del santo evangelio según san Juan 5, 31-47
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
“ El amor de Dios en vosotros. ”
Palabras duras de Jesús en este Evangelio. Encontramos a Jesús hablando muy fuerte a los judíos. No han entendido quien es El, ni lo que dice y sobre todo lo que hace. Sus obras son las que atestiguan el Reino que está implantando. Pero los judíos no están entendiendo la novedad de Reino. No entienden algo fundamental: que El, Jesús, está actuando, dejando actuar a Dios a través de Él.
¿Cómo leemos y profundizamos nosotros la Palabra? A veces de forma rutinaria, sin entender, sin estudiar con otros, en grupo para poder tener una interpretación lo más acertada posible con ayuda de todos. La Palabra no es lo que está en el libro. La Palabra tiene que ser VIDA en nosotras, para que esa Palabra actúe, nos interpele y nos empuje a actuar.
Puede suceder que a veces, actuamos por nuestra cuenta, queriéndonos adjudicar méritos sin dejar actuar a Dios en nosotros y nosotras. Y haciéndolo así, no estamos dejando que se vea la actuación de Dios. No estamos dejando crecer el Reino
El Amor de Dios, que está en toda persona, ha de ser siempre motor de nuestras actuaciones, de nuestras palabras, de nuestras intervenciones en el vivir de cada día. Y para que eso sea así, no nos podemos despistar.
"Mis obras dan testimonio de que el Padre me ha enviado". En el momento de la Cruz, el enviado será objeto de burla. Pues he aquí "la obra "que autentifica su misión: una vida entregada hasta el final.
La Cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado fuera de las murallas de la ciudad, injustamente condenado.
Una cruz plantada en el corazón del mundo. Los que la miran quedan salvados. No te canses de mirarlo en la cruz.
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