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sábado, 20 de septiembre de 2025

DOMINGO XXV

 

DOMMINGO

“ No podéis servir a Dios y al dinero ”



según San Lucas 16, 1-13 

El Evangelio de este domingo, parece sacado de ese ambiente común que domina nuestro mundo, que elogia al que es hábil para robar y enriquecerse. Los astutos, como el administrador injusto del texto, son felicitados por el amo: “los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Lo tienen claro.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. 

 Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. 

 El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.

 Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. 

 Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él contestó: “Cien fanegas de trigo”. Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. 

 Los que son sólo hijos de este mundo se entregan a estos asuntos en cuerpo y alma, y, por obtener este género de bienes, no sólo “usan” el dinero, sino que se inclinan ante él como si fuese Dios; no se sirven de él, sino que “lo sirven”: se hacen siervos del dinero y de los bienes que desean poseer. 

Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. 

 En cambio, si somos hijos de la luz, entonces estamos llamados, no a inhibirnos de estas dimensiones de nuestra vida (también somos hijos de este mundo), sino a llevarlos a la luz, a iluminarlos con la sabiduría que proviene de Dios, a usarlos sin entregarles nuestro corazón ni hacernos servidores suyos.

 Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

 El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. 

 Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿ quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? 

 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. 

No podéis servir a Dios y al dinero». 

La Palabra de Jesús es tajante: "no podéis servir a Dios y al dinero". Se trata de un enemigo peligroso. Descubrir su juego, vencerlo en toda regla, ponerlo al servicio de los valores del reino: he ahí el serio deber de todos los que seguimos a Jesús. No nos confundamos, Jesús no alaba esa astucia deshonesta en la que el fin justifica los medios, cualesquiera que estos sean de este administrador injusto.


Jesús nos quiere astutos, sagaces, inteligentes, con nuestra gente si es que somos hijos de la luz. Así como hay que tener habilidad para “salvarse” de las situaciones apuradas en que nos pone la vida. 


Es en el trato con estos bienes, reales, pero no definitivos, donde se pone a prueba si somos realmente hijos de la luz o sólo hijos de este mundo.

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