DOMINGO XXIX
Dios, porque caigo a menudo en la impaciencia dame fe para seguir esperando lo que mis ojos quisieran ver antes que después.
No debemos acumular riquezas de este mundo. Mejor es atesorar las cosas que nos vienen de Dios.
El trabajo en este mundo sólo encuentra su sentido más pleno en cuanto que sirve para prepararnos la vida definitiva y eterna. Somos ricos ante Dios practicando las obras de Misericordias. Al cielo tenemos que llevar la Fe, la Esperanza y la Caridad.
M
Mientras no llegue ese día, no podemos estar sentados como si esta vida fuese una sala de espera. La manera de esperar nuestro glorioso futuro es vivir intensamente el presente. En la confianza en quien nos ha amado hasta el extremo. Sin miedos ni obsesiones. Pendientes más de los demás que de nosotros mismos.
X
Señor, dame la fuerza de tu Espíritu para profundizar en tu Palabra, para hacerla actual, para escucharla hoy para mí. Y te pido que me hagas comprender que “se me ha dado mucho” y debo responder con generosidad a tanto regalo, tanto mimo que he recibido de Ti.
J
Tú sólo quieres nuestra unión, luego no puedes querer que nos separemos. Tú sí que quieres demostrarnos el amor que nos tienes. Por eso quieres un bautismo de sangre. “Nadie ama más al amigo que aquel que da la vida por él”. ¡Qué maravilloso eres, Señor!
V
Señor, me encanta que ya en tu época nos hablaras tan claro de la importancia de los “signos de los tiempos”, de esa manera de hablar tan suave y penetrante, de modo que tu palabra siempre sea actual. No es hora de remiendos, sino de sacar del arca del Evangelio un vestido nuevo. Dame la gracia de una conversión radical al evangelio.
S
Jesús nos da siempre otra oportunidad para que seamos capaces de salir de la rutina y ser una higuera fértil. Una higuera que da el fruto generoso del amor entre todos los hermanos, haciendo visible a Dios en la tierra, pero para ello, tenemos que estar dispuestos a cambiar y trabajar en nuestra propia conversión.



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