaban a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello, y le explicaron:

 —Pasa Jesús el Nazareno. Entonces gritó:

 —¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! 

Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba todavía más:




 —¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Los que iban con Jesús dijeron al ciego:

 —¡Ánimo, que te llama!

Cuando estuvo cerca, Jesús le preguntó: 

 —¿Qué quieres que te haga? Él dijo: —Señor, que vea otra vez. Jesús le dijo:

 —Recobra la vista, tu fe te ha salvado. 

Y en seguida recobró la vista y le iba siguiendo, dando gloria a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.



Un ciego mendigando al borde del camino es el hombre de la indigencia absoluta. Pero este hombre tiene un momento estelar en su vida: pasa ante él la absoluta generosidad, y se le ofrece sin condiciones: «¿qué quieres?»



 El ciego no pide alguna de esas cosas que —según piensan los hombres-- traen alegría: dinero, salud, placeres, victoria sobre enemigos. Le pide lo primero que él necesita para tener alegría: ¡luz!

 Ha sido el instante definitivo en su vida miserable, y ha sabido aprovecharlo. ¡Bienaventurados los que conocen y aprovechan el momento en que pasa Jesús!

Fuente: El Drama de Jesús



El camino hacia la fe de Bartimeo puede ser el nuestro si somos capaces de repetir en nuestra vida sus acciones. Primero, su oración, su clamar ante Jesucristo, que se reviste de todos los matices que puede tener nuestra invocación al Señor: le llama «Rabboni», es decir, mi maestro (v. 51), «Hijo de David», es decir, Rey Mesías, misericordioso como Dios (v. 47), y, sobre todo, «Jesús»: 


NICOLAS PAUSSINIS

A la orilla del camino de nuestra vida hay también muchos y muchas que padecen de ceguera, tullidez, ancianidad, hambre, rechazo, discriminación, etc. Hay, además, quizás un cónyuge pidiendo un poco más de cariño, un poco más de comprensión. Hay, probablemente, algún hijo gritando por afecto, tiempo y comprensión



Angelo Trevisani a été l'élève d'Andrea Celesti et été influencé par Antonio Balestra. Bartolomeo Nazari a été l'un de ses élèves.

 Hay tal vez, algún familiar que vive muy sólo o en circunstancias económicas muy difíciles y que espera un poco más de nosotros. Hay muchos gritando por respeto, justicia, mejores salarios. Hay muchos que nos gritan su dolor de padecer una enfermedad por la cual se les margina y quieren que no les dejemos de valorar como personas. 

Pueda que el grito que pide ayuda está en aquel bebé que se abortará, y más aún, en su madre que se siente sola y juzgada por haberse dejado embarazar. 



Por otra parte, la actitud del ciego Bartimeo nos deja entrever una profunda actitud de confianza en Jesús de Nazaret. Ante quienes quieren impedir que siga pidiendo, Bartimeo se muestra seguro en la perseverancia, pues grita fuerte para que Jesús le ayude.

 No hemos de cansarnos cuando las circunstancias o personas quieran callar nuestro grito mental de pensar que las cosas pueden ser de otro modo. 


El Greco

No hemos de dejar de gritar cuando las circunstancias o personas quieran callar nuestra lucha cristiana, pues muchas veces nos dirán que no es posible, que es mejor callarse, es decir, dejar de hacer, dejar de orar, dejar de esforzarse, pues todo eso -según ellos- es inútil. 




No debemos, sin embargo, como el ciego Bartimeo, dejar de gritar. Gritemos con más fuerza, esto es, luchemos con más ahínco, oremos con más insistencia, levantémonos con mayor ilusión de nuestras caídas y desaciertos, pues solo quienes tienen esta actitud logran de Dios esa gracia que él da a quienes confían con perseverancia.



La curacion del ciego El Greco Dresde



No faltarán personas que nos intentarán desanimar, de hecho, a veces esto vendrá de personas que de algún modo están cercanas a Cristo, como dice el relato evangélico: «Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (S. Marcos 10, 48).



 Sin embargo, esto tampoco nos ha de desanimar en demasía. Hemos de saber que lo nuestro es seguir adelante, sabiendo confiar en la promesa del Señor y anclados en la verdad, no en ciertas personas, que no son Cristo ni tienen el espíritu de Cristo, incluso cuando aparentan caminar con él. Como el ciego Bartimeo, estamos invitados a ser testigos de nuestra fe en el Señor, en un mundo que nos quiere callar de mil formas, pero que allí es cuando más nuestro grito ha de resonar.




¡Señor mío y Dios mío, haz que crea! ¡Haz que crea con una fe ciega y una confianza infinita! ¡Envía tu Espíritu, Señor, para que sane mi ceguera espiritual para que sea capaz de vislumbrar las maravillas que haces cada día en mi vida! ¡Aquí me tienes,


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