YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 7 de julio de 2023

DOMINGO XIII DEL TIEMPOO PRDINARIO

SÁBADO

“ A vino nuevo, odres nuevos ”


En este evangelio aparece una tensión entre lo “viejo y lo nuevo”. Jesús se encuentra con un judaísmo arcaico, con moldes ya viejos, con instituciones ya caducas. Jesús trae lo nuevo: un templo nuevo, un vino nuevo, un pan nuevo, una nueva ley.

según san Mateo 9, 14-17 

En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».

En el mensaje de Jesús se aprende la novedad, la sorpresa, la alegría, la juventud. Aquella ley antigua, la Torah, expresión de la voluntad de Dios, se había convertido en multitud de normas pesadas, carentes de contenido.

En el judaísmo en tiempos de Jesús, lo importante era “la ascética” aquello que el hombre adquiría por su esfuerzo, su sacrificio.

 Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? 

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.

 Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan».

El evangelio es, ante todo, mística. Lo que importa es el amor. El amor de esposo que invita a un banquete de bodas y no tolera que nadie esté triste. Es verdad que, a veces, habrá que ayunar, pero con cara alegre, para que nadie lo note. El mismo sufrimiento estará al servicio del amor.


Señor, te agradezco la frescura del evangelio. No habla ni de miedos ni de tristezas. Hablas de bodas, de comidas, de encuentros, de amistad, de fraternidad. Contigo, Señor, se acabó la religión de la distancia, la religión de la tristeza, del sentimiento de culpabilidad, de vivir como esclavos. Contigo está la juventud, la alegría y la fiesta. Contigo, da gusto vivir.



VIERNES

“ Misericordia quiero ”



según san Mateo (9,9-13) 

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. 

Mateo estaba “sentado”. Estaba tranquilo, feliz con sus negocios que cada día iban creciendo. Pero pasó Jesús, le miró, y lo levantó. Como dice San Juan de la Cruz, “el mirar de Jesús es amar”.

Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. 

”. Y aquí tenemos el milagro: un pecador público, un enemigo del pueblo, un corrupto, un vividor…se levanta por la fuerza de una mirada de amor. ¡Qué fuerza tiene el amor! El amor de Jesús no tiene medida: es abundante, derrochador.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».

Y, cuando Mateo acepta la invitación, Jesús se deja invitar a comer con él. Los fariseos se escandalizan, nunca había ocurrido que un judío ortodoxo se dejara invitar por un pecador. Jesús es un rompedor

 Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».


En el amor de Cristo está la novedad, el estreno, la sorpresa. Aquel que todavía no ha sido sorprendido por el amor de Cristo no es cristiano. Dice uno de los teólogos más lúcidos del siglo XX, U. Von Baltasar: “Sólo la bondad, el amor, es digno de fe”.

JUEVES

“ Tus pecados están perdonados ”



según san Mateo 9,1-8 

Ser curado de una enfermedad siempre es gratificante, como lo fue para este paralítico. Naturalmente que ese hombre se sentía feliz de poder caminar. Ya no exigía más a Jesús. 

Pero Jesús, que nos conoce por dentro, sabe que tenemos en el corazón ataduras internas, parálisis del alma, que nos impiden ser felices. Por eso no se limita a otorgar al paralítico una curación meramente externa para poder moverse por este mundo y no depender ya de otros. Quiere liberar a este hombre de la parálisis interior, la que le impide caminar en el mundo del espíritu, en el mundo de Dios.

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. 

Quiere liberarle del pecado como “alienación total”. Por eso se le acerca y le dice: “Tus pecados te son perdonados”.

Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema». 

Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? 

La curación física del paralítico sólo es la señal y garantía del poder de Jesús para liberarnos del todo. Esta fuerza liberadora de Jesús se hace presente en el Sacramento del perdón. Jesús siempre lo vinculó a un banquete o a una fiesta. Debería ser el Sacramento de la alegría y nosotros, a veces, lo hemos convertido en el sacramento del miedo

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados - entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».

Algo estamos haciendo mal cuando el Sacramento de la ternura lo hemos convertido en Sacramento de la tortura. Y aquello que debería ser una fiesta se ha convertido en fuente de tristeza y angustia. Urge resituar este sacramento en la perspectiva de Jesús.

 Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad. 




Hoy, Señor, vengo a la oración para que me cures. Es un grave error el pensar que los milagros que tú realizaste en otro tiempo sólo se referían a aquellas personas que vivían en el siglo primero y entraron en relación contigo. Lo importante es el significado de aquellos acontecimientos que tendrían un valor perenne y permanente para todos los tiempos. Hoy soy yo el que quiero aprovecharme de aquel milagro. Hoy necesito que me cures mi parálisis espiritual.

MIÉRCOLES

“ ¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ”



según san Mateo 8,28-34

 En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Desde el sepulcro dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. 

En aquella época se creía que los espíritus malévolos manchaban, ensuciaban y contaminaban a las personas. Este endemoniado vivía junto a los sepulcros, es decir, en el reino de la muerte. Era como un ser muerto en vida y además contagiaba el mal a las personas y les privaba de libertad. Con este milagro, Jesús pretende devolver a las personas la dignidad perdida y devolverles el derecho a disfrutar de la vida. Hay que tener en cuenta el texto paralelo de Marcos 5, 1-20. 

Y le dijeron a gritos: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?».

endemoniado apareció “sentado, vestido y en su sano juicio” (v.15) Se habla explícitamente de la dignidad totalmente restaurada, aunque a los ricos (los porqueros) les importe poco esto y prefieran el negocio de los cerdos.

 A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. 

“El endemoniado aparece haciendo propaganda por el territorio extranjero de lo que Jesús había hecho con Él (v.20). Jesús es universal. Es de todos los pueblos. ¿

Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y se murieron en las aguas. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.



Gracias por tu poder sobre los elementos de la naturaleza y, sobre todo, tu poder para liberar al hombre de todo lo que le oprime, le envilece, no le deja ser persona.

MARTES

“ ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen? ”


En el Evangelio de hoy, nos encontramos con la tempestad calmada. Y también con el reproche del Señor a sus discípulos: ¡Que poca fe!

según san Mateo 8, 23-27 

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.

 En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: 

¡Que poca fe! Por una parte con la invitación a no temer, en el amor no tiene cabida el miedo, para Dios somos importantes, Él se preocupa por nosotros y por nuestras cosas.

«¡Señor, sálvanos, que perecemos!». 

Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?». 

Y por la otra, nuestra falta de confianza en el Señor, nuestros miedos, nuestras angustias… que muchas veces nos hacen dudar, desconfiar, son oportunidades que nos presenta la vida para crecer en el abandono en el Señor y en su providencia.

Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma.

La presencia en nuestra vida de Jesús y su evangelio nunca cultivará nuestro miedo.  No nos ha invitado a dirigirnos a tierra firme, sino a proseguir en la aventura de la fe.

 Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».



Cuando te encuentres con la tempestad que te cambia la vida....no pierdas la paz, recuerda que Jesús dirige tu barca y con El eres más fuerte.

LUNES

 “ Paz a vosotros ”



según san Juan 20, 24-29 

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 

No se trataba de un grupo cualquiera, sino el grupo elegido por el Señor para continuar con las doce tribus de Israel, se trataba del Nuevo Pueblo de Dios. Y en esta comunidad no puede faltar ningúno del grupo. Dios nos ha querido salvar “como pueblo”. Ahí, en medio del pueblo, se hace presente el Señor Resucitado.

Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». 

Los demás estaban felices después de la experiencia con Jesús. Él se hubiera visto desplazado y hubiera acabado abandonando el grupo. Dos cosas importantes: No se puede ser cristiano sin una experiencia viva con Jesús Resucitado.

Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». 

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. 

Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 

Los cristianos que viven así son una rémora para la comunidad. Y segundo: La experiencia pascual, por voluntad del Señor, se hace dentro de la comunidad. 

Lamentablemente, hoy abundan los cristianos “por libre”. Yo me las entiendo a solas con DIOS. No necesito ir a Misa ni a ningún grupo. ¿Qué decir? Eso no es lo que ha querido Jesús.Con ese comportamiento, poco a poco, se va desvaneciendo, se va apagando, la memoria de Jesús. Y esta pérdida no es sólo para os cristianos sino para toda la humanidad.

Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».


«Tenemos que tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús, tenemos que curar las llagas de Jesús con ternura, tenemos que besar las llagas de Jesús, y esto literalmente. Pensemos, ¿qué pasó con San Francisco, cuando abrazó al leproso? Lo mismo que a Tomás, que su vida cambió».


DOMINGO

evangelio según san Mateo 10, 37-42 



“ El que pierda su vida por mí, la encontrará ”


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. 

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. 

El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo. 

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».








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