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domingo, 12 de enero de 2025

EVANGELIO DEL BAUTISMO DE JESUS

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 15-16. 21-22 


 Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco». 

Con el Bautismo del Señor finaliza el tiempo de la Navidad. Esta fiesta se enmarca dentro de la serie de las manifestaciones (epifanía) del Señor. El 6 de enero se manifestaba Jesús como rey a los Magos de Oriente y hoy es el mismo Padre Dios el que lo presenta como su Hijo, legitimando así la misión que viene a desempeñar su enviado.

La Navidad termina hoy con la fiesta del Bautismo del Señor.

Termina viendo a Jesús ponerse a la fila de los pecadores para recibir el bautismo de Juan por el agua del Jordan. Entra en la fila de los necesitados, del pueblo llano, de los que tienen que esperar su turno en todas “las ventanillas” del mundo, de los que nadan pueden exigir. Entra en la fila de los pobres. Viene a salvar, sí. Pero no con una salvación importada, postiza; sino desde dentro. 

Lucas nos destaca las líneas fundamentales de la vida de Jesús: unión en oración con el Padre, unión con los hombres que aceptan la conversión, presencia del Espíritu como comunicación de la fuerza salvadora de Dios.

“Tú eres mi Hijo, el amado, en ti me complazco”.

Dejando que resuene en todo nuestro ser las únicas palabras, la voz potente y suave de Dios declarando su amor por su Hijo y por cada uno de nosotros. Escuchar esa voz en el fondo de nuestro corazón nos dará la fuerza necesaria para afrontar el camino de la vida. Si Dios te ama, si está contigo ¿a quién o a qué temeremos? Esta es la fuerza de nosotros los débiles. Este es el regalo inmenso que Dios nos ofrece en el bautismo, nos hace HIJOS y no de cualquier manera: somos hijos AMADOS. Necesitamos escuchar esta voz, necesitamos poner mirada atenta, oído vigilante a Jesús, a su vida y a su Palabra, pues solo así creceremos y viviremos verdaderamente como hijos de Dios. ¡Renueva hoy tus promesas bautismales! ¡Vive con más pasión y entrega tu bautismo, tu ser hijo y entonces, te lo aseguro, serás feliz.



Hoy es un gran día para renovar nuestro bautismo y darle muchas gracias al Señor por el gran regalo que nos ha hecho, introduciéndonos en su familia, la de los hijos de Dios. 


Siempre me ha impresionado en esta festividad contemplar a Nuestro Señor haciendo cola entre los pecadores, pasando como uno de tantos, él que no cometió pecado, todo un Dios entremezclado con los que nada cuenta, con los marginados, sin querer privilegios, estando en la fila con paciencia, sabiendo esperar su turno, me impresiona este Dios que rompe todos los esquemas de este mundo, no quiere privilegios, no busca honores, le da igual que lo confundan, pasando como uno de tantos, mezclado entre los pecadores.





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