YA ES SEMANA SANTA

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sábado, 5 de agosto de 2023

SEMANA XX DEL TIEMPO ORDINARIO

  SÁBADO

“ El primero entre vosotros será vuestro servidor ”


Estas palabras duras de este capítulo de Mateo obedecen a una situación histórica concreta: la Iglesia cristiana ha roto definitivamente con la sinagoga judía. Los seguidores de Jesús deben ser fieles a Jesús y no a los jefes de las sinagogas a quienes les gustan los halagos de la gente, los primeros puestos en los banquetes, que la gente les salude como “maestros” por las calles…

Según san Mateo 23,1-12 

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen , pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. 

 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”. 

 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. 

 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. 

A Jesús no le gusta que a cualquiera de los humanos le llamemos “padre”. Hay peligro de confundirlo con el único y verdadero Padre que es Dios; padre cariñoso y lleno de ternura y misericordia. Tampoco quiere que llamemos a nadie “maestro”.

 El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Entre cristianos el único Maestro es Jesús, un maestro de vida. Todos los demás, incluidos los apóstoles, somos “discípulos”, es decir, personas que siempre estamos aprendiendo de Jesús.


Señor, hoy en mi oración sólo te pido una cosa: que llegue a comprender tu mensaje, el proyecto del Padre sobre la humanidad, que llegue a descubrir aquello que más le agrada al Padre: el vernos unidos; y también lo que más le duele: el que rompamos esa unidad.


VIERNES

“ Amarás al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo ”



El Evangelio de hoy nos presenta el amor como el compendio de toda la Ley divina. Jesús fue preguntado por un doctor de la ley para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cúal es el mandamiento mayor de la Ley?”

san Mateo 22,34-40 

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?».

 Él le dijo: «”Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 

La novedad de la respuesta del Señor se encuentra en poner el amor a Dios y al hermano como el centro y esencia de la ley de Dios. Une Dios y el prójimo. La unidad del precepto de amar a Dios y al hermano es indisoluble, más todavía, ahí se resume la ley entera y los profetas, es decir, toda la Escritura. Más tarde, S. Pablo en el himno de la caridad nos recuerda que si nos falta el amor todo lo demás no nos sirve y que amar es cumplir la ley entera.

 En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».



JUEVES

“ Tengo preparado el banquete ”


El evangelio que leemos en la liturgia para hoy (Mt 22,1-14) nos presenta la parábola del banquete de bodas. En esta parábola Jesús compara el Reino de los cielos con un banquete de bodas, y al anuncio de la Buena Nueva del Reino con la invitación al banquete. Ya se acerca su hora, Jesús sabe que su tiempo se acaba y está “pasando balance” de su gestión.

según san Mateo 22,1-14 

En aquel tiempo, Jesús volvió hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. 

Jesús está consciente que los suyos (los judíos) no “aceptaron su invitación” (“Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron”. – Jn 1,11), no le hicieron caso. 

Cada cual siguió ocupándose de “lo suyo”. Para estos, sus asuntos eran más importantes que la invitación. Inclusive llegaron al extremo de agredir físicamente a los portadores de la invitación. ¡Cuántas veces tenemos que sufrir esos desplantes los que nos convertimos en portadores de la Buena Nueva!

Volvió a mandar otros criados, encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda”. 

 Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los matarlos. 

 El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” 

 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?” 

 El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».


No hay duda que el Señor nos invita a todos a su Reino, santos y pecadores. Pero para ser acreedores de sentarnos al “mesa del banquete”, lo menos que podemos hacer es lavar nuestra túnica. Así llegaremos a formar parte de aquella multitud, “imposible de contar” de toda nación, raza, pueblo y lengua, que harán su entrada en el salón del trono del Cordero, “vestidos con sus vestiduras blancas”

MIERCOLES

“ Los últimos serán los primeros ”



En el Evangelio de hoy nos encontramos con la parábola de los obreros en la viña. En ella el propietario anda preocupado porque todos encuentren empleo, por eso, su invitación a trabajar en su viña e insiste en diversos momentos del día saliendo al encuentro de la gente proponiéndoles un lugar en su viña, dicho propietario -como en todas las parábolas nos revela como es Dios o bien su reino- en este caso se refleja en el actuar del propietario, nos refleja que Dios tiene un deseo grande que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y por eso nos sale al encuentro invitándonos que en su reino todos son invitados y que cuenta con todos. 
Todos somos llamados a corresponder a la gracia, no importa la situación de la vida en la que nos encontremos.

según san Mateo 20, 1-16a 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. 

 Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”. 

 Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. 

 Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”. Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. 

Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”. 

Otro punto para nuestra meditación es el tema de la paga, da a todos lo mismo. Dios sigue sorprendiéndonos, su proceder no es como el nuestro, no realiza ninguna injusticia porque da a los primeros lo que había convenido en darles, sin embargo, es generoso con los últimos.

 Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos».




MARTES

“ Es muy difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos ”



Cada vez que leemos o escuchamos la proclamación del encuentro de Jesús con el joven rico nos invade una sensación de amargura, como si nos asomásemos a un pozo oscuro. Porque, en el fondo, nos gustaría que ese proverbial encuentro entre alguien que busca y el mismísimo Cristo, Dios encarnado, terminara de otra manera: que el joven rico acogiera el don que le está proponiendo Jesús (“si quieres”, le repite por dos veces) y se lanzara a seguirlo.

según san Mateo 19, 23-30. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 

Lo repito: más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de los cielos». 

 Al oírlo, los discípulos dijeron espantados: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». 

 Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, pero Dios lo puede todo». Entonces dijo Pedro a Jesús: «Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?». 

 Jesús les dijo: «En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 

 Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos primeros».

Los discípulos afirmaron que lo habían dejado TODO por el Señor, ¡que difícil es dejarlo TODO! No reservarte nada, entregar tu corazón, tu tiempo, tus afectos, tus dones y también tus pecados… entregarlo TODO. Todo lo has recibido, Todo lo entregas, no te reservas nada.

LUNES

“ ¿Qué me falta? ”



según san Mateo 19,16-22

 En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?». 

 Jesús le contestó: « ¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». 

Cada vez que leemos o escuchamos la proclamación del encuentro de Jesús con el joven rico nos invade una sensación de amargura, como si nos asomásemos a un pozo oscuro. Porque, en el fondo, nos gustaría que ese proverbial encuentro entre alguien que busca y el mismísimo Cristo, Dios encarnado, terminara de otra manera: que el joven rico acogiera el don que le está proponiendo Jesús

 Él le preguntó: «¿Cuáles?». Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».

 El joven le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?».

Sin embargo ante la propuesta del Señor, se entristece, le parece mucho, le parece que le supera sus fuerzas.

 Jesús le contestó: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo - y luego ven y sígueme». Al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico.

Sin embargo, Dios no nos quita nada como nos recordaban los sucesores de Pedro en los encuentros de la juventud. Dios no nos quita nada, al contrario, llena nuestra vida de plenitud, porque Dios es Amor infinito: el único que sacia nuestro corazón.


Es en el amor de Dios donde nos abrimos al amor, y nos capacita para poder amar al otro, es en su amor donde aprendemos a ver a los demás desde el corazón de Dios y reconocemos en los demás a aquellos por los que el Señor ha dado su vida amándonos hasta el extremo.

DOMINGO

“ Se alegra mi espíritu en Dios ”


Las lecturas de este día de la Asunción de María presentan la victoria del plan de salvación de Dios y de su reino.


según san Lucas 1, 39-56 
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 
 Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 

Este relato de Lucas contiene el encuentro de María e Isabel y el posterior cántico del Magníficat, con el que María proclama la grandeza del amor de Dios y las obras que ha realizado por medio de su pequeñez. María es bendecida por su condición de madre del Señor y declarada bienaventurada por su fe que hace posible que el Mesías Jesús traiga la salvación de Dios a toda la humanidad.

Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». 

 María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

 Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. 
 Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” - como lo había prometido a “nuestros padres” - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.



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