PRIMERA MISA
Bajo los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, comenzó la primera Misa del Papa Francisco como Sumo Pontífice junto a los cardenales que le eligieron como nuevo sucesor de Pedro.
En pocas horas la Capilla Sixtina fue reordenada para que todos los cardenales pudieran concelebrar con el Papa.
El fresco del juicio final hizo como espectacular retablo a la celebración de esta primera Misa de Francisco I.
En su homilía el Papa Francisco, comentando las lecturas de esta misa invitó a caminar siempre ante la presencia del Señor. Y dijo
“Caminar siempre ante la presencia del Señor y a la luz del Señor, tratando de vivir con ese carácter irreprensible que Dios pide a Abraham en su promesa”.
Y prosiguió:
“Edificar. Edificar la Iglesia, Se habla de piedras: las piedras tienen consistencia; pero las piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la esposa de Cristo, sobre esa piedra angular que es el mismo Señor, y con otro movimiento de nuestra vida, edificar”.
En tercer lugar el Papa dijo: “Nosotros podemos caminar cuanto queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiríamos en una ONG piadosa, pero no en la Iglesia, esposa del Señor. Cuando no se camina, nos detenemos”.
Y concluyó con este deseo: “Yo deseo a todos nosotros que el Espíritu Santo, y la oración de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Así sea”.
Texto completo de la homilía del Papa Francisco
En estas tres Lecturas veo algo en común: el movimiento.
En la Primera Lectura el movimiento es el camino; en la segunda Lectura, el movimiento está en la edificación de la Iglesia; en la tercera, en el Evangelio, el movimiento está en la confesión. Caminar, edificar, confesar.
Caminar. Casa de Jacob: “Vengan, caminemos en la luz del Señor”. Esta es la primera cosa que Dios dijo a Abraham : “Camina en mi presencia y sé irreprensible”. Caminar: nuestra vida es un camino. Cuando nos detenemos, la cosa no funciona. Caminar siempre, en presencia al Señor, a la luz del Señor, tratando de vivir con aquel carácter irreprensible que Dios pide a Abraham, en su promesa.
Edificar. Edificar la Iglesia, se habla de piedras: las piedras tienen consistencia; las piedras vivas, piedras ungidas por el Espíritu Santo. Edificar la Iglesia, la esposa de Cristo, sobre aquella piedra angular que el mismo Señor, y con otro movimiento de nuestra vida, edificar.
Tercero, confesar. Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona. Nos convertiríamos en una ONG (Organización No Gubernamental) de piedad, pero no en la Iglesia, esposa del Señor. Cuando no caminamos, nos detenemos. Cuando no se construye sobre la piedra ¿qué cosa sucede? Pasa aquello que sucede a los niños en la playa cuando construyen castillos de arena, todo se desmorona, no tiene consistencia
Cuando no se confesa a Jesucristo, me viene la frase de León Bloy “Quien no reza al Señor, reza al diablo”. Cuando no se confiesa a Jesucristo, se confiesa la mundanidad del diablo, la mundanidad del demonio.
Caminar, edificar-construir, confesar. Pero la cosa no es así de fácil, porque en el caminar, en el construir, en el confesar a veces hay sacudidas, hay movimiento que no es justamente del camino: es movimiento que nos echa para atrás.
Este Evangelio continua con una situación especial. El mismo Pedro que ha confesado a Jesucristo, le dice: “Tú eres Cristo, el Hijo del Dios vivo. Yo te sigo, pero no hablemos de Cruz. Esto no cuenta”. “Te sigo con otras posibilidades, sin la Cruz”. Cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos un Cristo sin Cruz, no somos Discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no discípulos del Señor.
Quisiera que todos, luego de estos días de gracia, tengamos el coraje - precisamente el coraje - de caminar en presencia del Señor, con la Cruz del Señor; de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que ha sido derramada sobre la Cruz; y de confesar la única gloria, Cristo Crucificado. Y así la Iglesia irá adelante.
Deseo que el Espíritu Santo, la oración de la Virgen, nuestra Madre, conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar Jesucristo. Así sea.
Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte
Hace 18 horas
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