María a hombros de sus hijos se dirige al convento,
Ya al salir del convento Nuestra Madre de Altagracia es colocada en su carroza para dirigirse a su ermita acompañada de sus hijos.
Despedida a Nuesta Señora escrita por Juan Felix, sacerdote, nacido en Siruela
Después de la Novena, en la que celebramos la octava de la Asunción, hoy, 23 de agosto, llevamos a su ermita a la Virgen de Altagracia.
Terminan estos días de gracia en que Ella se ha acercado a nuestro pueblo, a nuestros pesares y nuestras esperanzas.
Pero no termina su solicitud maternal sobre cada uno de sus hijos de Siruela, allí donde se encuentren, ni tampoco termina la devoción y el amor filial de todos nosotros hacia Ella.
El camino que hoy recorremos hacia su ermita sabe bien de nuestras pisadas y nuestras lágrimas, de nuestros cantos y de nuestras "Ave Marías".
Por él discurre toda la vida de Siruela. Pero también es una alegría de nuestra vida, particularmente de nuestra vida cristiana,
Partimos de la Parroquia, donde comenzó nuestra vida de gracia por el Bautismo, y nos dirigimos a su ermita, lugar fresco, apacible y otrora lleno de verdor y de altos álamos, hoy lamentablemente perdidos.
Este lugar nos recuerda el paraíso, el cielo, donde se cumple lo que pedimos en la Salve:
"Después de este destierro, muéstranos a Jesús". esta es nuestra meta hoy y el gozoso horizonte de nuestra vida.
Y, entre un puesto y otro, acompañamos a María o, mejor, es Ella la que nos acompaña en nuestra peregrinación de la fe,
haciéndonos sentir su mano bondadosa de Madre que estrecha la nuestra,
nos infunde confianza, nos libra de los peligros,
nos levanta sí caemos y nos da su fuerza para recorrer nuestro camino
Hasta el año que viene Madre.