Me impresiona este relato. Nunca esa joven había visto la muerte tan de cerca, Y nunca había pensado que una fiesta podía acabar así. Todo un símbolo para la juventud de hoy. Encima de esa bandeja se podrían poner miles de cabezas de jóvenes cortadas por la espada de las drogas, o a consecuencia de un accidente en carretera.
En esa bandeja del bautista hay mucha sangre, mucho sufrimiento, mucho dolor. En el corazón de esa madre, con nombre Herodías, había mucho odio, mucha rabia, mucho deseo de venganza.
Por eso, en vez de afligirse, se alegra de esa muerte porque ¡Por fin! había logrado “hacer callar” al profeta. ¿De verdad que lo hizo callar?
Esa cabeza “hoy” todavía sigue hablando de libertad, de responsabilidad, de testimonio, de valentía y de fidelidad a la misión. Herodías, su hija la bailarina, el mismo Herodes.
¡Qué lejos nos caen! Han pasado a la historia. Pero Juan sigue vivo, sigue actual, nos sigue hablando, y su testimonio nos estimula a ser consecuentes con nuestra misión. Dejó de hablar con su palabra, pero sigue hablando con el testimonio de su vida.
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