Una madre que ha seguido a su Hijo con la Cruz a cuesta.
Ella que humanamente habría querido anunciar a voz en grito la nefanda tragedia de aquel gesto deicida, en un intento de arrancar a su Hijo de las manos de sus verdugos. Ella, que en último término habría preferido suplantar a su Jesús...
¡Hasta dónde tuvo que llegar María en su amor de Madre! ¿De verdad no habrá amor más grande que el de dar la propia vida?
Son una y la misma cumbre del amor y la cumbre del dolor. Y en lo alto de esa cumbre, el ejemplo de nuestra Madre brilla ahora más luminoso aún.
¿Que pequeños somos a su lado! ¿Que son nuestras ridículas cruces frente a ese colmo de su sacrificio? ¿Que raquítico es nuestro amor ante esa cima de su amor!
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