YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 16 de mayo de 2025

IV DOMINGO DE PASCUA

SÁBADO

“ Señor, muéstranos al Padre y nos basta ”




según san Juan 14, 7-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. 

Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? 

Escuchar a Jesús es escuchar al Padre. Palpar a Jesús es palpar al Padre. Se trata de que Dios, el Invisible (Jn, 1,18), se ha hecho “visible” en Jesús. Y esto es suficiente para llenar una vida de felicidad plena, rebosante, y contagiosa. Para disfrutar de esta experiencia hay que conocer a Jesús. 

Y en la biblia el verbo conocer es algo más que saber cosas. Es hacer experiencia de relación, de amistad, de intimidad. 


Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. 

El que escribe estas cosas es el discípulo amado que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. Para ir al Padre solo hay un camino: JESÚS. 

Y como nunca podemos abarcar a Jesús, siempre estamos en camino, nunca podemos decir que ya hemos llegado.

Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. 

No hay un cristiano hecho sino que cada día se va haciendo. A los apóstoles les llamamos “discípulos” porque siempre estaban aprendiendo de Jesús.

Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».


La obra de Cristo no se acaba en él. Los discípulos, imitaran al Viviente, realizarán las mismas obras que él realizó, y aún mayores. Cristo muere, y los discípulos se levantan. Habitados por el Espíritu, proclaman la resurrección y confirman que el amor es más fuerte que la muerte.

VIERNES

“ Yo soy el camino y la verdad y la vida ”



Al final de la última cena, los discípulos comienzan a intuir que Jesús ya no estará mucho tiempo con ellos. La salida precipitada de Judas, el anuncio de que Pedro le negará muy pronto, las palabras de Jesús hablando de su próxima partida, han dejado a todos desconcertados y abatidos. ¿Qué va a ser de ellos?

según san Juan 14, 1-6 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. 

Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. 

Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».

 Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 

el Señor se nos presenta como EL CAMINO. Para ir adonde va Jesús, hay que ir a través de Jesús. «Jesús es nuestro camino» significa ir configurándonos con Él. Es decir: obrar como él, llevar una vida como la suya, dejarnos mover por un amor como el suyo. 

Para llegar a la plenitud solo lo podemos hacer de la mano de Jesús, no podemos alcanzarla si lo queremos hacer por otro medio, Él es el camino, el verdadero camino, el único camino.

Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Él viene a iluminar nuestras vidas y nuestro obrar, a sacarnos de la gran confusión y a fundamentar nuestras vidas en grandes infalibilidades. Él es la VERDAD,

Y la VIDA. Una vida en plenitud, una vida en Dios.



Jesús capta su tristeza y su turbación. Su corazón se conmueve. Olvidándose de sí mismo y de lo que le espera, Jesús trata de animarlos: «No os inquietéis. Confiad en Dios y confiad también en mí». Más tarde, en el curso de la conversación, Jesús les hace esta confesión: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre sino por mí». No lo hemos de olvidar nunca.

 JUEVES

“ El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí ”



san Juan 13, 16-20 

Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. 

Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. 

el que recibe a quien Jesús envía, lo recibe a él; y el que recibe a Jesús, recibe al que lo ha enviado, Dios Padre.

Esto es tanto como decir que una chispa de amor brota del Padre y se transmite al Unigénito enviado a salvar el mundo y del Cristo redentor a cada uno de sus discípulos que la portan como una llamita vacilante, débil, arriesgándose a que un mal viento la apague y los deje otra vez en tinieblas:

No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. 


Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».


Jesús quiere, en el discurso de despedida de sus apóstoles, recordarles que ellos llevan la luz que Cristo ha venido a traer a la tierra. Nosotros, como seguidores suyos, también somos portadores de esa luz al mundo, pero no somos más importantes que los que viven en tinieblas, porque nos envía Jesús. Y al Verbo hecho carne lo envía el Padre, principio y fundamento de todo cuanto existe.


MIERCOLES

“ Como yo os he amado ”



Qué distinta la piedad de Jesús de la de los judíos de su tiempo. Éstos tenían muchas leyes, muchos preceptos, muchas normas. J

según san Juan 15, 9-17 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 

Jesús sólo tiene una. La Ley del amor. Lo que nos dejó Jesús como testamento y norma suprema es “que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado”.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 

Lo que nos distingue como cristianos ni siquiera es el amor sino el amor tal y como lo entendió Jesús. Y Jesús entendió el amor hasta estar dispuesto a dar la vida por las personas que amaba.

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 

. Lo ideal del cristiano es vivir para amar, vivir desviviéndose por los demás, gastar la vida amando, de modo que la mejor manera de perder el tiempo sea emplearlo en algo que no se pueda reciclar en amor.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 

Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 

Jesús no obliga a nadie a ser cristianos, pero en el momento que uno opta por serlo, ya no es libre para el amor, porque en el momentoque dejo de amar dejo de ser cristiano

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».




Es imposible encontrar a un cristiano sin amor como no es posible encontrar a un ser humano sin pulso. Lo dice muy bien San Juan; “El que no ama está muerto” (1Jn. 3,14). Y la religión de Jesús no es religión de muertos sino de vivos.


MARTES

“ Yo les doy la vida eterna ”


La fiesta de la Dedicación, también conocida como fiesta de las Luces, era celebrada por los judíos el 25 de diciembre. Se conmemoraba la nueva dedicación del templo de Jerusalén llevada a cabo por Judas Macabeo el año 163 a. C. (2 Mac 10, 1-8). En este ambiente festivo, y mientras Jesús pasea en el atrio del Templo, tiene lugar la última confrontación de Jesús con las autoridades religiosas.

san Juan 10, 22-30 

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. 

Los judíos, rodeándolo, le preguntaban: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? 

Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Es una bonita definición de Jesús la que hoy nos ofrece el evangelio: Jesús es aquel que es capaz de mantenernos en vilo. Jesús no pasa nunca indiferente ante nosotros. Él mantiene un interés, una búsqueda, una inquietud.

Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente». Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno».

El Evangelista Juan nos presenta a un Jesús capaz de dominar toda situación; incluso en el momento de su muerte. Es Juan quien mejor nos descorre el velo de su divinidad. Aunque para nosotros, humanos, lo mejor y lo más habitual será contemplarle humano como uno de nosotros, también nos vendrá bien contemplarle divino. Así tendremos siempre claro que Dios es siempre Dios. Un Dios que no sabe de crisis. Aunque está con nosotros en medio de la crisis, como con los discípulos durante la tormenta.


Señor, hoy quiero acercarme al evangelio con un corazón “ensanchado” porque eres Tú mismo el que me invitas a pedir no sólo vida, sino “vida eterna”. Yo pequeño, yo frágil, yo caduco, yo mortal, puedo atreverme a pedirte “vida eterna”. Si lo hago es porque Tú, Señor, me invitas a hacerlo. Gracias, Señor, por esta gran oferta que me haces: vivir para siempre, amar para siempre, gozar para siempre, ser feliz para siempre.

LUNES

“ Yo soy la puerta ”


En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su pastor.

san Juan 10, 1-10 

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 

Es importante, además, sentirnos llamados por Jesús «por nuestro nombre». Dejarnos atraer por él. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.

A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.

Es decisivo «seguir» a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona; inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.

 Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». 

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 

Es vital caminar teniendo a Jesús «delante de nosotros». No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.

Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 

El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».



Cristo es nuestro Pastor y nosotros somos su rebaño, llamados a participar en su admirable victoria sobre el pecado y la muerte (

A través del bautismo nos integramos en la Iglesia, su rebaño (1 lect.), y hemos vuelto al pastor y guardián de nuestras vidas (2 lect.). Por eso, podemos siempre cantar llenos de confianza en Cristo: «El Señor es mi pastor, nada me falta». Él nos da su gracia en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, cuya mesa abundante nos prepara cada domingo  Y, entrando por Él, la Puerta de las ovejas, nos salvaremos. 

 DOMINGO


 DOMINGO

“ Mis ovejas escuchan mi voz ”



según San Juan 10, 27-30 

En aquel tiempo, dijo Jesús: 

«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. 

Mis ovejas escuchan mi voz. Este es el requisito imprescindible para que las ovejas sigamos al Pastor. Por eso necesitamos poner la Palabra de Dios en el centro de nuestra oración y de nuestra convivencia. Jesús alimenta a sus ovejas con el pan de su palabra y con la carne y sangre de su vida entregada por nosotros y ofrecida como alimento en la mesa del altar.

 Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre. 

Jesús conoce a sus ovejas, nos conoce, mejor de lo que nosotros nos conocemos a nosotros mismos. Nos conoce con el mejor de los conocimientos, el del amor. Es un conocimiento tan profundo, una unión tan cordial, que nada ni nadie puede quebrantarla.

 Yo y el Padre somos uno».


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