La iglesia, terminada en 1652, es obra de Mateo López y González de Araújo y se abre a la plaza que lleva el nombre del monasterio, que baja cara a ella.
La fachada de la iglesia, orientada al oeste y abierta a la plaza de San Martín, presenta portada con estructura de gran retablo de piedra dividido en tres cuerpos y tres calles separadas por columnas estriadas y está dedicada a la exaltación de la Virgen María y de la orden benedictina.
Lo primero reseñable es su magnífica escalinata ovalada, obra de Manuel de los Mártires.
Sobresalen las estatuas de la Virgen y algunos santos abades benedictinos además del óculo ovalado que presta iluminación.
Esta estructura compleja es flanqueada por dos bandas o pilastras laterales de sillería almohadillada. En el pequeño frontón se encuentra un relieve de Dios Padre.
El remate superior de la fachada es mucho más contenido pues termina en amplio frontón triangular con una estatua de San Martín de Tours.
La fachada tiene estructura de retablo y muestra las figuras de la Virgen con el niño y varios santos abades benedictinos. El Padre Eterno preside el frontón triangular. San Martín de Tours culmina el conjunto en lo alto del mismo con su representación más clásica: a caballo y partiendo su capa para abrigar a un mendigo.
se conforma con planta de cruz latina con cabecera rectangular flanqueada por sendos espacios
también rectangulares que podrían haberse diseñado como sacristías, nave única cubierta con bóveda de cañón de falsos casetones que enmascaran los nervios
y tres capillas laterales a cada lado comunicadas entre sí mediante arcos de medio punto y con igual cubierta que la nave.
CAPILLA MAYOR
La capilla mayor es de gran desarrollo, de planta rectangular y cubierta de bóveda de cañón casetonada.
Cuenta con una sillería barroca de nogal que fue realizada por Mateo de Prado entre 1639 y 1647 y denota influencia de Gregorio Fernández, los grabados de la edición romana de 1579 de Vita et miracula sanctissimi patris Benedicti y
del coro de la catedral que, paradójicamente, en la actualidad también puede admirarse en San Martiño, ubicado en el coro alto de la iglesia.
La crestería de remate fue diseñada por Diego de Romay en 1673.
La iconografía supone la exaltación de la Virgen María como destructora del pecado del mundo y en relación con el dogma de la Inmaculada Concepción, del que la orden benedictina fue una gran defensora.
y un impresionante retablo exento que, junto con los laterales en los brazos del crucero, consigue uno de los conjuntos más exquisitos del barroco peninsular.
Retablo de la capilla Mayor
Una de las características más llamativas del retablo mayor es su doble función de retablo-baldaquino con doble cara, una hacia la nave y otra hacia el coro de la comunidad monástica.
El retablo mayor (1730-1733), obra de Fernando de Casas Novoa
La bóveda es de cañón, con casetones decorados.
Destaca también el trabajo de José Gambino, que en 1760 comenzó los relieves de los laterales del presbiterio y destacan además los ambones (púlpitos), de 1772.
Se organiza mediante dos cuerpos con profusa decoración en pan de oro, con columnas salomónicas, volutas, perlados, hojas de acanto, menuda decoración vegetal… y su discurso iconográfico se articula en torno a la Asunción y la Coronación de la Virgen.
NAVE DEL CRUCERO
Con sus dos retablos, el de San Benito y el de la Virgen Inglesa, ambos de Fernando de Casas y ambos de 1742.
Nos fijaremos también el las bóvedas, los balcones y la imponente cúpula. Además, veremos los enterramientos junto al Retablo de San Benito.
Los retablos laterales,
colocados en los testeros del crucero, están dedicados a San Benito
y a la Virgen Inglesa,
que recibe ese nombre porque la tradición dice que la talla de la Virgen con el Niño que preside el conjunto, que data de ha. 1500, fue traída a Compostela por católicos exiliados de Inglaterra en tiempos de Enrique VIII; se distribuyen en tres calles y ático, con columnas salomónicas de orden gigante sobre un banco muy desarrollado. Presentan volutas, sartas de frutas, ménsulas, cintas y están rematados por frontones semicirculares partidos de los que emerge una forma piramidal.
Tumbas del Crucero
La antigua práctica de inhumación en el interior de las iglesias se mantuvo en el periodo barroco a pesar de las reiteradas prohibiciones de la Iglesia Católica. Los espacios preferidos por los fieles para ser enterrados eran los cercanos al altar: el coro y el crucero. Así, el difunto era sepultado en suelo sagrado y, de algún modo, “participaba” en las ceremonias litúrgicas que celebraban los vivos.
La iglesia de San Martín Pinario no sólo era el lugar de culto de los monjes, sino que también cumplía la función de cementerio para los miembros de la comunidad benedictina.
En su interior se distinguen tres espacios funerarios bien diferenciados: el coro, el crucero y la capilla del Socorro; cada uno de ellos con una función distinta.
La profundidad del ábside de la iglesia y la necesidad de salvar el desnivel del terreno motivaron la construcción de una cripta bajo el coro, que fue utilizada como osario. Su ubicación no sólo reponde a una cuestión funcional, sino también simbólica, ya que los monjes celebraban en el coro el Oficio Divino.
El crucero es el espacio funerario más significativo de la iglesia de San Martín Pinario.
La mayor parte del solado son losas tumbales cuadradas que corresponden a sepulturas anónimas, a las que únicamente se les asigna un número. Se trata de un cementerio para los profesos del monasterio.
No obstante, esta norma del anonimato se rompe en varias lápidas colocadas a los pies del retablo de San Benito.
Allí se encuentran las laudas de varios abades del siglo XVII: Gaspar Vaca de Bazán, Miguel de Luxán y José de Guzmán.
Tampoco faltan en el crucero los enterramientos de miembros de la nobleza compostelana de finales del siglo XVII, como la tumba de don Francisco de Lamas Carballido Sotomayor.
La capilla del Socorro es uno de los últimos espacios funerarios utilizados en la iglesia, especialmente tras la exclaustración de los monjes, cuando se convirtió en parroquia de San Juan. Allí se encuentran, entre otros, los restos de uno de los últimos profesos que tomaron el hábito benedictino en San Martín: fray Pablo Martínez Moreno.
Esta práctica de la inhumación dentro de los templos fue totalmente prohibida por las autoridades civiles y eclesiásticas desde mediados del siglo XIX, utilizándose para ello los cementerios parroquiales y municipales.
LAS CAPILLAS
A la nave se abren seis capillas laterales que se comunican entre sí y tienen el mismo tipo de bóveda que la nave.
Todas las capillas muestran retablos añadidos en el siglo XVIII.
Todas fueron construidas a lo largo del siglo XVIII
Las del lado derecho son la de Santa Catalina (1763),
la de Nuestra Señora del Socorro (1739)
La más significativa es la Capilla de la Virgen del Socorro, segunda a la derecha, de diseño atribuido a Fernando de Casas y Novoa, el arquitecto de la fachada del Obradoiro de la catedral, un espacio centralizado decorado con materiales policromados y jaspes de suntuosa apariencia cubierto con cúpula casetonada sobre pechinas.
y la de Santa Escolástica (1773-1777).
Las de lado izquierdo:
capillas de San Bernardo (1786),
de Santa Gertrudis “La Magna” (1784)
y del Cristo de la Paciencia (1784).
El crucero
se ilumina por medio de una cúpula en media naranja.
El crucero fue cubierto por Bartolomé Fernández Lechuga con una impresionante cúpula nervada sobre pechinas sin tambor y con doce ventanas en el arranque que dan la sensación de que está flotando en el aire, conformando el ámbito predilecto para los enterramientos.
La nave cuenta con un balcón volado corrido desde el coro alto hasta el crucero apoyado en ménsulas con decoración vegetal y antropomórfica de cuestionada autoría, pues algunos autores lo relacionan con fray Tomás Alonso, pues las ménsulas son muy similares a las que realizara en la fachada del Hospital de los Reyes Católicos, y otros dicen que es obra de fray Gabriel de las Casas, que se sabe que en 1685 estaba trabajando en San Martín.
MUSEO
En la actualidad parte del conjunto conventual está habilitado como museo de arte religioso. La exposición permanente está formada por 12 salas distribuidas en varios pisos con colecciones de pintura, escultura, orfebrería, plantas de grabados, vestiduras litúrgicas, restos arqueológicos, fondos bibliográficos… y en el recorrido pueden visitarse la antigua imprenta, la botica, la capilla de las reliquias… Actualmente, este edificio tiene una parte habilitada como museo de arte religioso, al que se accede por la puerta de la iglesia de San Martín, y que se distingue como uno de los mejores de la comunidad.
Se pueden visitar, además del propio templo, la statio (antesacristía), la sacristía, la antigua imprenta, la botica, la capilla de las reliquias (theca) o el coro renacentista de la catedral de Santiago de Compostela, así como diversas colecciones de orfebrería, marfiles o vestimentas litúrgicas.
La sacristía se levanta en el lado norte de la iglesia. Fue comenzada por fray Gabriel de las Casas a fines del siglo XVII y concluida por Fernando de Casas y Novoa en 1740. Es de planta de cruz griega con cubierta de bóvedas de cañón en los brazos y cúpula central de casetones.
Como parte del complejo se ha habilitado como museo, aquí pueden verse una serie de figuras del citado Monumento de Jueves Santo ubicadas sobre los pilares y en el arranque del entablamento sobre el que se apoyan las bóvedas: los Cuatro Evangelistas y las Virtudes Cardinales y Teologales.
Desde la sacristía parten unas escaleras de acceso al coro alto, sustentado por una bóveda plana casetonada que alterna piedra y madera imitando piedra para aliviar su peso.
Alberga el coro renacentista de la catedral de Santiago, desmontado de su emplazamiento en el centro de la nave principal y trasladado aquí en la década de 1945, nuevamente trasladado a la iglesia coruñesa de Santa María de Sobrado dos Monxes en la década de 1970 y de nuevo en San Martiño desde 2004, tras un proceso de restauración.
Otra de las salas incorporadas al circuito del museo es la antigua botica. Antes del siglo XV la atención sanitaria recaía, fundamentalmente, en los monasterios. Así, en todas las comunidades monásticas existía un monje boticario que cultivaba y recolectaba hierbas y plantas medicinales con las que elaboraba sus remedios.
La botica de San Martín
está documentada desde fines del siglo XVI, siempre regentada por un monje de la comunidad. Al principio atendía a la comunidad y, esporádicamente, a algún peregrino o enfermo pobre. Pero a mediados del siglo XVII se abrió al público y a comienzos del XIX se trasladó al ala izquierda de la fachada principal del monasterio para permitir el acceso desde el exterior, en lo que se conoció como la botica nueva.
http://viajarconelarte.blogspot.com/2012/11/santiago-de-compostela-i-san-martino.html
http://1000-lugares-en-galicia.blogspot.com/2016/12/iglesia-san-martin-pinario-crucero-dos-retablos-santiago-de-compostela.html
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