YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 6 de junio de 2025

DO,INGO DE LA ASCENSIÓN

SÁBADO

“ Tú, sígueme ”
Este sábado terminamos los evangelios feriales de Pascua, y lo hacemos con la continuación del de ayer donde Jesús nos preguntaba con toda claridad: ¿Mé amas?. Le respondimos como Pedro, con el corazón abierto y entregado.


según san Juan 21, 20-25 

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
 Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» 

Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? 
Tú sígueme.» Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. 

Seguirle siempre a él, debería ser nuestro estilo de vida, nuestro camino cotidiano y nuestra espezanza. Pues él nunca defrauda y nunca se echa atrás cuando nos promete o nos dice algo. Seguirle, es tener vida, es decidirse a vivir desde un amor totalmente entregado y apasionado por la vida y por las historias personales de cada ser humano.
Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?» 
Este es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. 
Si se escribieran una por una, pienso que ni el mundo podría contener los libros que habría que escribir.



Hoy la invitación es ya casi una obligación. Tú, Sígueme. Así de claro: Sígueme.
Seguirle es ver siempre optimismos y arco iris donde otros solo ven pesimismos y oscuridades. Seguirle es realizarse, es ser feliz y hacer feliz, es amar y sobre todo vivir con amor desde el amor.

VIERNES

“ Cuando seas viejo, otro te ceñirá ”


según san Juan 21, 15-19

 Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».

 Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». 

El evangelio de hoy sobre el tema del amor, me fascina y, al mismo tiempo, me entristece. Me fascina y emociona que sea el mismo Jesús el que me pregunte personalmente a mí: ¿Me amas?

Jesús le dice: «Apacienta mis corderos». 

Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». 

Él le dice: «Pastorea mis ovejas».

 Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».

 Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».

Yo creo que soy sincero cuando le digo que sí, como lo era San Pedro. Y esto me produce alegría. Pero me entristece el que me lo pregunte “por tercera vez”, porque me hace recordar que “por tres veces y más de tres” yo no le he sido fiel. Y no es que yo crea que Dios quiere que recuerde mi pasado para humillarme y caminar por la vida con complejo de culpabilidad

Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». 

«¿Me amas?… Apacienta mis ovejas». Las palabras de Jesús a Pedro en el Evangelio de hoy son las primeras que os dirijo, queridos hermanos. Estas palabras nos recuerdan algo esencial. Todo ministerio pastoral nace del amor… nace del amor.

Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».


Señor, el tema de mi oración en este día, basado en tu evangelio, me llena de satisfacción porque es tu tema, tu gran tema, el tema del amor. Y yo quiero darte gracias porque has puesto el amor como fundamento del cristianismo


JUEVES

“ Que sean uno, como nosotros somos uno ”

según san Juan 17, 20-26 

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.

Las palabras del evangelio de hoy son escalofriantes, sublimes, estremecedoras. Jesús ha pedido al Padre que caigamos en la cuenta del amor que ese Padre nos tiene. Y este amor es tan inefable que es el mismo con que el Padre ama a Jesús.

 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo.

Personalmente me parece que, además de todos los pecados que tenemos, el gran pecado es que pasamos la vida “sin enterarnos de todo lo que el Padre nos ama”.

 Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.

 Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».


Por eso Jesús ha rezado al Padre para que esto se pueda cumplir. Cuando el mismo amor de Dios “manifestado a través de su Espíritu” venga a nosotros e inunde nuestros corazones, podremos convertir “el desierto en vergel”, “la tierra en cielo”, y “el infierno en paraíso”. Es el milagro del amor.

MIERCOLES

“ Padre santo, guárdalos en tu nombre ”



según san Juan 17, 11b-19


En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. 

Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

Sabe que ha llegado la hora, la hora de dar la vida a todos los que el Padre ha amado desde el primer día del mundo; la hora de nacer a la vida de Dios.

Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida. 

Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. 

Ha llegado la hora de contemplar la profundidad del amor divino, ese amor que Cristo ha revelado, pues sólo Él ama como Dios puede amar. Cristo, ora por sus discípulos.

No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 

Han creído en El; le ha dado su confianza y su vida. Ya no son siervos, sino amigos. Son de Dios como lo eran de Cristo. ¡Misterio de amor¡

Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».


Señor, hay cosas que me rebasan, que me superan, que me trasladan a un mundo maravilloso, tu propio mundo. ¿Cómo podría yo soñar que me ibas a introducir en tu propia vida trinitaria? ¿Cómo me podría imaginar que me ibas a comunicar tu misma verdad, tu misma alegría, tu propia e íntima unidad? Hoy no necesito palabras sino silencio. Un silencio ancho, profundo y prolongado.


MARTES

“ He manifestado tu nombre ”



según san Juan 17, 1-11a

 En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. 

Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. 

Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. 

Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.

 He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. 

Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.

 Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. 

Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».


Señor, en este tiempo de oración no quiero pedirte nada material ni para mí ni para los míos. Mi pensamiento se centra sólo en Ti, en tus cosas, en las cosas de tu Padre. Y deseo, como Tú, la honra del Padre, la glorificación del Padre, el hacer todo en este día para agradarle, agradecerle, y tratar de conseguir que el Padre Dios pueda disfrutar un rato conmigo.

LUNES

“ Tened valor: yo he vencido al mundo ”



egún san Juan 16, 29-33 

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones.

 Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». 

Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. 

Sin embargo algo que nos comunica el Evangelio es la victoria sobre el mal, el Señor nos invita a tener paz en Él. A confiar en que Él ha vencido al mundo. Jesús ha vencido al mundo, es decir, ha salido victorioso. “Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”.

Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. 

Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Es todo un camino apasionante pero no sin adversidades, ya señala a sus discípulos que “en el mundo tendréis luchas”, siempre podremos verlas como un reto para poner a prueba nuestra respuesta de amor, se nos brindara la ocasión para dejarnos podar y manifestar nuestra fidelidad, entrega, sacrificio y la importancia que tiene la fe en nuestras vidas.

Recordar que el discípulo no es mas que el maestro, que tenemos que contar con la incomprensión, la burla, el ataque… Y una de las bienaventuranzas ya nos prepara para la persecución como camino de autenticidad: “Dichosos cuando os persigan por mi causa”.


Su Palabra debe de ser donde radique nuestra fuerza. En los momentos de duda, de dolor, de adversidad, cuando tengamos que atravesar las mayores tribulaciones, que indudablemente sobrevendrán, tengamos en cuenta estas palabras del Señor para renovarnos en la esperanza y seguir adelante. Todo es posible con Él.


DOMINGO DIA  DE LA ASCENSIÓN

El misterio de la Ascensión del Señor, al mismo tiempo que proclama y corrobora la fe en el Resucitado, apunta y atrae la mirada creyente hacia lo alto, hacia la meta final a la que todos aspiramos. Hoy es, pues, un día gozoso en el peregrinaje de la fe, alentados por el ejemplo de nuestro hermano mayor, Cristo Jesús, entronizado en la gloria de Dios.

“ Mientras los bendecía, se separó de ellos ”


En este domingo nos encontramos con una fiesta del Señor, donde nos acercamos a dos realidades: su ausencia y su presencia,

“Con esta fiesta recordamos que Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días (cf. Hch1, 3), al cabo de los cuales, habiéndolos conducido al monte de los Olivos, «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista» (Hch1, 9).

según San Lucas 24, 46-53 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 

Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto». 

Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. 

No parece lógica esta alegría. Lo lógico sería que los discípulos quedasen tristes ante la marcha del Señor. Pero la lógica cristiana tiene poco que ver con la lógica humana. Aquellos discípulos saben que, aunque ya no podrán disfrutar de la presencia física de Jesús, Él está con ellos todos los días hasta el fin del mundo.

Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.

 El cielo no se conquista “mirando al cielo”. Si Cristo se ha hecho “hombre” y se ha encarnado en nuestro mundo, y ha trabajado, ha sufrido, ha luchado por hacer un mundo más humano, más fraterno, y ha muerto en una Cruz, es para que todos nosotros le sigamos.

Él ha ido por delante para “prepararnos sitio, para que estemos siempre donde Él está” (Jn. 14, 3). El mejor camino para ir al cielo es seguir el camino de Jesús: «Pasó por la vida haciendo el bien. La mejor manera de prepararse para el cielo es pasar haciendo el bien.



 Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

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