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martes, 17 de septiembre de 2024

LA IMPRESIÓN DE LAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO DE ASIS

La Impresión de las llagas de San Francisco de Asís. 

Conmemora hoy toda la iglesia el VIII centenario de la Impresión de las llagas de San Francisco de Asís. 

Según la tradición franciscana este hecho real ocurrió el día 14 de septiembre, como ese día se celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la festividad se traslada al día de hoy. 



La impresión o estigmatización, signo de unión con Cristo, se ha manifestado en muchos santos y beatos de la Iglesia Católica, siendo el primero y más famoso, el caso de San Francisco y el último reconocido, el de uno de sus hijos: San Pío de Pietrelcina. En San Francisco se da cuando parece que todos sus proyectos habían fracasado y cuando se encontraba más solo y abandonado que nunca. La estigmatización lo martiriza, pero lo reconforta y fortalece a su Orden. Era una experiencia de alegría y de dolor. Era una gracia inmensa, pero al mismo tiempo, un terrible sufrimiento para un hombre físicamente débil, debido a las privaciones y a las enfermedades. 



San Francisco tenía cuarenta y dos años de edad, cuando después de haber llevado una vida de plena dedicación a su Orden, a la predicación por Italia y fuera de ella, al servicio de Dios, los pobres y la Iglesia, cuando solo le quedaban dos años de vida y su cuerpo estaba más débil por los ayunos y las diversas enfermedades que había padecido, estando en el Monte Alverna, en el valle del Casentino, en la mañana del día 14 de septiembre del año 1224, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, mientras celebraba la llamada “Cuaresma de San Miguel”, ayunando y participando íntimamente en la contemplación de la Pasión de Cristo con quién estaba completamente identificado, se le apareció el mismísimo Cristo en forma de serafín alado y le gravó en sus pies, manos y costado los sagrados estigmas de la Pasión. 



Era el broche final, la culminación de la intensa vida espiritual y de la estrecha unión que siempre había existido entre Cristo y Francisco. Había recibido un don visible de una gracia invisible que él vivía con toda intensidad: Festividad de la Santa Cruz, Cristo crucificado y Francisco estigmatizado, todo, íntimamente unido. Testigo: el beato hermano León de Marignano, amigo, confesor y confidente de San Francisco. Grabados con caracteres de sangre le aparecieron orificios visibles en las manos y en los pies, con forma de clavos de cabeza redonda, negruzco en las palmas de las manos y en el empeine de los pies y con punta doblada, remachada, en el dorso, así como una herida rosada y sanguinolenta en el costado. Era la primera vez que en la historia de la Iglesia Católica se realizaba el milagro de la estigmatización. 

Este hecho milagroso está muy bien documentado, no sólo por los escritos del Beato Tomás de Celano y de San Buenaventura, sino por los numerosos testimonios anteriores y posteriores a la muerte del santo y por multitud de documentos de la propia Iglesia, el primero de los cuales fue la enérgica defensa que de este milagro hizo el mismísimo Papa Gregorio IX en el 1237 y otros Papas del mismo siglo XIII. La Iglesia lo reconoció oficial y litúrgicamente en repetidas ocasiones a lo largo de los siglos XIV al XVII. 

San Francisco descendió del monte visiblemente transformado y muy dolorido y se marchó a Asís para continuar su doloroso calvario hasta el día de su muerte, cada vez más agotado y casi ciego.

CONVENTO DE ALVERNA



 El Monte Alverna fue su Monte Calvario y los dos años que le restaban de vida, fueron su Vía Dolorosa.


Indicador de la gruta donde San Francisco se retiraba a descasar.










 Pero aun así, hecho un guiñapo humano, no le faltaron las fuerzas para continuar con su obra apostólica ni incluso sus visiones e inspiraciones que le llevaron a escribir en ese tiempo el hermoso “Cántico del hermano Sol”. Era cuidado por cuatro de sus primeros compañeros y entre ellos, el más íntimo, el hermano León que era el que le cambiaba las vendas empapadas en sangre y le ayudaba a mantener en secreto este prodigio. 

Entrada a la capilla de la Impresión de la llagas.








En la corte papal de Rieti intentaron cauterizarle los ojos para curarle la ceguera, pero sin posibilidad de cura alguna, a través de Siena y Cortona, llegó de nuevo a Asís completamente extenuado. Lo hospitalizaron por espacio de dos meses en el palacio episcopal, dictó su testamento a los hermanos y solicitó lo llevaran a su queridísima iglesia de la Porciúncula, donde bendijo a sus frailes, le cantó a la hermana muerte corporal y puesto sobre la tierra y rezando el salmo 141, a las siete de la tarde del sábado 3 de octubre de 1226, voló directamente al Cielo. 

Hábito de San Francisco. Convento franciscano del Alverna.




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