DÍA 12 SÁBADO SEGUNDA JAVIERADAS
Las Javieradas un buen momento pasa acercarse a la confesión. Reconciliarse con Dios es festejar su misericordia.
Guardias civiles
3:00pm. Vía Crucis desde Sangüesa
5:00pm. Misa ante el castillo
Este sábado, 12 de marzo, se ha celebrado la segunda Javierada con el lema «Caminando juntos con Javier». Una Javierada que se ha enmarcado en la conmemoración de los 400 años de la canonización de San Francisco Javier. Ha sido una jornada en la que han participado miles de fieles: Familias completas, jóvenes, grupos parroquiales, colegios, grupos scouts…
Todos han llegado a Javier, en una jornada marcada por el buen tiempo, llenos de ilusión por participar, una vez más, en esta peregrinación de fe que congrega a fieles de todos los puntos de España.
La celebración ha sido presidida por el Arzobispo don Francisco Pérez, quien ha estado acompañado, entre otros, por el Obispo de Bilbao, el Obispo de Jaca, el Obispos de Calahorra y La Calzada-Logroño, el Vicario General, Carlos Esteban Ayerra, y el delegado Episcopal de Misiones y director de las Javieradas, Óscar Azcona.
La celebración ha comenzado con el canto de entrada, dirigido por Javier Leoz, delegado de Religiosidad Popular.
A continuación, Carlos Ayerra ha dado lectura al decreto del Año Santo Jubilar, con motivo de los 400 años de la canonización de San Francisco Javier, concedido por el Santo Padre.
No hay auténtico amor si no hay un corazón que sabe pedir perdón y sabe perdonar”. Ha afirmado que muchos no entienden que se pueda perdonar, ya que piensa que pedir perdón y perdonar es de cobardes, pero “nada hay más digno que vivir el amor con humildad de corazón. El perdón no sólo humaniza sino que es la mejor medicina para el corazón roto y destrozado puesto que pasa, si ha vivido el perdón, a ser un corazón renovado y salvado”, ha explicado nuestro Arzobispo.
También ha querido recordar que la confesión es la mejor medicina para sanar un corazón herido. “Si confesamos nuestro pecado ante Dios nos convertimos en un excelente signo de la mejor medicina que sana y fortalece al ser humano: sentirse perdonados por Dios”. Y ha concluido explicando que “si algo está necesitando nuestra sociedad es la reconciliación y ésta se convertiría en la mejor medicina para el corazón angustiado, miedoso y traumatizado para transformarse en un corazón liberado, resuelto y amoroso”.
Mons. Pérez ha hecho referencia a San Francisco Javier como un hombre que llevaba en su misión dos secretos: «El Evangelio y la Cruz de Cristo. Él mismo acudía, cuando era niño, a rezar al Cristo crucificado del siglo XIII que está en el Castillo.
Es una talla donde Jesús, con los brazos abiertos clavados en la madera, parece abrazar con una leve sonrisa a los peregrinos que le visitan». «Se dice que en 1552 parece que la madera empezó a sangrar al mismo tiempo que San Francisco moría en el otro lado del mundo.
Fue en Asia donde el patrono de las misiones se dejó sus 46 años de vida por los demás, muriendo en la isla de Sancian, a las puertas de China. En Goa (India) es donde se venera su cuerpo incorrupto», ha agregado.
«La respuesta del dolor y el sufrimiento está en Jesucristo»
En su homilía en esta primera parte de las Javieradas, el arzobispo de Pamplona se refirió también a la explicación que todos pedimos ante el dolor y el sufrimiento y recordó que la respuesta está en Jesucristo:
«La respuesta la encontramos en Jesucristo que desde la Cruz grita: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?' Es el momento en el que atrae todos los gritos de la humanidad en su “¿por qué me has abandonado?” Ahora también Jesucristo atrae todos los sufrimientos con lo que está sucediendo en Ucrania o en Mali o en muchos lugares del mundo o en nuestra sociedad o en nuestra familia o en ese dolor que te presiona ahora…
Y si Dios ha sufrido, decía Paul Claudel, todavía quedan algunas nebulosidades e incomprensiones. Pero, al menos, hay algo que jamás podremos decirle a Dios: ¡No conociste el sufrimiento! Y es que Dios no ha venido a suprimir el dolor, ni siquiera a explicarlo. Pero sí ha venido a llenarlo con su presencia. Por eso no digas nunca: ¿El sufrimiento existe? ¡Luego Dios no! Di más bien: si el sufrimiento existe y Dios ha sufrido: ¿Qué sentido le habrá dado al sufrimiento? El sentido profundo de cada dolor o sufrimiento está asumido desde la Cruz por Jesucristo».
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