MADRE VEN ESTUVO EL 39 DE ABRIL EN ESTA CAPILLA
Es una construcción independiente dentro del conjunto de naves de la Catedral.
La Santa Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es un templete barroco construido por Ventura Rodríguez entre 1750 y 1765 en el interior de la Basílica del Pilar para alojar la columna (el «pilar») sobre la que, según la tradición, se apareció María a Santiago en el año 40, y la imagen de la Virgen que sostiene.
La capilla que diseñó Ventura Rodríguez como joyel que realzara la imagen de la Virgen, supuso una de las obras maestras de la arquitectura barroca española.
En ella, con materiales de gran nobleza, se da una completa integración de la escultura y la arquitectura. Dirigió las obras José Ramírez de Arellano —artífice también de los grupos escultóricos del interior—, ya que Ventura Rodríguez solo estuvo en El Pilar en dos ocasiones.
El espacio está concebido como un baldaquino dentro del templo y está situado bajo el segundo tramo de la nave central. La planta es curvilínea de cruz griega de remates redondeados en planta, cubierta por una cúpula central elíptica, sobre un entablamento que discurre sinuoso en una línea de cuatro lóbulos.
La cubierta se perfora en transparentes que dejan pasar la luz y se adorna todo el conjunto con esculturas exentas en las cornisas y grupos escultóricos en relieve según un programa que incluye la necesidad de realzar la camarilla de la Virgen, situada fuera del eje a la derecha del espectador. Los juegos de curvas y volúmenes están en deuda con la obra de Bernini y Borromini, con la arquitectura bizantina, el rococó y el neoclasicismo.
Constituye un espacio, amplio e íntimo a la vez, integrado en el templo pero con escala particular. Está realizado en estilo barroco clasicista, con cúpulas recortadas, rompimientos de gloria, entablamentos curvados, y numerosas esculturas y medallones de mármol.
El espacio está concebido como un baldaquino dentro del templo y está situado bajo el segundo tramo de la nave central.
Constituye un espacio, amplio e íntimo a la vez, integrado en el templo pero con escala particular. Está realizado en estilo barroco clasicista, con cúpulas recortadas, rompimientos de gloria, entablamentos curvados, y numerosas esculturas y medallones de mármol.
El espacio está concebido como un baldaquino dentro del templo y está situado bajo el segundo tramo de la nave central.
La planta es curvilínea de cruz griega de remates redondeados en planta, cubierta por una cúpula central elíptica, sobre un entablamento que discurre sinuoso en una línea de cuatro lóbulos.
La cubierta se perfora en transparentes que dejan pasar la luz y se adorna todo el conjunto con esculturas exentas en las cornisas y grupos escultóricos en relieve según un programa que incluye la necesidad de realzar la camarilla de la Virgen, situada fuera del eje a la derecha del espectador. Los juegos de curvas y volúmenes están en deuda con la obra de Bernini y Borromini, con la arquitectura bizantina, el rococó y el neoclasicismo.
La cúpula ovoide perforada,
al que se añaden en los cuatro lados, a modo de brazos de una planta de cruz griega redondeada, otros cuatro cuerpos más pequeños que rematan en cúpulas de cuarto de naranja. Los del atrio y presbiterio son elípticos y los de los lados de planta semicircular. De ese modo, el peso de la cúpula central calada es contrarrestado por las cuatro semicúpulas de los cortos brazos que descargan su peso en muros y columnas al pavimento de la catedral-basílica.
El espacio central se abre al exterior a través de tres pórticos curvos en los que se alzan columnas corintias exentas y adosadas que contribuyen a sustentar la estructura apoyada en entablamentos curvos y pechinas entre las cúpulas de cuarto de naranja.
El espacio interior
se divide en dos, un presbiterio en el muro frontero cerrado en que se sitúa, a la derecha del espectador, el nicho la columna venerada —o «pilar»— sobre la que descansa una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en madera sobredorada de 1438; y por otro lado, el espacio restante dedicado a los fieles, que se extiende a los dos lados y al frente mediante espacios abiertos entre columnas en los pórticos. Todo el conjunto recibe ornamentación de relieves escultóricos y estatuas exentas.
Uno de los mayores problemas de este espacio es conseguir realzar la imagen de la Virgen sobre la columna que, por razón de la tradición, debía permanecer en el mismo lugar en el que se supone que se apareció a Santiago y en el que estuvo desde que hay noticia.
La imagen venerada se encuentra escorada y cercana a uno de los enormes pilares de la Basílica. Para ello, Ventura Rodríguez dispuso todo un complejo programa iconográfico escultórico en el muro cerrado del presbiterio que dirigiera la atención del espectador hacia el nicho sagrado.
LA VIRGEN DEL PILAR
La talla de la Virgen en madera dorada mide treinta y ocho centímetros de altura y descansa sobre una columna de jaspe, resguardada esta por un forro de bronce y plata y cubierta por un manto hasta los pies de la imagen, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie.
En la fachada posterior de la capilla se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar a la Santa Columna a través de un óculo abierto al jaspe.
Se trata de una escultura de estilo gótico tardío franco-borgoñón de hacia 1435 atribuida a Juan de la Huerta, imaginero de Daroca.
En cuanto a su iconografía, se observa a María coronada y con túnica y manto, que recoge con su mano derecha, contemplando a Jesús niño que agarra el manto de su madre con la mano derecha y un pájaro con la izquierda.
La columna está cubierta por un manto hasta los pies de la imagen, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie.
El rostro de la Virgen posee ternura y el niño puede haber sido objeto de una restauración poco cuidadosa. Probablemente fue una imagen donada por Dalmacio de Mur con el mecenazgo de Blanca de Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que aquejó a la reina por entonces
Entrepaños central e izquierdo
Para llevarlo a cabo, José Ramírez de Arellano ejecutó dos relieves en los entrepaños central e izquierdo de la pared frontera. En el central representó la Venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza en el que María en gloria señala con su brazo derecho en diagonal abajo, hacia el camarín del Pilar, mientras que con su mirada y rostro girado hacia el lado contrario, conecta con otro relieve del mismo escultor,
Santiago y los convertidos, con el cuerpo de la figura central del apóstol en contraposto y la cabeza mirando hacia la Virgen de la Venida. El juego de miradas y gestos relaciona los grupos y recorre todo el muro de cabecera de izquierda a derecha y de abajo a arriba, hasta caer abajo a la derecha donde se halla la columna de jaspe recubierta de plata y la talla de la Virgen.
Esta solución permite que la pequeña imagen de treinta y ocho centímetros de altura, realzada por una corona de orfebrería y dispuesta sobre la columna arropada con un manto, alojada a su vez en un camarín o nicho de mármol verde decorado con estrellas de oro y piedras preciosas, atraiga la atención del espectador.
GRUPO ESCULTÓRICO DE SANTIAGO Y LOS CONVERTIDOS
También materializado en mármol de Carrara, se encuentra a la izquierda del altar.
Representa a Santiago el Mayor y los siete convertidos a los que se apareció la Virgen Indalecio, Eufrasio, Tesifonte, Torcuato, Hesiquio, Cecilio y Segundo.
Todos los personajes contemplan la venida de la Virgen María a Zaragoza. Ambos grupos fueron tallados por el taller de Ramírez de Arellano, que supo dar a la composición una solidez y un equilibrio entre las expresiones de los rostros de las figuras y la disposición de las telas y túnicas, procurando que el resultado sea a la vez decoroso y efectista.
PARTE TRASERA
En la fachada posterior de la capilla se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar a la Santa Columna a través de un óculo abierto al jaspe.
A la parte posterior de la Virgen del Pilar se encuentra el humilladero o adoratorio de la columna, un nicho en el que se abre un óvalo por donde se accede a la superficie de jaspe del objeto venerado. Ingresando en él, los fieles tienen la costumbre, desde la Edad Media, de besar o tocar el jaspe de culto, ya convertido en una oquedad por el desgaste que le ocasiona este rito.
e Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que aquejó a la reina por entonces
En cuanto a la decoración exterior,
aparecen esculturas exentas sobre los frontis de los accesos: ángeles jóvenes y putti de gran variedad en sus gestos e imágenes de santos, como San Jerónimo penitente y San Isidoro de Sevilla, esculpidos por Manuel Álvarez de la Peña. José Ramírez también se ocupó de otras figuras: San Braulio de Zaragoza o San Beda. Carlos Salas Viraseca creó por su parte las de San Julián y Beato de Liébana.
También Carlos Salas realizó relieves en la cara externa de los muros: La Soledad, La Dolorosa, Coronación de la Virgen y una alegoría: La Iglesia, la Monarquía y la Nación ante el Pilar de Zaragoza, todas ellas obras en mármol blanco.
Sin embargo, el más monumental de estos relieves es el que se sitúa en la parte posterior del trasaltar de la Capilla, un relieve que Ventura Rodríguez pensó que fuera el del nuevo altar mayor de la Catedral, una vez eliminado el Retablo de Damián Forment, extremo que no se llegó a aceptar.
Se trata de la Asunción de la Virgen, del mismo Carlos Salas. Una obra delicada y expresiva avalada por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y que costó en 1767 setenta y dos mil reales de vellón.
En las caras internas de la Santa Capilla también aparecen medallones con relieves en mármol blanco. De izquierda a derecha conforme se accede al tabernáculo desde su acceso central, aparecen: Nacimiento de la Virgen, Presentación en el Templo, Desposorios de la Virgen con San José —de Manuel Álvarez de la Peña—; Anunciación, Visitación, Encarnación del Verbo, Presentación de Jesús en el Templo e Inmaculada —estas de Carlos Salas—
Las pechinas de transición entre las semicúpulas y la cúpula central van decoradas asimismo con relieves de José Ramírez, Joaquín Arali, Lamberto Martínez Lasanta y Juan Adán, y los estucos de Juan de León y León Lozano,
que se encargaron de la transición de yeserías con imitación de mármol de los relieves hacia el resto de las estructuras arquitectónicas. Todos ellos eran oficiales del taller de los Ramírez. La ornamentación se completó con dieciséis puertas de madera de nogal tallada, que cubren los vanos (unos reales y otros no practicables) situados a los lados de los pórticos.
Sobre el templete podemos ver la cúpula que entre 1752 y 1753 pintó al fresco Antonio González Velázquez, con el tema de "La Venida de la Virgen a Zaragoza" y la "construcción de la primitiva Santa Capilla por Santiago y los convertidos a las orillas del Ebro".
CAMERINO DE LA VIRGEN
Es sin duda a parte más importante de la Santa Capilla, el punto de convergencia de todos los fieles y todas las miradas, así como el punto en torno al cual se organiza toda la decoración y el programa iconográfico de la capilla.
La imagen de la Virgen sobre la Santa Columna se ubicó en el interior de un camarín de plata con un fondo de mármol verde de la isla de Tinos tachonado de estrellas, conformadas con joyas proporcionadas por los devotos.
Sobre el dosel de plata del camarín, una imagen de San Miguel en plata y con incrustaciones de marfil, flanqueado por sendos ángeles de plata con candelabros en los brazos y que fueron donados por Felipe II.
El interior del templete está recubierto de estuco dorado en las cubiertas perforadas que permiten ver las pinturas de Antonio González Velázquez en la cúpula que cubre la Santa Capilla.
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