LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN JUAN (2, 1-11)
A los tres días, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino».
El Evangelio de hoy nos presenta las Bodas de Caná, “con este “signo”, Jesús se revela como el Esposo mesiánico que vino a sellar con su pueblo la nueva y eterna Alianza.
María nos enseña a presentarle al Señor nuestras necesidades, a confiar en Él y a aceptar con humildad su voluntad. La indicación que les da a aquella gente, también es valida hoy para nosotros: HACED LO QUE ÉL OS DIGA. Nos invita a entrar en la voluntad de Dios, a querer lo que Dios quiere. Que nuestra vida sea una búsqueda de la voluntad de Dios para realizarla, Ella con su HAGASE nos señala la actitud del discípulo, buscar agradar a Dios, hacer de nuestra vida un SI. Toda nuestra vida, con su gracia, puede transformarse.
Hay signos que expresan realidades muy hondas, verdades muy importantes y hoy la Palabra de Dios nos pone delante del signo fundamental: el amor. Y toma como base el amor que el hombre siente hacia su esposa en esta boda de Caná para explicarnos nada menos el amor que Él siente hacia su pueblo: " la alegría que encuentra el marido con su esposa, le encontrará tu Dios contigo". Así nosotros, viviendo aquí, a ras de tierra, ese amor nuestro entre iguales, generoso, fuente de alegría y de bendición, nos sentiremos invitados a mirar hacia arriba, a tratar de hacernos una idea de lo grande y alegre, de lo fiel y gratificante que debe ser el amor que Dios nos tiene. Es como decir que el amor es limpio, digno, algo que viene de Dios y que a Él debe llevarnos. Jesús es el vino nuevo, el rito nuevo, la entrega nueva, la alegría que nunca puede faltar en medio de los hombres y mujeres que se aman. Por eso, ante cualquier atisbo que arruine la alegría de la fiesta, está la Madre, María, atenta para interceder por nosotros ante su Hijo: "Haced lo que Él os diga". Nuestra tarea no es otra que intentar seguir cambiando el agua en vino, hacer de la vida una fiesta, que al fin y al cabo es el gran objetivo del Evangelio. Estamos llamados a vivir la Eucaristía, como se vive un banquete de bodas, ¡ojo que a veces nuestras celebraciones huelen a añejo, a rutina, a rito para muertos, a aburrimiento total, y en cambio, si el novio está con nosotros, participar del banquete de bodas de la eucaristía es poner alegría donde hay tristeza, amor donde hay odio, unidad donde hay división. Este es el signo de la presencia de Jesús en nuestra vida. ¡Venid a la boda!, que no nos falte la alegría en la vida y el entusiasmo en la Iglesia.
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