YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 2 de mayo de 2025

II DOMINGO DE PASCUA

 SÁBADO

santo evangelio según san Juan 14, 6-14 

“ Yo soy el camino, la verdad y la vida ”



En este evangelio Jesucristo se revela con los títulos muy comunes: el Camino, la Verdad y la Vida. No solamente se revela a sí mismo, sino que también da a conocer al Padre por medio de su persona. Jesucristo es la revelación, es el propio Dios, “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9).

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».

Jesús es el Camino, por medio de él somos hijos de Dios, herederos del cielo y él con su ejemplo nos enseña el camino que nos conduce al Padre; centro de toda su predicación y servicio. Asimismo, Jesús nos invita a seguirlo y a vivir la vida de cara a lo trascendente, aferrada en él y en el Padre. Jesús nos llama a la intimidad con Aquel que es nuestro Camino porque toda su vida estaba volcada a la del Padre y en comunión con él.

 «Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».

 Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 

Jesús es la Verdad y la Vida. Mirando a Jesús nos encontramos con el rosto de Dios, donde se revela toda la verdad y fuente de vida. Por ello Jesús es la Verdad y la Vida. Conocer su humanidad y divinidad, su misterio, su belleza, su cercanía nos hacen descubrir su verdadera identidad. Él es el revelador del Padre: las palabras que dice, no las dice por su cuenta

 Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. 

Es un Dios grande, concreto, que se hace presente en nuestras vidas. Podríamos decir que es tan inmenso que no cabe en nuestra razón. Somos muy limitados, los apóstoles también lo fueron, y sin embargo acogieron a Jesús y sus enseñanzas.

 En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».


Adentrémonos, hermanos, en la realidad y en la humanidad de Jesucristo para así ahondar en la intimidad y conocimiento del Padre y del Hijo: Camino, Verdad y Vida. Que el Espíritu Santo nos ayude y nos conduzca en nuestro camino de fe.

VIERNES

“ Dadles vosotros de comer ”


Qué diferencia tan grande entre las preocupaciones de los escribas y fariseos y las de Jesús. A los fariseos les preocupa si se puede o no se puede comer en sábado; si se puede o no se puede comer sin lavarse las manos… En eso se entretienen, en eso pasan su vida. A Jesús le preocupa que la gente tenga lo necesario para comer, le preocupa que la gente sufra, que la gente no sea feliz.

según san Juan 6, 1-15 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 

Jesús esté en el monte, lugar de oración, y desde esa altura contemple a la gente que no tiene para comer.

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 

Podía haber hecho el milagro él solo, pero quiere hacerlo con la colaboración de los discípulos. Ellos le traen “cinco panes y dos peces”

Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 

En la multiplicación de los panes, Jesús no hace nada que no hiciera un judío observante: presentar los panes, rezar la acción de gracias y repartir sus fracciones.

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Sólo que la multitud observa que hay algo más en la forma en que Jesús obra el signo: “Este hombre tiene que ser el profeta que debía venir al mundo”.

 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 

Así es el amor de Dios: siempre nos espera, siempre nos sorprende. …Para ir a Dios que es amor, debemos subir por el escalón del amor al prójimo, por las obras de caridad, por las obras de misericordia, que el Señor nos ha enseñado.

Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».

 Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Al final del texto, también Jesús se sube al monte él solo. ¿Por qué? Porque le quieren hacer rey. Jesús huye de títulos de grandeza y de poder. ¡Bonita lección!


JUEVES 

JUEVES

“ Las Palabras de Dios ”


Sigue el discurso dicotómico entre la tierra y el cielo, entre la carne y el espíritu, entre lo que es de los hombres y lo que es de Dios.

según san Juan 3, 31-36 

El que viene de lo alto está por encima de todos

En este evangelio “arriba y abajo” son algo más que simples adverbios de lugar. Arriba significa “trascendente” el mundo del Espíritu, el mundo de Dios. Abajo hace relación a nuestro pequeño mundo “inmanente” cerrado en sí mismo. Desde el momento en que Dios ha determinado “encarnarse” en este mundo, el cielo ha bajado a la tierra y la tierra ha subido al cielo.

El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. 

El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. 

Por eso dice Jesús que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Por eso es peligroso oponer lo humano y lo divino; lo espiritual y lo material.

El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. 

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.

Persona espiritual no es aquella que sólo se dedica a las cosas espirituales y se desentiende de este mundo, sino la persona que posee el Espíritu de Jesús y se va liberando de todo aquello que le “despersonaliza”.

 El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Señor, hoy necesito especialmente la presencia de tu Espíritu para que me haga comprender la inmensidad del amor del Padre, que no ha enviado a su hijo al mundo ni para juzgarlo ni para condenarlo sino para salvarlo. Y no salvarlo con palabras bonitas sino con hechos contundentes. No con un amor cualquiera sino con un amor que tuvo su mejor expresión en la Cruz.


MIERCOLES

“ Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito ”

según san Juan 3, 16-21

 Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Me quiero detener en ese “tanto”. Lo podríamos traducir diciendo. Hasta tal extremo, hasta tal inmensidad, hasta tal locura nos amó Dios Padre que nos entregó lo mejor que tenía: su propio Hijo. No olvidemos una cosa: el que escribe el Evangelio es el “discípulo amado”.

 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.

El discípulo que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. No es un maestro sino un testigo que ha vivido con Jesús algo tan grande, tan maravilloso, que ha quedado seducido por esa persona y ya no puede vivir sin pensar en Él, sin soñar con Él, sin trabajar por su causa.

Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. 

Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. 

Cuando escribe su evangelio ya ancianito todavía sus ojos se le llenan de lágrimas y su corazón de ternura.

En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Si alguien le pregunta a JUAN qué debemos hacer los cristianos, contesta: “Amaos unos a otros como Jesús nos ha amado”. El evangelio de Juan sólo puede leerse de rodillas, en silencio y con ojos de enamorado.

MARTES

“ Mi yugo es llevadero y mi carga ligera ”


según san Mateo 11, 25-30 

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.

La alabanza de Jesús va dirigida a su Padre, Señor del cielo y de la tierra. Es muy importante esa vinculación que hace Jesús entre el Padre y el Creador. Jesús ha disfrutado como nadie de la Naturaleza porque para Él no existe “naturaleza muerta” sino que toda la creación es un regalo del Padre para nosotros.

 Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. 

Por otra parte, Jesús aparece como el verdadero descanso para los apóstoles. Y ¿dónde descansamos las personas? El verdadero descanso está en el amor.

Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. 

El niño descansa en los brazos de su madre; y el esposo con su esposa, y los amigos con sus amigos. Y toda persona está llamada a descansar en el corazón de Dios. “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón va de tumbo en tumbo mientras no descanse en Ti”.

Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».


Señor, te pido que me des un corazón humilde y sencillo, como el corazón de tu madre. Vengo hoy a ti con humildad  No vengo a ti desde mi “exigencia” sino desde mi “indigencia”. No merezco que me des nada, pero sí pongo delante de ti mis manos vacías para que me las llenes.

LUNES

“ Tenéis que nacer de nuevo ”



según san Juan 3, 1-8

Nicodemo visita a Jesús de noche. A escondidas. Teme por su posición. Pero le puede la intriga, el misterio que envuelve la predicación del galileo al que llaman Maestro.

 Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él». 

Y abre la conversación confesando su conexión directa con Dios, a tenor de los signos que ha presenciado. Dice mucho de su talante, de su mente abierta, de su disposición a acoger el mensaje salvador, pero de inmediato tropieza con la limitación humana.

Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».

 Nicodemo le pregunta: «¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?». 

Jesús habla de un nacimiento nuevo. Y Nicodemo no lo entiende. Jesús no está hablando de una metáfora, no es una parábola en la que alguien puede hacer como que nace de nuevo; el estupor de Nicodemo está ahí para amartillar nuestra propia incapacidad de comprender el misterio.

Jesús le contestó: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 

Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. 

Más allá de esa frontera está la gracia del Espíritu que renueva la faz de la tierra, también la historia personal de quien se bautiza. No se trata de tomar impulso para cruzar de una orilla a otra, como si dependiera del esfuerzo en el salto o el entrenamiento para salvar la corriente que separa la carne y el espíritu a los que se refiere Jesús. No.

No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».

 Se trata de fe. De confiar en que Dios enviará su Espíritu para que transforme el hombre viejo en hombre nuevo. Es Cristo el camino, es Jesús el único puente. 



Nicodemo calla y otorga. Reaparecerá al final del Evangelio cargando los pies de Cristo camino del sepulcro. Es probable que, para entonces, ya habría entendido lo de nacer de agua y de Espíritu, ¿no crees?.


DOMINGO

“ Paz a vosotros ”

según San Juan 20, 19-31 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 

Cristo se aparece a sus discípulos. No es otro el que resucita sino el Crucificado, por eso les muestra las manos y el costado. Él les dice «paz a vosotros», saludo común de los judíos que se transforma aquí en bendición y anuncio pascual.

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. 

Las llagas pueden ser curadas y el miedo puede tornarse en alegría. El Resucitado les regala los dones de la Pascua: paz, misión, Espíritu y perdón.

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

Ellos testigo del Resucitado, impulsado por el Espíritu Santo, emprende con entusiasmo la misión de anunciar la paz, que se realiza por el perdón de los pecados.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

 Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 

La causa del escepticismo de Tomás estriba en que no estaba junto a los demás creyentes cuando por primera vez se les apareció el Resucitado.

 Creer en Jesucristo requiere ineludiblemente participar en la vida de la comunidad. Esta es otra de las grandes enseñanzas pascuales.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.

 Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». 

Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 

En la figura de Tomas nos podemos ver reflejados alguno de nosotros, porque con alguna frecuencia hemos podido actuar así, exigiendo signos, se nos podría acusar también a nosotros que tenemos el corazón endurecido para creer, para confiar, para dejarnos transformar por la Palabra del Señor,

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!».

 Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? 

Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Papa San Juan Pablo II: 2002

La liturgia de hoy nos invita a encontrar en la Misericordia divina el manantial de la auténtica paz que nos ofrece Cristo resucitado. Las llagas del Señor resucitado y glorioso constituyen el signo permanente del amor misericordioso de Dios a la humanidad. De ellas se irradia una luz espiritual, que ilumina las conciencias e infunde en los corazones consuelo y esperanza. Jesús, ¡en ti confío!, repetimos en esta hora complicada y difícil, sabiendo que necesitamos esa Misericordia divina que hace medio siglo el Señor manifestó con tanta generosidad a santa Faustina Kowalska. Allí donde son más arduas las pruebas y las dificultades, más insistente ha de ser la invocación al Señor resucitado y más ferviente la imploración del don de su Espíritu Santo, manantial de amor y de paz.”



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