YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 12 de septiembre de 2025

DOMINGO XXIII

SÁBADO

“ Todo se juega en el corazón ”



El cristianismo no es una teoría o un discurso piadoso, es ante todo, una vida.

según san Lucas 6, 43-49 


En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. 

¡Al árbol se le juzga por sus frutos! Cuando el corazón es bueno vive de la gracia de Dios y late al ritmo de la misericordia.

Donde prospera la zarza del egoísmo no se dan buenos frutos. El mundo y las cosas cambian cuando yo cambio. 

Una pobre realidad personal, familiar o comunitaria, vista y vivida desde uno mismo, produce frutos de amargura y negatividad;

 El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón lo habla la boca. 

El mundo y las cosas cambian cuando cambia el corazón, cuando adopto actitudes distintas. Pablo es un ejemplo. El corazón se convierte  en esas casas construidas sobre rocas, no olvidemos que según San Pablo la roca es Cristo.

 ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo? 

No basta con decir: "Señor, Señor", tenemos que vivir en conformidad con la ley de la misericordia. No podemos beber del cáliz de la vida y comulgar al mismo tiempo con el espíritu del mundo que aplasta a los débiles, que abandona a los desesperados, que somete a los que dudan y que destruye a los que se desvían.

 Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida. 

Si el proyecto de la persona está basado el valores firmes, solidos y en la Palabra de Dios será durarero.

 El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».





VIERNES

“ ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ”


Jesús utiliza la figura de la vista (“ciego” – “ojo”), que nos evoca la contraposición luz-tinieblas (Cfr. Jn 12,46), para recordarnos que no debemos seguir a nadie a ciegas, como tampoco podemos guiar a otros si no conocemos la luz. “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?

según san Lucas 6, 39-42 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? 

El mensaje es claro: No podemos guiar a nadie hacia la verdad si no conocemos la verdad. No podemos proclamar el Evangelio si no lo vivimos, porque terminaremos apartándonos de la verdad y arrastrando a otros con nosotros.

 No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como un maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: 

Ese peligro se hace más patente cuando caemos en la tentación de juzgar a otros sin antes habernos juzgado a nosotros mismos, cuando pretendemos enseñarle a otros cómo poner su casa en orden cuando la nuestra está en desorden: “¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?

"Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

Con toda probabilidad Jesús estaba pensando en los fariseos cuando pronunció esas palabras tan fuertes. Pero esa verdad no se limita a los fariseos. Somos muy dados a juzgar a los demás con severidad, pero cuando se trata de nosotros, buscamos (y encontramos) toda clase de justificaciones e inclusive nos negamos a ver nuestras propias faltas.


“Te pedimos, Señor: Danos ojos limpios y claros para mirar dentro de nuestro corazón y nuestra conciencia, pero empáñalos tenuemente con las sombras del amor cuando veamos las faltas de los que nos rodean. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén”

JUEVES

“ El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo



Aunque para nosotros sea todo un logro el amar solo a quienes nos aman, el prestar a los que nos van a devolver lo prestado, no vamos más allá del horizonte estrecho de las relaciones humanas.

según san Lucas (6,27-38) 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. 

El Evangelio de hoy nos exhorta a amar, amar al que no te ama, amar, incluso al que te desea mal, amar a tu enemigo, haced el bien, bendecid, orad… y nos regala una regla de vida: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”.

 Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. 

 Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? 

También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? 

El discípulo, el seguidor de Cristo, el cristiano esta invitado a acoger el amor de Dios, a dejar que ese amor de Cristo transforme su corazón, viviendo y experimentando la fuerza de cambio en su misma vida y llegando a ofrecer la vida, incluso con el amor más grande, perdonando, ese es el camino que vence el mal.

También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? 

También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. 

Sin embargo, por las solas fuerzas uno experimenta que es incapaz, humanamente hablando, imposible, por eso, necesitamos estar muy unidos a Él, para que nos ayude a amar como Él nos ama, aprendiendo a dar con gratuidad sin esperar recibir nada, experimentando la grandeza de la gratuidad, constantemente renovados y llamados a crecer en su amor, a no cansarnos de vencer el mal a fuerza de bien, aprendiendo a ser misericordiosos como Él y a no cansarnos de perdonar.

 Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. 

Si amamos a nuestros enemigos vivimos del espíritu del mismo Dios, sino juzgamos ni condenamos, atestiguamos así que la gracia habita en nosotros, usar la misericordia con los demás es obrar como Dios, esa es la verdadera perfección.

 Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».



Mirando a Cristo y este derramando su sangre por amor a nosotros, contemplando hasta donde llega su amor por cada uno, no podemos conformarnos con amar solo a los que nos aman, ¿que hay de extraordinario en saludar al que te saluda, en corresponder al que te aprecia, en amar al que te corresponde?


MIERCOLES

“ Bienaventurados... ”



Recreamos la escena. Jesús está rodeado de una multitud llegada de todas partes, judíos y no judíos: toda la gente intentaba tocarlo porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos. Ante todos ellos proclama las Bienaventuranzas, pero lo hace dirigiendo la mirada a los discípulos.

según san Lucas 6, 20-26 

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 

Dichosos los que asumen su indigencia, su dependencia. Dichoso yo si vivo convencido de que Jesús es quien lleva todo el peso; convencido de que Él ha cargado sobre sus hombros y sobre su cruz todos mis delitos.

Jesús les mira a los ojos, cuando no quiere decir algo importante nos mira a los ojos con una garb


Son dichosos porque Jesús les dice: Dios ya no aguanta más vuestra situación y va a actuar. Vosotros tenéis a Dios por rey, y propio del rey es ayudaros y defenderos.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. 

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. 

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. 

Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! 

En el evangelio de Lucas hay unas amenazas para los ricos. Más que maldiciones, son avisos para que los ricos cambien de actitud y reaccionen.

Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».


Señor, cuando escucho las bienaventuranzas te estoy escuchando a Ti. Tú no eres capaz de hablarnos de algo que no hayas experimentado. Tú quieres que seamos felices por la misma senda que has ido Tú. Sólo desde esta perspectiva puedo entender este camino que, a veces, se me hace tan difícil.


MARTES

“ Dios nos elige y nos llama personalmente ”



según san Lucas 6, 12-19 

En aquellos días, Jesús salió al la monte a orar y pasó la noche orando a Dios. 

Tratándose de un momento tan importante como el de la elección de los doce, Jesús se prepara con una noche entera en oración. Así deja la batuta en manos del Espíritu.

 Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

Eran muchos los que seguían a Jesús al comienzo de su vida pública; unos más de cerca, otros más de lejos. A los más cercanos los llama a encontrarse con Él en el monte y elige de entre ellos a doce. 

Hay otro amplio grupo de discípulos que quedan en el llano. Hay, además, muchos simpatizantes; alternan el seguimiento con sus quehaceres. Al final serán muy pocos los que le permanecerán fieles.

¿En que grupo estoy yo?

 Después de bajar con ellos, se paró en un llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. 

Los débiles no pueden subir al monte. 

Si nosotros somos de los llamados al encuentro con Jesús en el monte, seremos inmediatamente llevados por Él al encuentro con la gente abajo, en el llano; con la gente, con sus enfermedades, con sus demonios. Si no se da este encuentro con la gente abajo, es que no se ha dado el encuentro con el Señor arriba.

 Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.



Las vocaciones nacen en la oración y de la oración; y solo en la oración pueden perseverar y dar fruto.

En el pasaje evangélico se nos pone la lista de nombres de los discípulos que fueron escogidos para ser constituidos apóstoles. Son enviados por El, se les pide ser fieles a quien les ha llamado. Servidores. 

El detalle de poner los nombres nos señala que la relación es personal, cada uno es llamado por su nombre, nos habla de elección, escogidos desde antes de la creación del mundo, para ser santos. Cada uno de nosotros también hemos sido llamados, escogidos, elegidos desde nuestro bautismo, llamados por nuestro nombre para la vida eterna.

LUNES

“ La Virgen concebirá y dará a luz un hijo ”



del santo evangelio según san Mateo 1, 1-16.18-23 

La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. 

 José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». 

 Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”». 



Agradezcamos al Señor de la vida y de la historia sus designios de amor y su fidelidad a su proyecto de salvación que sigue avanzando misteriosamente de generación en generación entre infidelidades y miseria, pero también gracias al sí de Maria, a su fidelidad y entrega al proyecto de Dios nacerá el Hombre Nuevo, la clave que permite entender la historia de la salvación.

DOMINGO

“ Calcular y deliberar ” 


No le convencen a Jesús los seguimientos multitudinarios; seguimientos como los que se daban entre nosotros hace unas décadas. El Señor prefiere el de unos pocos que, a pesar de sus caídas, puedan decir como Pedro: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Unos pocos para quienes Él sea lo más importante de sus vidas, como para cualquier papá o mamá la vida del bebé es más importante que la suya propia.

según San Lucas 14, 25-33 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 

Como  es posible que Dios diga esto si lo primero para nosotros son nuestros seres queridos.

Que nos dice el Señor? Nos quiere decir que nunca a Dios se le pospone.....se le tiene en el centro y después se amará más a todo los que nos rodean. Si el amor se basa en el sentimentalismo se rompe pronto. El amor nace de Dios y nunca de nosotros.

Posponer es deja a un lado a Dios y esto es lo que esta pasando actualmente y tenemos que poner a Dios en el centro.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. 

Todos tenemos  nuestras cruces

La cruz. La suya y la nuestra. Desde la cruz de los pequeños sacrificios cotidianos hasta, si necesario, la del martirio. Hoy Jesús, poco contento con el seguimiento poco fiable de tanta gente, se muestra especialmente exigente. Nos ordena poner en el altar de las ofrendas, como hizo Abrahán con su hijo Isaac, todo aquello que más queremos: desde los bienes materiales hasta las relaciones afectivas…

Quien descubre el tesoro escondido es capaz de hacerlo. Quien no lo descubre acabará abandonando el seguimiento, como vemos en el Evangelio de Juan: Desde entonces muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con Él (Jn 6, 66).

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”

Para que entendamos bien sus radicales exigencias, Jesús añade las parábolas de la torre y de la batalla. Quienes seguimos a Jesús desde niños, y lo hacemos sencillamente porque eso hacía todo el mundo, tenemos que detenernos, sentarnos y sopesar si continuamos o no por ese camino. El seguimiento tiene que ser una opción lúcida y personal, independiente del entorno en que me muevo.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 

“Seguir” es, lanzarse, arriesgarse pues Dios no exige solamente un comportamiento exterior, sino del corazón del hombre. No quiere solamente buenos frutos, si no también un buen árbol.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».


Seguir a Jesús es dejar la casa donde vivimos. Quizá no en el sentido físico o geográfico sino en el sentido afectivo. Dejar ese lugar mental donde nos sentimos seguros, donde ya tenemos respuestas para todo. Seguir a Jesús es salir a la intemperie, dejarnos afectar por lo que piensan, sienten y sufren nuestros hermanos, los hombres y mujeres de este mundo.

 En definitiva, Jesús nos muestra el camino y nos enseña que sólo dejándolo todo podremos encontrarnos con la verdadera vida y la auténtica felicidad: Dios.

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