YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 31 de mayo de 2024

SANTISIMA TRINIDAS SEMANA VIII DEL T ORDINARIO

SÁBADO

“ ¿Quién te ha dado semejante autoridad? ”



según san Marcos 11,27-33 


En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

A la pregunta capciosa y malintencionada de los sacerdotes y escribas, Jesús no responde. Tampoco responde Jesús a preguntas tontas o superficiales: qué marca de coche me voy a comprar, o dónde me voy a divertir más en las próximas vacaciones, o dónde se venden las entradas para ver el partidazo del próximo fin de semana

 Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? 

Contestadme». Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres ... ». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta).

 Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».



VIERNES

“ Proclama mi alma la grandeza del Señor ”



La Virgen María fue la mujer que respondió totalmente al proyecto de Dios para la humanidad. La que pronunció el SÍ que Dios esperaba de los hombres, a los que siempre buscó, con tanto cariño, y constantemente rechazaban de una manera u otra su amistad.

según san Lucas 1, 39-56 

Se puso en camino deprisa hacia la montaña. El servicio es lo suyo. Sabe que el Verbo se ha encarnado en ella. Es la madre del Hijo de Dios pero no se le han subido los humos a la cabeza. Es la de siempre, la servidora, y por eso va a visitar a su prima que la necesita. Y va con gozo, con prontitud, con garbo

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 

La Stma. Virgen María es la mujer humilde, ante Dios se siente verdaderamente pequeña, no guarda en su corazón atisbo alguno de orgullo o soberbia.

 Reconoce que Dios ha mirado en ella su humildad porque no tiene nada que ofrecerle al Señor. Otros pensarían que es normal que Dios se fije en ellos porque «Dios se ha fijado en mis cualidades personales, en mi responsabilidad, en mi forma de ser, en mis valores, en mis virtudes, en mi carácter, mis conocimientos, mis méritos personales o académicos…..»

Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre! 

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 

Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

El A.T. llevaba a Cristo en sus entrañas. Isabel se llenó del Espíritu Santo. Sólo aquel que está lleno puede llenar. A este mundo vacío de Dios no lo llenarán los mediocres, los superficiales, los tibios, los frívolos, los pasotas… Lo llenará los que estén llenos de Dios

 Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. 

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



Y hoy celebramos que el final de la historia de los humildes es la gloria del cielo. Gloria y plenitud que, como no podía ser de otra manera, a la primera que llega es a la Madre del Hijo de Dios. No podía conocer la corrupción del sepulcro aquella, que fue concebida sin mancha de pecado original y en cuyo seno se gestó, haciéndose hombre, el Hijo de Dios.


JUEVES

“ Anda, tu fe te ha salvado ”




En el evangelio de hoy, Marcos nos relata la última escena de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Jesús se encuentra al borde del camino a un ciego llamado Bartimeo, marginado por la sociedad de su tiempo por padecer de una incapacidad física. Sin embargo, con una fe muy profunda,

santo evangelio según san Marcos 10,46-52 

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. 

Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. 

 Bartimeo, no dejó escapar esta ocasión al oír el paso de Jesús; entendió que era la única oportunidad de su vida de ser escuchado, de dejarse tocar por el maestro, y actuó rápidamente.

Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». 

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». 

Con esta rapidez y con su fe en Jesús, Bartimeo pudo superar las voces que le impedían acercarse al camino, a Jesús.

Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. 

Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». 

El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». 

Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.



Podemos decir también que la ceguera de Bartimeo representa la ceguera de los que le impedían acercarse a él: realmente ellos son los verdaderos ciegos, porque no pudieron ver a Jesús en el necesitado.

MIÉRCOLES

“ ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?



según san Marcos 10,32-45 

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados. 

Al tercer anuncio de la pasión, ni más ni menos, responden los hijos del Zebedeo, los hermanos Santiago y Juan, con una fruslería tan mundana que causa bochorno ajeno. No se han enterado de nada estos apóstoles.

Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.» 

¿Cuál es, pues, el camino que debe recorrer quien quiere ser discípulo? Es el camino del Maestro, es el camino de la obediencia total a Dios. Por esto Jesús pregunta a Santiago y a Juan: ¿estáis dispuestos a compartir mi elección de cumplir hasta el final la voluntad del Padre? ¿Estáis dispuestos a recorrer este camino que pasa por la humillación, el sufrimiento y la muerte por amor?

Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» 

Les preguntó: -«¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron: -«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. »

 Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» 

Los dos discípulos, con su respuesta segura —«podemos»— muestran, una vez más, que no han entendido el sentido real de lo que les anuncia el Maestro. Y de nuevo Jesús, con paciencia, les hace dar un paso más: ni siquiera experimentar el cáliz del sufrimiento y el bautismo de la muerte da derecho a los primeros puestos, porque eso es «para quienes está preparado», está en manos del Padre celestial; el hombre no debe calcular, simplemente debe abandonarse a Dios, sin pretensiones, conformándose a su voluntad.

Contestaron: -«Lo somos.» Jesús les dijo: -«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya reservado». 

Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.

La petición de Santiago y Juan y la indignación de los «otros diez» Apóstoles plantea una cuestión central a la que Jesús quiere responder: ¿Quién es grande, quién es «primero» para Dios? […] «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos». El criterio de la grandeza y del primado según Dios no es el dominio, sino el servicio.”

 Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».



Ante este modo de proceder aprovecha el Señor para regalarnos una enseñanza «el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir «, el seguidor del Señor tiene que hacer de su vida la máxima que decía S. Ignacio: «en todo amar y servir». El cristiano tiene que vivir para servir y no servir para vivir. Tiene por amor y como respuesta al amado, hacer de su vida una entrega. Lo verdaderamente importante es ser del Señor.

MARTES

“ Muchos primeros serán últimos y los últimos, primeros ”




según san Marcos 10,28-31


 En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 

Hay que mantener que el seguimiento a Jesús debe ser radical, sin evadir las persecuciones, es decir, la Cruz. Y aquel que de verdad sigue a Jesús, sólo debe seguirle a Él como Absoluto de la vida. Debe evitar todo apego terreno a las cosas, incluso a las personas.

Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más - casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. 

Lo que Jesús nos pide para alcanzar la salvación no es fácil. Nos exige romper con todas las estructuras que generan apegos, para entregarnos de lleno a una nueva vida donde lo verdaderamente importante son los valores del Reino. Solos no podemos.

Entonces podemos preguntarnos: ¿quién podrá salvarse? Solo Dios salva; solo quien se abandona totalmente a la voluntad de Dios alcanza la vida eterna. Como decía Jesús a sus discípulos en la lectura evangélica de ayer: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.

Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».



Siempre estamos a tiempo para revisar nuestra vida y acercarnos más a Jesucristo. Estos tiempos y todo tiempo nos permiten —por medio de la oración y de los sacramentos— averiguar si entre los discípulos que Él busca estamos nosotros, y veremos también cuál ha de ser nuestra respuesta a esta llamada. Al lado de respuestas radicales (como la de los Apóstoles) hay otras. Para muchos, dejar “casa, hermanos, hermanas, madre, padre...” significará dejar todo aquello que nos impida vivir en profundidad la amistad con Jesucristo y, como consecuencia, serle sus testigos ante el mundo. Y esto es urgente, ¿no te parece?

 LUNES

“ ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! ”




santo evangelio según san Marcos 10, 17-27 


En aquel tiempo, cuando salta Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: -«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» 

Muchos cristianos nos creemos perfectos y vamos por la vida alardeando de nuestra perfección. Muchos somos los que vamos corriendo al encuentro de Jesús porque buscamos seguridades para nuestra salvación. Cumplimos los mandamientos al pie de la letra, sin desvíos que nos alejen de la virtud, pero no estamos satisfechos: necesitamos más garantías.

Jesús le contestó: -« ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.» 

El evangelio de hoy recoge, probablemente, un triste episodio en la vida pública de Jesús: una vocación frustrada.

Tras su mirada amorosa y la invitación a su seguimiento, se encuentra con el tristísimo rechazo de aquel hombre que antes había corrido a su encuentro de Jesús y se había arrodillado ante él.

Él replicó: -«Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.» Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: -«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»

 A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: -«¡ Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! »

La respuesta de Cristo me desconcierta. Creo tener un gran capital espiritual y Cristo me manda deshacerme de él y compartirlo con los pobres.

 Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: -«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»

Este hombre no pudo dar el paso de la generosidad; no pudo ver las necesidades de los pobres, aunque Jesús se lo haya mostrado; no pudo vencer su ambición, aunque pareciera que tenía buena intención y quizá fuera una buena persona.

Ha sentido la mirada amorosa de Jesús y ha sentido la necesidad de ser más perfecto, pero Jesús me ha dicho que es necesario que le siga en su vida de servicio y con eso no estoy muy conforme. 

 Ellos se espantaron y comentaban: -«Entonces, ¿quién puede salvarse?» Jesús se les quedó mirando y les dijo: -«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»

Queremos seguir con mis seguridades sin importarme las seguridades de los que me rodean y la mirada amorosa de Jesús se carga de tristeza porque yo no soy capaz de entregarme al servicio a los demás y ese es el movimiento primero que debo realizar si quiero seguirle.

SANTÍSIMA TRINIDAD


“ Los once discípulos se fueron a Galilea ”

De eso se trata la Trinidad, pues todo el misterio de Dios se reduce al amor:

según San Mateo 28, 16-20 

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les habla indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban.

Gran misterio. El misterio es lo que nos rebasa, nos supera, nos trasciende, está por encima de nosotros. Pero es misterio de amor. Un Dios que arde en tres llamaradas de amor. Es propio de nuestra religión. Dios no es un ser solitario sino solidario

 Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.

Lo propio del Padre es dar y darse. El Padre Dios vive como Padre dando todo y dándose del todo. Nos da todo:

Más aún, tanto nos amó que nos dio a su propio Hijo (Jn. 3,16).

 Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. 

El barco de la Iglesia ha soltado las amarras que lo mantenían atado a Jesús. 

Es la hora de su 'envió', de su 'misión. llevar a 'todos los pueblos' la buena noticia de que Jesús nos salva

Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».


Esa identidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu es la que hace posible la promesa de Jesús a sus discípulos al final del Evangelio de hoy: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Porque donde está el Padre está el Hijo, y está también el Espíritu; y donde está el Espíritu están el Padre y el Hijo. Misterio  de Amor y Unidad,

Que nunca nos cansemos de alabar a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

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