Se nos pide el amor a los enemigos. No hay entre las religiones del mundo ninguna que exija esto. ¿Por qué lo hace Jesús?
En el evangelio de Mateo el discípulo siempre está delante de un Padre maravilloso que está al tanto de todo. Este Padre bueno envía el sol “para buenos y malos”. No hace distinciones. El Padre ama a todos y no puede dejar de amarlos. El sol ilumina, calienta, embellece lo mismo las casas de los buenos como las de los malos.
A ese Padre hay que imitar. ¿Cuál es la recompensa? Ser hijos de tal Padre. Llevar marcadas las huellas del Padre en nuestros rostros, más aún, participar en lo íntimo de nuestro ser del mismo A.D.N que el Padre.
Cuando yo llego a perdonar al enemigo, en lo profundo del corazón se ha obrado un verdadero milagro. Yo, por mí mismo, no puedo. Hay dentro de mí un Dios maravilloso que me ama y hace en mí verdaderos prodigios. ¿Aún quiero mayor recompensa?
Señor, hoy te necesito más que nunca. Lo que me dices en el evangelio de hoy es para mí “un duro hueso de roer”. Me pides no sólo que perdone a mis enemigos, sino que los ame y rece por ellos.
Yo sé que, por mis propias fuerzas, no puedo cumplirlo. Te pido que me ayudes, que me des tu gracia, que me eches no una mano sino las dos. Sé que sin Ti no puedo hacer nada.
VIERNES
“ Desde lo hondo a ti grito, Señor ”
según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
El Señor nos dice en este evangelio que debemos ser seguidores de Jesús, discípulos de Jesús. Y el discípulo auténtico tiene siempre a Jesús como norma y modelo. Por eso nos invita “a ser mejores que los demás”.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado.
Es común decir entre la gente: “Yo ni robo ni mato”. Y no caen en la cuenta de que no sólo es pecado robar la cartera, es pecado robar la fama, robar la inocencia, robar la esperanza, robar la alegría de nuestros hermanos. Se puede robar de muchas maneras. Lo mismo se puede decir del matar. No sólo se mata con una pistola o un cuchillo. Se puede matar “con la lengua” que es como una espada de doble filo. Hay palabras que son puñales. Podemos despellejar a las personas aunque no clavemos ni un alfiler en su piel.
Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Lo que nos pide el evangelio es que descubramos la raíz del mal y lo evitemos desde el principio.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
Respecto al cuidado que debemos tener a la hora de presentarnos a celebrar la Eucaristía, el Evangelio no dice: “Si tú tienes algo contra tu hermano” sino “si tu hermano tiene algo contra ti”. Aunque la culpa esté en tu hermano, debes acortar el camino y adelantarte.
Jesús nos dice que seamos santos, que lleguemos hasta el final y no nos quedemos a mitad del camino, como los fariseos.
JUEVES
“ Pedid, buscad y llamad ”
según san Mateo 7, 7-12
La liturgia sigue con su didáctica sobre la oración. En este caso, la oración que más fácilmente prende en los labios: la de petición.
Jesús tiene una confianza ilimitada en que el Padre quiere darnos todo lo bueno. Por eso nos exhorta a pedir con esa misma confianza. Como los niños pequeños, que todo lo esperan de sus padres.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Nos dice que llamemos, pero ¿en qué puerta? Sólo podemos llamar en la puerta de Aquel que nos ha dicho: “Yo soy la puerta”.
Las puertas humanas se nos cierran muchas veces y nos dan con la puerta en las narices. Tu puerta está siempre abierta y detrás de esa puerta “estás tú”. Tú que nos abres, nos acoges, nos sientas a tu mesa y nos invitas a cenar contigo.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?
Dios es el padre providente y amoroso que vela por sus criaturas y les da lo que mejor les conviene,
Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
La oración de petición es una oración que está en disconformidad con la realidad que vivimos. Es la que nos pone en comunicación con nuestras auténticas necesidades. En la oración de petición hay que buscar la madurez de nuestras aspiraciones, en ella no podemos pedir sólo para cubrir nuestros egoísmos, en ocasiones infantiles, que nos conducen a dejar de orar y creer, cuando no son atendidas.
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Tú eres quien nos mandas que recemos, que estemos en diálogo contigo
Vengo a orar, Jesús, confiado en tus palabras. Sé que si te pido, me darás; que si te busco, te encontraré; que si toco a la puerta de tu corazón, me la abrirás, porque Tú sólo me das cosas buenas.
MIÉRCOLES
“ Esta generación pide un signo… ”
según san Lucas 11, 29-32
El término “señal” i signo significa una seria advertencia. Jesús era una señal para su generación, porque él hizo presente nada menos que el Reino de Dios en medio de ellos. Por sus enseñanzas y sus acciones,
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
Jonás es un profeta a quien se le encomienda la misión de convertir a Nínive, “la gran ciudad enemiga de Dios”. Contra los pronósticos del profeta, la ciudad se convierte y Jonás no se alegra, al contrario, se entristece porque le hubiera gustado que la ciudad no se convirtiera y fuera arrasada. Así se hubieran cumplido los oráculos del profeta sobre la ciudad y su fama de profeta hubiera aumentado. Así de orgulloso, de duro, de recalcitrante era Jonás.
El profeta piensa que con un Dios tan bueno que se compadece del pueblo enemigo no se puede trabajar. En cambio, para el gran profeta Jesús, lo que más le hace disfrutar es tener misericordia con el pecador que se convierte y vuelve a Dios. Y esto hace que Jesús sea más que Jonás.
La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Salomón está considerado en la historia sagrada como “el rey sabio” el rey que daba “sentencias justas”. Pero el Dios revelado en Jesús es el que pone toda la sabiduría al servicio del amor. Por otra parte, la sabiduría bíblica, como don del Espíritu, consiste en saborear las cosas de Dios.
Jesús nos hace disfrutar de Dios y así disfrutar de todo lo creado.
Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Hoy también Cristo es una señal para nosotros: tenemos su palabra en la Escritura, una palabra que tiene tanto poder ahora como hace dos mil años, ya que está vivificada por el eterno Espíritu de Dios: “Porque la Palabra de Dios tiene vida y poder. Es más aguda que cualquier espada de dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu;
MARTES
“ Maestro, enséñanos a rezar ”
según san Mateo 6, 7-15
En el Evangelio de hoy nos aparece el Señor orando y enseñando a orar. Es frecuente la oración en Él. Y al contemplar la importancia que Él daba a la oración, es lo que les hace a los discípulos pedirle que les enseñe a orar, es su vida la que contagia.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
La oración de Jesús, y por lo tanto la oración cristiana, es antes que nada un dejar sitio a Dios, permitiendo que manifieste su santidad en nosotros y dejando avanzar su reino, a partir de la posibilidad de ejercer su señorío de amor en nuestra vida.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis.
Sabemos que los judíos, en tiempo de Jesús, no podían pronunciar, por respeto, el nombre propio de Dios: YAVÉ
Y viene Jesús y se dirige a Dios no llamándole Yavé, sino Abbá-Papá. Jesús habla con Dios con el encanto, el cariño y la confianza que un niño habla con su papá.
Vosotros orad así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.
Otras tres súplicas completan esta oración que Jesús nos enseña, el “Padre Nuestro”. Son tres peticiones que expresan nuestras necesidades fundamentales: el pan, el perdón y la ayuda ante las tentaciones.
No se puede vivir sin pan, no se puede vivir sin perdón y no se puede vivir sin la ayuda de Dios ante las tentaciones. El pan que Jesús nos hace pedir es el necesario, no el superfluo; […] El perdón es, ante todo, aquello que nosotros mismos recibimos de Dios: solo la conciencia de ser pecadores perdonados por la infinita misericordia divina, puede hacernos capaces de cumplir gestos concretos de reconciliación fraterna.
Si una persona no se siente pecador perdonado, nunca podrá realizar un gesto de perdón o reconciliación. La última petición, “no nos dejes caer en la tentación”, expresa la conciencia de nuestra condición, siempre expuesta a las insidias del mal y de la corrupción”.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».
Esto es algo tan grande y asombroso que cambia radicalmente nuestra relación con Dios. Se acabó la religión de la lejanía y el miedo. Ha estallado la religión del cariño, la ternura, la sencillez y la abrasadora cercanía de Dios. Dios es mi Papá. ¿No es como para volverse loco de emoción?
LUNES
“ Tú eres el Hijo de Dios vivo ”
según san Mateo 16, 13-19
En la fiesta de la cátedra de San Pedro, celebramos la fe en Cristo, el Hijo de Dios; La fe, que fundamenta nuestra vida, sostenida por la cadena de testigos que nos han precedido, y que nos une como familia, como Iglesia
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».
L Iglesia a que surge a partir de una llamada personal del Señor a seguirle; recordamos en este día a aquellos primeros seguidores a los que Jesús llamó, acercándose a sus vidas en medio de sus tareas cotidianas como hoy continúa acercándose a las nuestras.
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Entre esos seguidores de la primera hora recordamos hoy a Simón, hermano de Andrés. Simón, este pescador rudo, impulsivo, contradictorio, en el que nos podemos sentir identificados muchos de nosotros.
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Dispuesto a todo por Cristo y que en el momento que las cosas se pusieron difíciles le traicionó y le abandonó; pero que fue capaz, al encontrarse con su mirada amorosa, de dejarse perdonar y lavar por Él, de aprender a colocarse detrás de Él y a permitir que Otro marcara el rumbo de su vida.
Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».
La imagen de la roca, de la “piedra” nos evoca aquello que es firme, estable y por lo tanto sobre lo que podemos apoyarnos porque es sólido y resistente. La imagen de “la piedra angular” de un edificio, añade a la idea de solidez, otra diferente: la de ser “base o fundamento de algo”.
En esta fiesta de hoy, agradezcamos la fe recibida y sintámonos Iglesia, unidos a tantos hombres y mujeres que han vivido y siguen viviendo la aventura de la fe.
DOMINGO
En los tres ciclos litúrgicos, se lee, el primer domingo de cuaresma, el relato de las tentaciones. Este año leemos a Marcos.
Es tan breve, que los liturgistas han tenido que añadir unos versículos de relleno, con otro tema totalmente distinto. Sin embargo, la concisión de Marcos no vacía de contenido la narración, sino todo lo contrario. Es impresionante la riqueza del mensaje.
“ Está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio ”
según san Marcos 1, 12-15
Para entender este texto hay que ir al contexto anterior donde Jesús ha sido bautizado y, al final, se ha abierto el cielo y ha descendido una voz del Padre: “Este es mi Hijo Amado, en Él me complazco” (v.11). Jesús se siente inundado, desbordado por el cariño infinito del Padre, experimentado ahora en forma “creatural” y siente necesidad de silencio y soledad. Por eso, es el mismo Espíritu Santo el que le empuja al desierto donde va a ser probado. Poco puede hacer el espíritu del mal a uno que está lleno de Dios, lleno de la ternura de Dios.
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían.
Notemos que así como hay un espíritu “malo” que nos impulsa al mal, también hay un Espíritu bueno que nos empuja al bien. Y, como dice San Pablo: “La mejor manera de vencer el mal es a fuerza de bien”.
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
En Jesús, también nosotros nos podemos convertir en “ángeles servidores de la paz”.