YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 2 de junio de 2023

PENTECOSTES Y TIEMPO ORDINARIO SEMANA VIII

SÁBADO

“ ¿Quién te ha dado semejante autoridad? ”



según san Marcos 11,27-33 


En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

A la pregunta capciosa y malintencionada de los sacerdotes y escribas, Jesús no responde. Tampoco responde Jesús a preguntas tontas o superficiales: qué marca de coche me voy a comprar, o dónde me voy a divertir más en las próximas vacaciones, o dónde se venden las entradas para ver el partidazo del próximo fin de semana

 Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? 

Contestadme». Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres ... ». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta).

 Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».



VIERNES

VIERNES

“ Tened fe en Dios ”



según san Marcos 11, 11-25 

Después que la muchedumbre lo hubo aclamado, entró Jesús en Jerusalén, derecho hasta el templo, lo estuvo observando todo y, como era ya tarde, se marchó a Betania con los Doce. 

jesús viene de Betania, con los doce, y se dirige al Templo de Jerusalén. Betania es el lugar donde Jesús se retira a descansar, incluso con sus discípulos. En Betania hay tres hermanos: Lázaro, Marta y María donde se vive con gozo la fraternidad. Allí se come, se descansa, y, sobre todo, se escucha a Jesús y se le ama. A esta casa “de la fraternidad” invita Jesús a los doce.

Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. 

Entonces le dijo: «Nunca jamás coma nadie de ti.» 

Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos” Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos».

Allí se está gestando “la nueva Iglesia”. Una Iglesia doméstica donde se viven los valores del Evangelio con alegría, con sencillez, con amor, con mucho amor. Y de allí Jesús llega al Templo de Jerusalén donde se negocia con lo más sagrado. Todo se compra y se vende. No hay lugar para la gratuidad. “Los escribas y los fariseos”, es decir, los profesionales del culto están vendidos y sólo buscan el negocio. Jesús no puede tolerar que la casa de su Padre se haya convertido en “cueva de bandidos”.

 Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. 

Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. 

La liturgia del día propone el Evangelio en el que Jesús expulsa a los mercaderes del Templo, porque han transformado la casa de oración en una cueva de ladrones. Y lo que hace Jesús es un gesto de purificación, el templo había sido profanado y con el Templo, el pueblo de Dios.

Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Jesús contestó: «Tened fe en Dios. 

Os aseguro que si uno dice a este monte: “Quítate de ahí y tirate al mar”, no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá.

 Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas».


No hay en mí ningún avance ni progreso. Para la gente soy buena persona, incluso me piden oraciones porque creen que estoy más cerca de Ti. Pero yo no estoy conforme conmigo mismo. Ni me gusta la vida que llevo. Quiero cambiar, necesito cambiar. Dame tu gracia para que te siga a Ti solo y a nadie más.

JUEVES

“ Hágase tu voluntad ”



según san Mateo 26, 36-42 

Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar». 

Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.

 Entonces les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». 

Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro: « ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil». 

De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad». 



MIERCOLES

“ Proclama mi alma la grandeza del Señor ”



La Virgen María fue la mujer que respondió totalmente al proyecto de Dios para la humanidad. La que pronunció el SÍ que Dios esperaba de los hombres, a los que siempre buscó, con tanto cariño, y constantemente rechazaban de una manera u otra su amistad.

según san Lucas 1, 39-56 

Se puso en camino deprisa hacia la montaña. El servicio es lo suyo. Sabe que el Verbo se ha encarnado en ella. Es la madre del Hijo de Dios pero no se le han subido los humos a la cabeza. Es la de siempre, la servidora, y por eso va a visitar a su prima que la necesita. Y va con gozo, con prontitud, con garbo

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 

La Stma. Virgen María es la mujer humilde, ante Dios se siente verdaderamente pequeña, no guarda en su corazón atisbo alguno de orgullo o soberbia.

 Reconoce que Dios ha mirado en ella su humildad porque no tiene nada que ofrecerle al Señor. Otros pensarían que es normal que Dios se fije en ellos porque «Dios se ha fijado en mis cualidades personales, en mi responsabilidad, en mi forma de ser, en mis valores, en mis virtudes, en mi carácter, mis conocimientos, mis méritos personales o académicos…..»

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre! 

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 

Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

El A.T. llevaba a Cristo en sus entrañas. Isabel se llenó del Espíritu Santo. Sólo aquel que está lleno puede llenar. A este mundo vacío de Dios no lo llenarán los mediocres, los superficiales, los tibios, los frívolos, los pasotas… Lo llenará los que estén llenos de Dios

 Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. 

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



Y hoy celebramos que el final de la historia de los humildes es la gloria del cielo. Gloria y plenitud que, como no podía ser de otra manera, a la primera que llega es a la Madre del Hijo de Dios. No podía conocer la corrupción del sepulcro aquella, que fue concebida sin mancha de pecado original y en cuyo seno se gestó, haciéndose hombre, el Hijo de Dios.

MARTES

“ Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros ”




según san Marcos 10,28-31


 En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 

Hay que mantener que el seguimiento a Jesús debe ser radical, sin evadir las persecuciones, es decir, la Cruz. Y aquel que de verdad sigue a Jesús, sólo debe seguirle a Él como Absoluto de la vida. Debe evitar todo apego terreno a las cosas, incluso a las personas.

Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más - casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. 

Lo que Jesús nos pide para alcanzar la salvación no es fácil. Nos exige romper con todas las estructuras que generan apegos, para entregarnos de lleno a una nueva vida donde lo verdaderamente importante son los valores del Reino. Solos no podemos.

Entonces podemos preguntarnos: ¿quién podrá salvarse? Solo Dios salva; solo quien se abandona totalmente a la voluntad de Dios alcanza la vida eterna. Como decía Jesús a sus discípulos en la lectura evangélica de ayer: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».



Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?


LUNES 

 Comenzamos la octava semana de ese tiempo litúrgico que nos conducirá hasta el próximo “tiempo fuerte”; el Adviento. Atrás quedaron la penitencia representada por el ayuno, la oración y la limosna de la Cuaresma, y el gozo y espíritu de fiesta de la resurrección, y la cincuentena Pascual que culminó ayer con la gran fiesta del Espíritu.

“ El discípulo la recibió en su casa ”




según san Juan 19, 25-34 

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

 Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». 

Las últimas palabras de Cristo en el madero, cuando encarga a su madre el cuidado de los discípulos que van a formar la Iglesia militante.

Y, a su vez, encargando a los hijos la devoción debida por una madre, amparo, consuelo y refugio de los cristianos

Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». 

Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 

No es gratuita esta memoria sino que recuerda a los creyentes que la venida del Espíritu Santo sorprendió a los discípulos reunidos en el cenáculo en torno a María, como una madre cuida de sus hijos. Así que es la misma Iglesia la que nace del seno virginal de María.

Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. 

Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

La sangre y el agua que manaron realmente del costado de Cristo -que los médicos pueden explicar en términos anatómicos- tienen para nosotros un significado espiritual aun mayor que la explanación científica: el bautismo y la eucaristía (los sacramentos de la iniciación cristiana por excelencia) provienen de ese momento.

Celebramos hoy la memoria de la “Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia”.
Nos recuerda a todos los discípulos de Cristo que, si queremos crecer y llenarnos del amor de Dios, es necesario fundamentar nuestra vida en tres realidades: la Cruz, la Hostia y la Virgen


PENTECOSTES


La Iglesia renueva en Pentecostés su vocación evangelizadora y misionera. La paz del Resucitado es la fuente de la alegría apostólica y con el don del Espíritu es enviada al mundo para ser signo de perdón (cf. Jn 20,23).

“ Recibid el Espíritu Santo ”


según san Juan 20, 19-23 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
Una manera nueva de estar entre los suyos. No ya desde fuera, hablándoles, animándolos, orientándolos; sino desde dentro: llenando su vida y actuando, a través de ellos, en el mundo: “recibid el Espíritu Santo” Una bonita manera de multiplicar su presencia entre nosotros. "Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra". Estaba naciendo la Iglesia.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».


Y el barco de la Iglesia, con las velas hinchadas, se estaba haciendo a la mar: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Lo nuestro es mantener izadas las velas y el barco a punto. 
Lo demás -el timón que marca el rumbo y el viento que da el impulso- ya son cosas de Él, del Espíritu Santo, del Señor.

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