YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 31 de enero de 2025

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ ¿Por qué tenéis miedo? ”



El poder de Jesús no tiene límites: domina las fuerzas de la naturaleza, el cuerpo y alma de los hombres.

según san Marcos 4, 35-41 

Aquel día, al atardecer, dice Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. 

Se levantó una fuerte tempestad y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba en la popa, dormido sobre un cabezal. 

En medio de la tempestad, Jesús estaba dormido en la popa sobre un almohadón, mientras los discípulos remaban desesperadamente. Imagen ésta que refleja bien cómo nuestra situación en ciertos momentos de la vida: mientras nosotros hacemos esfuerzos desesperados por salir de un peligro y sabemos que el Señor está a nuestro lado, nos resulta difícil rechazar el pensamiento o la tentación de imaginar que a Jesús no le importa que nos hundamos.

Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».

 Se puso en pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, enmudece!». El viento cesó y vino una gran calma.

Pero sí le importa. La prueba de que le importa es que está embarcado en la misma barca que nosotros y sacudido y sacudido por la misma tempestad. El Hijo de Dios se metió en nuestro mundo de alegrías y también de sufrimientos e injusticias. Y fue zarandeado como pocas personas lo han sido.

 Él les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».

Si se ha embarcado con nosotros, es precisamente para que no nos hundamos. Pero no nos dice hasta cuándo durará la tempestad ni cuándo llegará la calma.

 Se llenaron de miedo y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!».


Y nos dirige la misma pregunta que aquél día: ¿Por qué sois tan cobardes? Aún no tenéis fe?
Señor, estoy demasiado metido en las cosas del mundo, en los trabajos de cada día, en los problemas de siempre. 
Y necesito oír tu palabra que me dice: “Pasemos a la otra orilla”. Es la orilla de la fe, del amor, de la paz. Es la orilla donde yo me encuentro con Dios en la oración. Y quiero agradecerte, Señor, tu invitación: No me has dicho: ¡Pasa a la otra orilla! Sino “pasemos”. Sin ti, todo me asusta, todo me da miedo. Contigo siempre estoy dispuesto a pasar “a la orilla” que me quieras llevar.

VIERNES

“ La semilla germina y va creciendo ”


Las parábolas que se nos comunican hoy nos invitan a seguir trabajando en la construcción del Reino, aunque a veces no veamos los frutos de la siembra

según san Marcos 4, 26-34 

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

Son una invitación a no estar ansiosos o dependientes de los supuestos éxitos o de inmediatas respuestas a nuestros esfuerzos.

Se nos presenta por partida doble para abundar en la virtud de la paciencia, tan ligada a la humildad y, en última instancia, a la esperanza.

 La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. 

El Reino crece, lentamente, ocultamente, y cuando menos lo esperamos vemos sus frutos. Hoy más que nunca debemos tener confianza y creerle a Dios, pues no somos nosotros quienes hacemos crecer la semilla, sino Él.

Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». 

Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? 

Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». 

También hay que aguardar con paciencia que el grano de pimienta se convierta en un frondoso arbusto bajo cuyas ramas cobijarse

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. 

Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

La construcción del reino de Dios también precisa de santa paciencia, de esa espera confiada en que la siembra produzca su fruto llegado el momento. Pero sin angustiarse de que no lo veamos crecer ni, mucho menos, segar.


A veces nos cohibimos de sembrar pensando que nuestra “semilla” es pequeña, no nos atrevemos a anunciar el Reino de Dios, porque “tenemos poco que decir”. 

Ninguna semilla es demasiado pequeña. Si hemos recibido la Palabra de Dios anunciando el Reino, tan solo tenemos que arriesgarnos, atrevernos a regar la semilla. No olvidemos que esa Palabra tiene poder creador, capaz de hacerla germinar aún en las condiciones más desfavorables

JUEVES




según san Marcos 4, 21-25 

En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío: «¿Se trae la lámpara para meterla debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerla en el candelero?

Las buenas noticias no se pueden silenciar, la buena noticia de Jesús hay que extenderla a los cuatro vientos para que alegre el corazón a cuanta más gente mejor y les haga saborear la felicidad que todos deseamos.

 No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz.

 El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

Jesús quiere que vivamos la fe con tal limpieza y transparencia; que nunca tengamos nada que ocultar. Lo que más convencía al pueblo que seguía a Jesús era la coherencia. Entre lo que predicaba y lo que vivía nunca había ningún desajuste. Eso le diferenciaba de los fariseos hipócritas que compaginaban perfectamente la doble vida.


He tenido la suerte de creer, no me guarde esta fe en el corazón encerrándola con llave. Que yo no me conforme con la luz que entra por la ventana de mi casa, sino que salga fuera, la comparta con los que viven en la calle y en la plaza, y la disfrute con todos en el corazón de la vida.

MIERCOLES

“ El sembrador siembra la palabra ”



según san Marcos 4, 1-20 

El mar, la barca y las playas son substituidos por estadios, pantallas y modernos medios de comunicación y de transporte. Pero Jesús es hoy el mismo de ayer.

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó, y el gentío se quedó en tierra junto al mar. Les enseñó muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: 

«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. 

. El sembrador tiene que salir, no puede quedarse en casa. La semilla que no se siembra no puede producir fruto. Y lo propio del cristiano es “salir”. Iglesia en salida no es un invento del Papa Francisco. Iglesia en salida es la Iglesia pensada y querida por Jesús. “Id y haced discípulos a los habitantes de todas las naciones

Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. 

Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio grano. 

El resto cayó en tierra 

buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

 Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga». 

El que siembra debe sembrar con alegría, con ilusión, con la esperanza de que esa semilla dará su fruto. Y lo sembró todo. Sembró la buena tierra y la mala. Sembró los caminos y los cardizales. Por parte del sembrador, que no quede.

Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: 

«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”». 

Dios, el sembrador, ¿cómo actúa en nuestras vidas? Dios, nos dice Jesús, confía en nosotros porque nos ama. Nos conoce muy bien y, pese a ello, confía en que su acción en nosotros encuentre respuesta, “responsabilidad”. Como buen sembrador va esparciendo la semilla que es su Palabra.

Esa Palabra que no es otro que el mismo Jesucristo. Una vez que la semilla ha sido depositada en el surco, se convierte en algo vivo que tiene su propio desarrollo dependiendo del cuidado que cada persona le proporciona

Y añadió: «¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás?

 El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. 

Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. 

Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril.

 Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

La escena es totalmente actual. El Señor no deja de “sembrar”. También en nuestros días es una multitud la que escucha a Jesús por boca de su Vicario —el Papa—, de sus ministros y... de sus fieles laicos: a todos los bautizados Cristo nos ha otorgado una participación en su misión sacerdotal. 

Hay “hambre” de Jesús. Nunca como ahora la Iglesia había sido tan católica, ya que bajo sus “alas” cobija hombres y mujeres de los cinco continentes y de todas las razas. 

Él nos envió al mundo entero (cf. Mc 16,15) y, a pesar de las sombras del panorama, se ha hecho realidad el mandato apostólico de Jesucristo.


Hoy, Señor, vengo a la oración con un deseo: el deseo de que Tú, deposites en mi corazón la semilla de la fe, la semilla de la alegría, la semilla del amor. Y, una vez que hayas depositado la semilla, necesito que te quedes ahí dando energía para que esa semilla crezca y se convierta en una espiga doblada por el peso de los granos. Y todavía necesito que me ayudes a repartir esa buena semilla en otras personas. Si la semilla se queda en el granero no puede dar fruto.

MARTES

“ ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ”




san Marcos 3, 31-35

En el uso lingüístico hebreo y arameo se aplicaba el termino “hermano” a los primos y parientes próximos,

En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenia sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».

 Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

La respuesta dada por Jesús a su propia pregunta no hay ningún menosprecio por su madre, María, sino que, se evidencia la prioridad que ha de tener el reino de Dios incluso sobre los vínculos familiares.

 Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.

Al proclamar Jesús como familiar suyo a todo el que cumple la voluntad de Dios, muy lejos de rechazar a su propia madre María, está ensalzándola. 

Porque ella fue la primera que cumplió la voluntad de Dios en su vida con su “HAGASE”. Y nadie mejor que ella busco e hizo suya la voluntad de Dios. “Que se cumpla en mí tu palabra”.

El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».

Pero Jesús les para los pies con dulzura: sin ofender, pero dejando bien claro que su madre y sus hermanos son los que obedecen la voluntad del Padre. 

Esa es, desde entonces, la piedra de toque de la verdadera filiación como hijos de Dios.



 Hacer la voluntad de Dios es el único camino para convertirse en hermano de Cristo.


LUNES

“ El que blasfeme contra el Espíritu Santo ”


según san Marcos 3, 22-30

A Jesús le están dando palos por todas partes. Le cuestionan todo y van a la yugular. Lo acusan de pertenecer a la esfera del mal, que sus obras por muy buenas que parezcan vienen del reino del Mal

Le disputan a Jesús su obra, imputándola a Satanás en vez de a Dios. Pero el Señor, que lee los corazones de sus oponentes dialécticos, le da la vuelta al argumento con sutileza: si los prodigios que observan son obra de Belzebú, entonces es que le queda poco de reinado al príncipe de este mundo puesto que está contra sí mismo

 En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». 

El reino de Dios está presente y al hacerse presente inaugura un tiempo nuevo en el que el pecado, el mal que es propio de Satanás, está siendo vencido.

Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. 

Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. 

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». 

Quien niega el amor implícito que trae la Trinidad es quien merece la condena eterna. Blasfemar contra el Espíritu Santo es tanto como negar su capacidad para convertir el corazón propio y volverlo hacia Dios.

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.


Jesús con su palabra y obra está dando por finalizado el poder del mal en la vida de los hombres. El mal tiene ya fecha de caducidad.
 Ahora bien, hay que optar, la vida siempre nos obliga a tomar partido. Los maestros de la ley con su sabiduría han hecho su opción, han decidido no crecer, no aceptar la novedad del Reino,.
 En cambio, Jesús se ha puesto de parte de la vida y nos recuerda la otra cara de la elección: el sacrificio que nunca es gratuito. Lo que en última instancia se elige es ser más, ser mejor. Y Jesús optó por un determinado estilo de vida, y eso le costó la vida misma: su vida estuvo tejida de múltiples sacrificios y la cruz es la firma final con la que él rúbrica su proyecto de amor.
Jesús con su palabra y obra está dando por finalizado el poder del mal en la vida de los hombres. El mal tiene ya fecha de caducidad.
 Ahora bien, hay que optar, la vida siempre nos obliga a tomar partido. Los maestros de la ley con su sabiduría han hecho su opción, han decidido no crecer, no aceptar la novedad del Reino,.
 En cambio, Jesús se ha puesto de parte de la vida y nos recuerda la otra cara de la elección: el sacrificio que nunca es gratuito. Lo que en última instancia se elige es ser más, ser mejor. Y Jesús optó por un determinado estilo de vida, y eso le costó la vida misma: su vida estuvo tejida de múltiples sacrificios y la cruz es la firma final con la que él rúbrica su proyecto de amor.

 DOMINGO

“ Me ha enviado para dar la Buena Noticia ”


El Evangelio de hoy tiene dos partes. La primera es la introducción al Evangelio; la segunda, ya en el capítulo 4º, el comienzo de la vida pública de Jesús.

según San Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21 

Ilustre Teófilo: 

Así comienza Lucas su libro, dividido en dos partes: Evangelio y Hechos de los Apóstoles. Lo dedica al ilustre (Evangelio) o querido (Hechos) Teófilo. Teófilo significa amado de Dios; por eso podemos decir que la dedicatoria es para todos nosotros.

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmiteron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. 

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. 

Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. 

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. 

El punto de partida para el mejor conocimiento de la Escritura es la persona de Jesús. Siglos antes de su nacimiento, el profeta Isaías ya le había preparado su programa de vida: Ungido para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor. Pobres, cautivos, ciegos, oprimidos… No es difícil identificarse con alguna de estas palabras.

Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. 

Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».

 Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. 

Nosotros leemos y oramos los mismos textos que Jesús leyó y oró. Intentemos leer y orar el Antiguo Testamento desde el Nuevo; con el Espíritu de Jesús. Leer y orar la Escritura es el mejor medio para identificarnos con el pensar y el sentir de Jesús.

 El texto de Isaías es la clave perfecta para entender la vida y misión de Jesús. Y para entender lo que debe ser la vida y misión de quienes seguimos sus pasos. La mística de ojos cerrados, para ser auténtica, debe ir acompañada de la mística de ojos abiertos. La auténtica interioridad se pone de manifiesto en la más exquisita atención a los prójimos. O todo será un espejismo.

Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Los nazarenos no aceptan que la profecía de Isaías tenga perfecto cumplimiento en el hijo del carpintero. Nosotros sí lo aceptamos, aunque a medias. Para que la aceptación sea plena, la Escritura debe ser, como para Jesús, compañera de oración y de vida.


“En Nazaret se encontraron, frente a frente, dos maneras de entender a Dios y su acción en la historia, de entender la fe y la religión. La primera, la de los nazarenos, busca la acción espectacular de Dios y olvida las responsabilidades históricas del ser humanas; cree en un Dios paternalista y nacionalista; y es una religión deshumanizada, milagrera y vengativa. La segunda, la de Jesús, subraya la acción de Dios, pero de un Dios encarnado en el ser humano, al punto que el hombre se transforma en sujeto de su propia liberación, consciente de la presencia del Espíritu dentro de él; y es una religión liberadora, universalista, anunciadora de la gracia y guiada por el Espíritu, que logra cambiar a cada uno y cambiar las estructuras”. (F. Ulibarri)






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