YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 24 de mayo de 2024

PENTECOSTES SEMANA VII DEL T ORDINARIO

SABAD

“ De los que son como ellos es el reino de Dios ”




santo evangelio según san Marcos 10,13-16

 En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. 

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. 

Los niños tienen una manera especial de captar lo religioso. Incluso nos sorprende ver con qué fervor rezan o se detienen ante una imagen de la Virgen. Es porque tienen un espíritu sencillo. Es responsabilidad de los padres el cultivar los aspectos religiosos en los niños, igual que se les enseña a hablar o a leer.

En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

Pero también Jesús quiere a niños de muchos años, pero con alma de niño, sencillos al rezar, al pedirle sus necesidades, al contarle sus preocupaciones y sus alegrías. Tener el alma de niños, Jesús no puede resistirse ante un niño.




Señor, acrecienta mi fe, mi esperanza y mi caridad, para hacer una verdadera oración. Con espíritu de niño me pongo en tu presencia, confiando en que nada me impedirá experimentar tu cercanía, tu amor e interés por mi salvación.


VIERNES

“ Santifícalos en la verdad ”



según san Juan 17, 11b-19


En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. 

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

Sabe que ha llegado la hora, la hora de dar la vida a todos los que el Padre ha amado desde el primer día del mundo; la hora de nacer a la vida de Dios.

Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. 

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. 

Ha llegado la hora de contemplar la profundidad del amor divino, ese amor que Cristo ha revelado, pues sólo Él ama como Dios puede amar. Cristo, ora por sus discípulos.

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 

Han creído en El; le ha dado su confianza y su vida. Ya no son siervos, sino amigos. Son de Dios como lo eran de Cristo. ¡Misterio de amor¡

Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».


JUEVES

Hoy, jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés, celebramos la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Por ello, nos apartamos momentáneamente de las lecturas del tiempo ordinario para dar paso a las lecturas propias de la Fiesta.

“ Esta es mi sangre, derramada por todos ”



según San Marcos 14, 12a. 22-25 

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo».

“Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer”. Esas palabras de Jesús reflejan su corazón sacerdotal, su deseo de no abandonar a los suyos. Él había prometido enviarnos “otro” consolador, “otro” paráclito (Jn 14,16).

 Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. 

Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. 

Él mismo, Jesús-Eucaristía, es también nuestro consolador. Para eso instituyó la Eucaristía. Él tenía padecer su pasión y muerte para luego ascender al Padre, pero su amor le movía a permanecer entre nosotros.

Así que decidió quedarse Él mismo con nosotros en las especies eucarísticas.

En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».


En nuestro bautismo todos hemos sido configurados con Cristo como sacerdotes, profetas y reyes. Así, ejerciendo nuestro sacerdocio común, cada vez que participamos de la celebración eucarística, nos ofrecernos a nosotros mismos como hostias vivas, uniendo nuestro sacrificio al único y eterno sacrificio ofrecido por Él para nuestra salvación, en una completa oblación al Padre.

Comulgar es encontrarnos con el Dios del amor. 


MIERCOLES

“ El que no está contra nosotros, está a favor nuestro


santo evangelio según san Marcos 9,38-40 

A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que lo anima, su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vid

En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros». 

Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro del grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo. Pretenden «gestionar» la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su nombre si no se adhiere al grupo.

Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».

Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más importante es que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo



Jesús rechaza la postura excluyente de sus discípulos que solo piensan en ellos mismos, y adopta una actitud abierta e inclusiva donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo destruye y hace desdichado. Éste es el Espíritu que ha de animar siempre a sus verdaderos seguidores.

MARTES

“ ¿De qué discutíais por el camino? ”



santo evangelio según san Marcos 9,30-37

 En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. 

Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará». 

Los discípulos habían escuchado la instrucción del Señor sobre su pasión, muerte y resurrección, pero aunque no les entraba en la cabeza se cuidaban mucho de preguntar para no parecer zotes sin capacidad de raciocinio.

Es la misma actitud que mantenemos nosotros. Entendemos -y hasta nos conmovemos- con la pasión de Jesucristo, nos duele realmente su muerte redentora por nuestros pecados, pero somos incapaces de entender que resucitó de entre los muertos y que ese destino es el que nos tiene preparado desde el cielo.

Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?».

Pero Jesús nos está dirigiendo este martes exactamente la misma pregunta que formula a sus discípulos: «¿De qué discutíais por el camino?».

 Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. 

Y resulta que discutimos de miserias humanas: de honores debidos y reconocimientos pagados, de títulos y blasones, ejecutorias y linajes que exhibimos para que se nos conceda lo nuestro, lo que creemos que nos merecemos

Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». 

Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».


Si nos hiciéramos realmente como niños, nada de eso nos importaría. Sólo cumplir la voluntad del Padre. caminapalabra de DiosPalabra VivaSiempre Adelante


 LUNES

Comenzamos la octava semana de ese tiempo litúrgico que nos conducirá hasta el próximo “tiempo fuerte”; el Adviento. Atrás quedaron la penitencia representada por el ayuno, la oración y la limosna de la Cuaresma, y el gozo y espíritu de fiesta de la resurrección, y la cincuentena Pascual que culminó ayer con la gran fiesta del Espíritu.

“ El discípulo la recibió en su casa ”




según san Juan 19, 25-34 

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

 Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». 

Las últimas palabras de Cristo en el madero, cuando encarga a su madre el cuidado de los discípulos que van a formar la Iglesia militante.

Y, a su vez, encargando a los hijos la devoción debida por una madre, amparo, consuelo y refugio de los cristianos

Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». 

Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. 

No es gratuita esta memoria sino que recuerda a los creyentes que la venida del Espíritu Santo sorprendió a los discípulos reunidos en el cenáculo en torno a María, como una madre cuida de sus hijos. Así que es la misma Iglesia la que nace del seno virginal de María.

Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. 

Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

La sangre y el agua que manaron realmente del costado de Cristo -que los médicos pueden explicar en términos anatómicos- tienen para nosotros un significado espiritual aun mayor que la explanación científica: el bautismo y la eucaristía (los sacramentos de la iniciación cristiana por excelencia) provienen de ese momento.

Celebramos hoy la memoria de la “Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia”.
Nos recuerda a todos los discípulos de Cristo que, si queremos crecer y llenarnos del amor de Dios, es necesario fundamentar nuestra vida en tres realidades: la Cruz, la Hostia y la Virgen


PENTECOSTES

La Iglesia renueva en Pentecostés su vocación evangelizadora y misionera. La paz del Resucitado es la fuente de la alegría apostólica y con el don del Espíritu es enviada al mundo para ser signo de perdón (cf. Jn 20,23).

“ Recibid el Espíritu Santo ”


según san Juan 20, 19-23 

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. 
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». 
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 
Una manera nueva de estar entre los suyos. No ya desde fuera, hablándoles, animándolos, orientándolos; sino desde dentro: llenando su vida y actuando, a través de ellos, en el mundo: “recibid el Espíritu Santo” Una bonita manera de multiplicar su presencia entre nosotros. "Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra". Estaba naciendo la Iglesia.
Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». 

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».


Y el barco de la Iglesia, con las velas hinchadas, se estaba haciendo a la mar: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". Lo nuestro es mantener izadas las velas y el barco a punto. 
Lo demás -el timón que marca el rumbo y el viento que da el impulso- ya son cosas de Él, del Espíritu Santo, del Señor.

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