DOMINGO XXVII
AUMÉNTANOS LA FE (Domingo XXVII)
Para que disminuya nuestro egoísmo y crezca nuestra disponibilidad Para que se agigante nuestra confianza y se achique nuestra incredulidad Para que suba el termómetro de nuestra oración y se debilite nuestro olvido de Ti
AUMÉNTANOS LA FE
Para que la esperemos como un regalo y no como algo viejo y caduco Para que la vivamos con entusiasmo y no como lección aprendida Para que se robustezca nuestro interior y desaparezca nuestro orgullo
AUMÉNTANOS LA FE
Porque queremos ser tus testigos y tememos perderte Porque a nuestro lado surgen dificultades y no siempre vemos todo claro Porque seguirte es exigente y amarte es negarnos a nosotros mismos Porque queremos verte, sin necesidad de verte y queremos que nos ilumines para no perderte
AUMÉNTANOS LA FE Y,
si ves que aumentamos en otras cosas, haz, Señor, que Tú seas más importante que la suma de todas ellas juntas. Amén.
D
L
El amor ha de ser la norma suprema de nuestra conducta.
M
María, Reina del Santo Rosario, nos enseña a mirar el mundo con ojos de fe, a confiar incluso en medio de las pruebas, y a poner en las manos de Dios cada alegría y cada cruz. Pidamos hoy a la Virgen del Rosario que nos ayude a perseverar en la oración y a vivir con esperanza.
X
Santa Teresa nos cuenta que se “atascaba” en la primera palabra y no podía seguir. Con sólo pronunciar el nombre de “PADRE” se le henchía el corazón de afectos, sentimientos, emociones, y no cesaba de darte gracias por habernos dejado esta oración tan preciosa. Que yo también, Señor, la disfrute hoy y la convierta en carne de mi carne y vida de mi vida.
J
Antes de pedir algo en la oración será conveniente que ante todo el Padre nos envíe el Espíritu Santo para saber qué hemos de pedir. Esto sitúa la oración de petición en un ámbito que no es el normal. No se trata solo de pedir al Padre, sino de entender que es una petición que brota del Espíritu Santo.
V
Pidamos al Señor que su dedo anos ayude a no caer en la trampa del Maligno.
S
Señor, te pido que me envíes el Espíritu Santo siempre que me acerco a tu Palabra. Hay frases del Evangelio que sólo las puedo entender si el Espíritu Santo me las enseña. Como las que aparecen en la lectura de hoy.
NO SEA YO, EPULON, SEÑOR
Que no me ciegue la riqueza Que mi existencia no dependa de lo que aparentemente veo Que no me cierre a tu presencia Que no viva de espaldas a las necesidades de mis hermanos Que guarde la actitud del asombro que produce la fe Que cuide mi riqueza interior más que la exterior Que no me resista a vivir como quien sabe que es un peregrino Que no olvide de mirar al cielo todos los días Que no olvide de volver mis ojos a la tierra, todos los días
NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR
Si estoy frío, calienta mi espíritu Si vivo de espaldas a tu Palabra, vuélveme en la dirección adecuada Si soy insensible a tu llamada, háblame de nuevo Si estoy sordo, ábreme mi oído Si escucho demasiado al mundo, llévame al oasis del silencio SI estoy pendiente de los mil tesoros, hazme descubrirte como el más valioso
NO SEA YO, EPULÓN, SEÑOR Y cuando llegue el día de partir, encuéntrame dispuesto Y cuando llegue el momento de morir, hazme vivir en Ti Y cuando llegue el instante de dejarlo todo, que sienta pena de aquello que, por falta de tiempo, no me dio lugar a poder ofrecer. Amén.
D
L
Yo te pido en este rato de oración que Tú, Dios mío, seas siempre lo primero, lo absoluto, lo definitivo para mí. Que jamás me apoye en ídolos de barro, en dioses falsos que, al poner mi corazón en ellos, me vacían, me frustran, me decepcionan. Haz que Tú seas para mí “el Dios de mi vida”, el que me empuja a vivir y gozar de tantas cosas buenas y bonitas que has creado para que yo las disfrute.
Estamos llamados incluso a amar a los que no nos quieren.
El niño se deja querer. De sus padres, de sus hermanos, de su familia y de todo el mundo. Dejarse querer, dejarse obsequiar, dejarse regalar por un Dios “Abbá” es lo más importante en nuestra vida cristiana.
En el cristianismo ni siquiera el amar es lo primero, sino el dejarse amar. “En esto consiste el amor: en que Él nos amó primero” (1ª Jn. 4,10).
V
S
El Señor nos ha elegido para que, a pesar de nuestra pobreza, podamos participar en el gran sueño de Dios por el mundo, que no es otro que reunir a. todos los pueblos alrededor de Él para que vivan en la alabanza al Señor y en paz entre ellos.
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