En tiempos de los Reyes Católicos formó parte del convento homónimo, y desde el siglo XVII, del desaparecido palacio del Buen Retiro. El edificio es una construcción del gótico isabelino de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Si bien conserva su aire gótico, fue reconstruida tras la Guerra de la Independencia.
En tiempos de Isabel II la iglesia de los Jerónimos, como popularmente se la llama, fue restaurada siguiendo el canon gótico.
Uno de los trabajos más delicados fue el dedicado al tímpano, de cuyo bajorrelieve se encargó Ponciano Pozano. En 1906 se celebraron aquí las bodas de Alfonso XIII y Victoria Eugenia.
DEVOCIÓN DE MADRID A LA VIRGEN DE GUADALUPE
La devoción a la Virgen de Guadalupe empezó en el Monasterio y
templo de los Jeronimos.
Fue a partir de las prebendas y privilegios concedidos por los reyes,
se le venía haciendo a la Virgen extremeña de Guadalupe en Madrid,
hasta el momento del enfrentamiento y pleitos mantenidos entre las dos
comunidades jerónimas y la retirada de la imagen de la Virgen a un
segundo plano, hasta el punto de llegar a desaparecer completamente
dicho culto.
En el siglo XVI recibía culto en dicha
iglesia una imagen de la Virgen María con título de Nuestra Señora de
los Ángeles.
También por aquellas fechas vivían en
San Jerónimo el Real muchos frailes profesos de Guadalupe, fechas en
las que la devoción a la Virgen de Guadalupe se expandía por todo el
mundo, por lo que a pesar de que los interesados monjes del Monasterio
extremeño se oponían a ello, consiguieron Células y Bulas Pontificias
para poder darle culto en la Corte a la Virgen más venerada por la Orden
Jerónima.
Para ello colocaron una imagen muy parecida a la venerada en
las sierras cacereñas y la colocaron en una capilla del templo, un 13 de
junio de 1603, siendo solemnemente bendecida por el obispo de Gaeta y
sacada en procesión claustral con la asistencia de las órdenes religiosas,
clero madrileño, miembros de la Corte y numerosos fieles del pueblo de
Madrid, siendo celebrada su fiesta a partir de ese momento los días 8 de
septiembre –lo mismo que en Guadalupe–, empezando a pedir limosnas
en su nombre, como también lo venían haciendo los monjes extremeños,
previo privilegio real, para así poder mantener los hospitales de
peregrinos.
Lo que en un principio no pareció más que una nueva aportación a
la difusión de la fe a la Virgen de las Villuercas llegó a convertirse en un
grave problema entre las comunidades jerónimas que pleitearon entre sí
para llegar a anular el enraizamiento de la nueva proclamación mariana y 21
en la que tuvo que intervenir el mismo rey Felipe III, el Presidente del
Consejo Real, don Juan de Acuña, el General de la Orden Jerónima fray
Bartolomé de Espinosa, prior del Parral, y fray Francisco de la Carrera,
procurador de San Lorenzo de El Escorial.
En dicho pleito se firmó en
diciembre de 1613 una Bula por el Papa Paulo V, imponiendo silencio a
las dos partes y en la que se prohibe a los monjes de San Jerónimo el
Real llamar Guadalupe a la imagen de su iglesia, así como el pedir
limosnas bajo este título, decidiendo que la imagen volviera llamarse con
el antiguo título de Virgen de los Ángeles, aunque en una concordia
privada se le concede siga vestida como antes y que su festividad siga
celebrándose el 8 de septiembre.
Sin embargo, los monjes siguieron llamándola Guadalupe, hasta
nuestros días, pese a que desde la guerra de la Independencia y sobre
todo desde la exclaustración de 1835, su culto empezó a declinar, hasta
perderse totalmente, por incuria o porque su culto ya no era lucrativo.
De su importancia en aquellos años, debido principalmente a que la
verdadera imagen estaba muy alejada de la Corte, podemos destacar que
ante la nueva imagen se celebraron las principales solemnidades de dicha
Corte desde el siglo XVII hasta la decadencia de la monarquía española,
y que a los pies de la imagen –que para dichos actos solemnes era
trasladada desde su altar lateral hasta el altar mayor– se coronaron casi
todos nuestros reyes, desde Felipe III hasta el piadoso Alfonso XIII,
demostrando con este acto de jurar la constitución ante una copia de la
Virgen de Guadalupe que su devoción hacia ella seguía tan pujante como
en siglos anteriores.
En el Museo del Prado se conserva un cuadro de L.
Paret en el que se representa la coronación del rey Fernando VII ante la
Virgen de Guadalupe madrileña.
Al igual que en otros conventos e iglesias españolas, el paso de las
tropas francesas arruinó muchos de sus tesoros y hoy, de su edificio
conventual solamente quedan los restos restaurados anexos al Museo del
Prado.
En la antigua capilla donde se veneraba la imagen de la Virgen de
Guadalupe solo queda un lienzo al oleo de la Guadalupe de México,
habiendo sido trasladada la imagen que tantas efemérides históricas vio
pasar a una nueva capilla lateral, sin culto alguno, hasta el momento en
que la Real Asociación de Caballeros y Damas de Santa María de
Guadalupe residentes en Madrid y, naturalmente los extremeños de las
25 Casas que formamos la Federación de Asociaciones Extremeñas en la
Comunidad de Madrid, decidimos recuperar su culto en dicha iglesia y
que la preciosa talla del siglo XVI volviera a tener la importancia
religiosa que siempre ha tenido la imagen de de la Patrona de
Extremadura y de la Hispanidad.
Fuente:www.acrg.es
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