A Dios le gusta usar ese instrumento para comunicarse con el hombre. A través de la Palabra, nos ha ido diciendo cómo es Él por dentro, lo que piensa y espera de nosotros.
Primero usó la palabra humana de los profetas; hasta que, por fin, Él mismo acabó haciéndose palabra de carne y hueso. Llega Jesús. Y con Él, la presencia de Dios se hace más tangible, más salvadora, más definitiva.
Contemplamos en el Evangelio de hoy a Jesús en la sinagoga de Nazaret anunciando la Buena Noticia a los pobres.
Una Buena Noticia que nos habla de liberación de cadenas que nos atan, de curación de nuestras cegueras que nos impiden ver la luz y de sentir que nuestra vida es valiosa. “Entró en la Sinagoga como era su costumbre los sábados”…
Un día Jesús decidió ir a Nazaret, el pueblo donde había crecido y vivido.
Jesús habría ido temprano a la Sinagoga aquella mañana del sábado. Sin duda que había expectación cuando Jesús entró en la Sinagoga de su pueblo.
Jesús se puso en pie para ir hacia el centro y hacer la lectura y, no es que encontró ese pasaje, sino que lo buscó expresamente, era del profeta Isaías que dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque El me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista”.
Con estas palabras Jesús anuncia la liberación que Dios ofrece a todo ser humano. ¡Qué profundidad y belleza encierran estas palabras!. Jesús leyó: “el Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido”.
Jesús se siente “ungido” por el Espíritu de Dios, impregnado enteramente por su amor. Es como si les dijera: Yo vengo de parte de Dios, que es Amor. El está conmigo. El me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres y a los que sufren, a cuantos tienen el corazón desgarrado, a todos Ustedes.
Siempre que se leía este trozo, la gente pensaba en ese personaje misterioso tan esperado por todo el pueblo de Israel.
Y ese día Jesús al leer lo dicho sobre Él, se le ocurrió rematar la lectura diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Que es lo mismo que decir: “Ése de quien habla Isaías soy Yo”.
Jesús ya no es promesa, sino realidad. “Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír”. Jesús es la respuesta de Dios a tantas preguntas, el final de tantos caminos, la realización de tantos sueños. Jesús es el “hoy”, el “ya” el “sí” pleno de Dios. No hay más que seguir esperando. Aquí está, por fin, el libertador. ¡Qué buena noticia! ¡No se puede pedir más cercanía!
¡Vaya sorpresa! Los presentes no salían de su asombro. ¡Pero cómo es posible! ¿No es éste Jesús, el hijo del carpintero? Nazaret era una ciudad pequeña. Todos lo conocían como un hombre cualquiera. ¡Y ahora venía a decir que era el Mesías! La discusión terminó con la sentencia tan conocida de que “nadie es profeta en su tierra”. Y hasta trataron de empujar a Jesús por un barranco. Pero Él se les desapareció sin que se dieran cuenta.
Y la Buena Noticia es que Dios les ama, porque es todo misericordia. Se acabaron los miedos y las culpas. Dios me ha enviado para iluminar a los ciegos, para vendar los corazones heridos, para abrir las prisiones interiores, para proclamar también el “Año de Gracia”…
Y es que había ya llegado el momento, “la plenitud de los tiempos”, en que Dios ya no hablaba por medio de los antiguos profetas, sino que comenzó a hablar Él mismo. Pero no le creyeron. “Vino a lo suyos y lo suyos no lo recibieron” (Jn. 1, 11).
Los creyentes debemos tener los “ojos clavados en Él” para alcanzar una inteligencia clara de la Palabra de Dios, pues de otro modo, su sentido permanecerá oculto para nosotros.
Lo que está por ver es lo que vamos hacer nosotros para convertirnos en miembros de su Pueblo. La palabra de hoy nos propone un camino seguro: sentir la llamada de la Palabra y ponernos así en camino de búsqueda. Dejar nuestra cómoda certeza, nuestras verdades para ir tirando, el calorcillo de nuestras rutinas, y salir a campo abierto, a que el sol de la Palabra nos ilumine por dentro para ser así “Misioneros de esa Buena Noticia” de liberación total para los demás.
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