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martes, 15 de agosto de 2023

LA ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO

Hoy celebramos los cristianos la fiesta de la Virgen, nuestra Madre, que va al cielo, en cuerpo y alma. Veamos estos tres aspectos. La fiesta de la madre. Su llegada al cielo. En cuerpo y alma.




  La fiesta de la madre. 

Madre y fiesta son dos palabras que siempre deben ir unidas. 

¿Acaso puede haber fiesta sin estar la madre? Las bodas de Caná son en el evangelio de Juan el símbolo de la alegría y de la fiesta. ¿Y qué nos dice el evangelio? Allí estaba María, la madre de Jesús. La madre era una de la fiesta. 

La madre es la fiesta de la vida. 

Cuando los comerciantes ponen “el día de la madre” 

Pero en realidad para  los hijos la madre no ocupa un día del año sino todos los días. Todo lo que decimos de la madre de la tierra lo afirmamos con más fuerza todavía de la madre del cielo. Jesús, como Dios nunca había tenido esa experiencia tan maravillosa. Por eso, antes de morir, nos dejó a su propia madre por madre nuestra para que en este mundo ya no hubiera ninguna persona huérfana.



  Y la llevó con Él al cielo. 

¿Qué significa el cielo? Dice la Biblia que allí ya no habrá ningún sufrimiento. “Enjugará las lágrimas de los ojos, y no habrá llanto, ni dolor, ni muerte” (Ap. 21,5). 

La madre del cielo ya no puede sufrir. Bastante ha sufrido durante la vida. Es verdad que todos en esta vida estamos en un valle de lágrimas. 

Pero las madres tienen un sufrimiento añadido y que viene expresado en esa imagen de la 1ª lectura: Ahí aparece una mujer embarazada, a punto de dar a luz, que grita con dolores de parto. 

¿Acaso grita por el sufrimiento físico? No. Es por lo que ve: un enorme dragón que se va a tragar al niño apenas va a nacer. 

El dolor de la madre es el sufrimiento por el hijo. Y yo diría que es el dolor del “presentimiento”. María sabía que una espada le iba a traspasar el alma… y vivió toda la vida con el alma en vilo. Como las madres de ahora. Con el alma en vilo en cada fin de semana. 

Cuando se van los hijos por las noches y ellas se quedan en casa, se preguntan: ¿Vendrá mi hijo a casa o se quedará en la cuneta de alguna carretera? ¿Me lo traerán vivo o me lo traerán muerto? Es la espada del presentimiento. 

 Pienso que las madres, por aquello que han tenido en la vida un sufrimiento añadido, también tendrán con María, la Madre de Jesús, un cielo añadido, un lugar muy cerca de María compartiendo sus propias experiencias.




 Y la llevó en cuerpo y alma.

Santa Teresa habla de esta vida como “una mala noche en una mala posada”. Y, naturalmente, la mala posada es el cuerpo, que es como una cárcel del alma.

La Asunción de la Virgen nos dice que ella es feliz porque está en el cielo en cuerpo y alma. Y ella es modelo y primicia para todos nosotros. 

El papa Pío XII proclama el dogma de la Asunción

 Este es el dogma establecido por S.S.Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en la constitución apostólica Munificentissimus Deus –La glorificación de María con la asunción al cielo en alma y cuerpo–, que a la letra dice: «Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado; que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste». 

 Como todos los dogmas, es una verdad que debemos creer, porque Dios quiso que así fuera. La maravilla del privilegio que Santa María tuvo, sin duda fue por el gran amor que su Hijo le tiene y por la ausencia de pecado original.



El tránsito de María al cielo 
Después de morir, la tradición cuenta que pasó tres días en el sepulcro, y al tercero, fue elevada al cielo por los ángeles.
 Ana Catalina Emmerick dice que María Santísima murió de amor, apagó sus ojos en una dormición o tránsito y de ahí subió al cielo. 
En su visión, narra que la vio entrar en la Jerusalén celestial y llegar al trono de la Santísima Trinidad; ahí vio un gran número de almas, en las que reconoció a San Joaquín y Santa Ana, San José, Santa Isabel, a Zacarías y a San Juan Bautista, que vinieron al encuentro de María con un júbilo respetuoso; continúa diciendo que Ella tomó su vuelo entre ellos hasta el trono de Dios y de su Hijo, haciendo brillar sobre todo lo demás la luz, que salía de sus llagas, la recibió con amor todo divino, la presentó con un cetro y le mostró el mundo a sus pies.




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