A esta fiesta la solíamos llamar antiguamente -quiero decir, antes del Concilio- la Candelaria o Fiesta de la Purificación de la Virgen.
La Purificación de la Santísima Virgen es la fiesta instituida en memoria del díaen que Nuestra Señora fue al templo de Jerusalén para cumplir la ley de la purificación y presentar a su divino hijo Jesucristo.
Venía considerada como una de las fiestas importantes de Nuestra Señora.
Lo más llamativo era la procesión de las candelas. De ahí el nombre de Candelaria.
En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz.
Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.
Ya que se cumpliera la fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para llevar una ofrenda: un cordero y una paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios. Lo mismo pasaba con los animales primogénitos.
José y María llevaron a Jesús al templo de Jerusalén. Como eran pobres, llevaron dos palomas blancas. Al entrar al templo, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que Él sería la luz que iluminaría a los gentiles. Después, le dijo a María que una espada atravesaría su alma, profetizando los sufrimientos que tendría que afrontar.
ORIGEN DE LA FIESTA
La fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen es una de las más antiguas que celebra la Iglesia.
El año de 642, en tiempo del emperador Justiniano, se celebraba el día 2 de Febrero, en que se cumplen puntualmente los cuarenta desde el nacimiento del Niño Dios.
Llamaron los griegos a esta fiesta Hypapante, que quiere decir Encuentro, por el que tuvieron el viejo San Simeón y Santa Ana profetisa, hallándose en el templo al mismo tiempo que concurrieron en él el Hijo de Dios y su Santísima Madre.
San Gelasio I (492-496), Papa que gobernaba la Iglesia treinta años antes que Justiniano I (527-565) fuese emperador, había ya instituido en Roma esta fiesta, cuando, para desterrar la de las Lupercales ó purificaciones profanas, que celebraban los gentiles en el día 13 ó 14 de este mes.
Instituyó la de la Purificación de la Virgen con la ceremonia de las Candelas en sustitución de las impías ceremonias alrededor de sus templos, a las cuales daban el nombre de Lustraciones.
Creen algunos que el papa San Gelasio I sólo dio mayor solemnidad a esta fiesta, pretendiendo que, por lo demás, ya se celebraba en la Iglesia en el tercer siglo.
Lo cierto es que Surio, que vivía en el año de 430, habla de una fiesta muy célebre de la Virgen, que se solemnizaba entonces con gran devoción: había una fiesta en honra de la Virgen Madre de Dios, y, como era muy solemne, era grande la concurrencia de los fieles a celebrarla.
Tanta verdad es que la devoción a la Santísima Virgen fue desde los primeros siglos de la Iglesia la devoción favorecida de los fieles, así como lo es el día de hoy de todos los predestinados.
Unas iglesias le dieron a esta fiesta un marcado carácter cristológico y otras liturgias resaltaron más el carácter mariano.
Hasta el Concilio Vaticano II se celebraba como fiesta principalmente mariana.
Pero desde entonces ha pasado a ser en primer lugar Cristológica, ya que el principal misterio que se conmemora es la Presentación de Jesús en el Templo y su manifestación o encuentro con Simeón.
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