SABADO
“ Vendrá y lo renovará todo ”
Llevaba mucho tiempo el pueblo de Israel esperando la llegada de el Mesías, había momentos en los que la esperanza mesiánica se acentuaba, pero antes tenía que venir el gran profeta Elías. Eso creían y esperaban, pero ni Elías venía ni el Mesías llegaba. La esperanza se nublaba y la incertidumbre crecía antes los diferentes acontecimientos que acaecían.lo
según san Mateo 17, 10-13
Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».
Él les contestó: «Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido.
Así estamos muchas veces, «en modo espera», pero no podemos esperar al Señor como quien espera el tren que puede venir con atraso y mientras sólo queda «aguantar el chaparrón», nuestra espera ha de ser entusiasta porque esperamos a quien vino, viene y vendrá. Esperamos como la mujer en «estado de buena esperanza», que siente en su interior la presencia de quien está por venir, y mientras anticipa su llegada preparando y disponiendo cuanto necesita para el encuentro.
Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos». Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.
Pero hoy el mensaje fundamental del evangelio; todos somos invitados a ser Elías y Bautista para los otros: a ser voz que anuncia y testimonio que contagia, y contribuir a que otros también en nuestra familia, en nuestra comunidad, se preparen a la venida del Señor, y se renueve algo en nuestro mundo, y suceda de veras esa señal que anunciaba el profeta, que “se reconcilien padres e hijos”
VIERNES
“ ¿A quién se parece esta generación? ”
según san Mateo 11, 16-19
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación?
resuena más fuerte si cabe, porque la generación de Jesús no admitió ni el testimonio de Juan (de radicalidad, conversión y penitencia), ni el de Jesús (de misericordia, confianza y gracia).
Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.
Se convirtieron en unos niños caprichosos que no quisieron entrar en el juego ni de Juan ni de Jesús. Estaban ciegos y sin discernimiento alguno para descubrir el momento presente, para darse cuenta de la hora que vivían.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”.
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Esta pregunta se dirige hoy a nosotros ¿a quién nos parecemos nosotros? ¿Somos como esos niños caprichosos, quejumbrosos, que no quieren jugar ni a la penitencia ni a la gracia? ¿Somos como esas personas sin discernimiento que dejan escapar la “hora de Jesús”, la hora de la CONVERSIÓN, con la excusa de que siempre se están quejando de todo?
Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
El Evangelio de hoy pretende sacudir un poco nuestras conciencias adormiladas, aburguesadas por el consumismo y la comodidad en la que vivimos, para hacernos salir de nosotros mismos e implicarnos en el proceso de la salvación.
Señor, mira mi debilidad, mira que tantas veces me comporto como un niño caprichoso que quiere manejar la situación desde mi comodidad. Dame la gracia de abrir mi corazón al amor, tu Amor, para que ahora y siempre pueda recorrer el camino que conduce hacia Ti.
Abre tu corazón, tu mente, tu voluntad a Cristo para que él pueda nacer y vivir en ti: Verás qué distinta es la vida desde su amor y amistad. Experimentaras grandes cosas.
JUEVES
“ No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista ”
san Mateo 11, 11-15
Jesús opina sobre Juan Bautista. ¡Juan fue grande! ¡El mayor de todos! Y el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.
Juan se había presentado ante Israel como un profeta fuerte y vigoroso, similar al gran profeta del Antiguo Testamento, Elías.
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
Su gran humildad. Normalmente, cuando nos preguntan como a Juan: Tú, ¿quién eres? sacamos todos nuestros títulos…soy doctor, soy licenciado, soy Obispo, soy párroco, soy maestro etc. En cambio. San Juan dice Yo no soy…No soy el Mesías, no soy profeta…
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan.
Lo importante para Juan es señalar con el dedo a Jesús y decir: Ése es el Mesías, ése es el importante. Nos cuesta dar paso a otro. Nos cuesta aceptar que no somos importantes, imprescindibles…
Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.
Nos cuesta decir como Juan: “Conviene que Él crezca y que yo disminuya”. Pero ahí está precisamente la grandeza de este hombre.
.El que tenga oídos, que oiga».
Y Juan tiene la valentía de decírselo. Por eso es encarcelado. Él sí que está en la cárcel, pero a la verdad no se le puede encarcelar. En la cárcel le cortarán la cabeza, pero esa cabeza en la bandeja seguirá hablando por los siglos.
MIERCOLES
según san Mateo 11, 28-30
“ Venid a mi todos los que estáis cansados ”
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Muchas veces nos aferramos a algo o alguien, que nos paraliza, suelta el pasado, déjalo atrás, Dios ordenó a Abraham dejar su tierra y parentela, José tuvo que salir, Jacob, Ester, los discípulos, el apóstol Pablo, y ¿ cuántos más? tuvieron que dejar atrás y ¿tú que tienes que dejar?
Lleva tu carga a los pies de Jesús y Él te hará descansar, el te asegura su yugo que es fácil y ligera su carga, Él quiere que cojamos el de Él que es manso y humilde de corazón.
MARTES
“ Que no se pierda ni uno de estos pequeños ”
En este capítulo del evangelio de Mateo se reúnen algunas instrucciones sobre el modo de actuar en la comunidad de los que siguen a Jesús.
según san Mateo 18, 12-14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?
Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños Los pequeños somos nosotros, por muy adultos en la fe que nos veamos, por mucha intimidad en la oración que hayamos encontrado en Dios. Somos pequeños y nos extraviamos.
Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.
Y Dios viene a rescatarnos de todos los peligros que nos acechan, a devolvernos al redil.
Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».
El Evangelio de Mateo pone el acento en la desproporción existente entre el afán de rescate que intuimos viene del Padre y nuestra pequeñez de criaturas débiles, frágiles, sujetas a extravío, desconocedoras del camino de vuelta a casa. La palabra de Jesús nos recuerda que Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.
LUNES
“ No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios ”
según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Celebramos la Inmaculada Concepción de María, la sin mancha, la llena del favor de Dios desde el primer momento de su existencia. En los Evangelios encontramos tres personas que la proclaman dichosa. La primera es Isabel: Feliz tú por haber creído. La segunda es ella misma: Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones.
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”».
María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
Dios busca a Adán y Adán se esconde. El pecado abre los ojos a la propia desnudez; sentimos vergüenza y nos escondemos de Dios, de los demás, y de nosotros mismos. Y nos especializamos en culpabilizar a otros. María no se esconde. Dios la busca y ella responde: Heme aquí. Está abierta a Dios.
María es consciente de la gran misericordia de Dios hacia ella. Y cuanto más humilde y pequeña se ve a sí misma, más descubre la grandiosidad de Dios, y mayor es el agradecimiento y la alabanza. Desde su experiencia personal de salvación, sabe con absoluta seguridad que esa misma misericordia se derramará igualmente sobre todos los hijos de Dios: Su misericordia con sus fieles continúa de generación en generación.
DOMINGO
según san Mateo 3, 1-12
“ Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos ”
Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.
Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».