YA ES SEMANA SANTA

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viernes, 8 de noviembre de 2024

SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ Él hablaba del templo de su cuerpo ”


Este Evangelio recoge el pasaje de Jesús expulsando a los mercaderes del templo, en la versión de Juan, que lo coloca al inicio de su Evangelio a modo de pórtico o preámbulo de lo que va a suceder: el cumplimiento de esa palabra de Jesús que sólo con su muerte y resurrección cobra el auténtico significado.

según san Juan 2, 13-22 

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 

Jesús, en el Evangelio muestra su rostro más serio y duro cuando ve como han convertido en un mercado el templo, su casa de oración. Y se enfada porque se está poniendo mucho en juego. Lo más sagrado para Él es el encuentro del hombre con Dios que se realiza de un modo muy especial en el templo, lugar de recogimiento y oración.

Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». 

No podían entenderle. ¡Es algo tan radicalmente distinto a lo que el templo significaba para ellos! También para Jesús el templo es el sitio de la presencia de Dios, pero esa presencia se da en primer lugar en la persona humana, en toda persona humana, comenzando por la persona de Jesús.

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». 

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».

 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.



Demos gracias a Dios por esta Iglesia nuestra que después de tantos siglos sigue en marcha, sin duda es un misterio de fe que a pesar de contar con tantos fallos humanos, pesa más la vida sencilla, sincera y entregada a las necesidades de los demás de tantos hermanos que nuestros pecados.

VIERNES

“ Los hijos de la luz ”




según san Lucas 16,1-8 

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? 

Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? 

Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”. 

Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite». Él le dijo: «Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. 

Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él dijo: “Cien fanegas de trigo”. Le dice: “Toma tu recibo y escribe ochenta”. 

Jesús dirige la parábola a los suyos, a los que seguimos sus pasos. Porque al seguidor de Jesús no le es posible mantenerse fiel y firme en su camino, sin dedicar tiempo al silencio y a la reflexión. Pero no cualquier silencio o reflexión; el silencio y la reflexión deben estar iluminados por la fuente de sabiduría que es la Palabra de Dios. Sin esto, la vitalidad del cristiano acabará siendo neutralizada por la mediocridad y la rutina.

Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».


¿Y qué es ser hijo de la luz? el que cuida con misericordia del prójimo, el que habla y escucha con compasión a su hermano, el que construye una realidad donde Cristo esté presente como salvador, y no renunciar por comodidad o miedo a la práctica evangélica de la fe.

JUEVES 

“ ¡Alegraos conmigo! ”


La conducta de Jesús acercándose a los pecadores no es más que la consecuencia de lo que hemos escuchado a san Pablo en la primera lectura: “En la vida y en la muerte somos del Señor”. Los cristianos somos del Señor. Queremos seguirle, queremos vivir como él vivió. Los pecadores son los que rompen con Jesús, van en dirección contraria, y dejan de disfrutar de la luz, el amor, la alegría que Jesús nos regala.

según san Lucas 15, 1-10 

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? 

Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. 

Cómo no vamos a entender que Jesús, guiado siempre por su amor a todos nosotros, se acerque a los pecadores, para convencerles de que vuelvan a la amistad con él y disfruten de todos lo que nos regala. Jesús, que nos ama a todos, también a los pecadores, busca que no sigan por el camino que han emprendido, un camino equivocado que no les llevará a la alegría de vivir, la que nos proporciona Jesús. Siempre buscará a la oveja perdida, a la que se ha perdido por lugares oscuros y tristes.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. 

O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? 

Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. 

Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Un verdadero tesoro. Aunque un descerebrado hubiera podido quemar todos los evangelios, si de esas cenizas se hubieran podido rescatar estas parábolas, todavía tendríamos argumentos para ser felices. Un Dios-Padre que nos ama de esta manera, es motivo suficiente para llenar nuestro corazón de alegría. Gracias por ser como eres, gracias porque no puedes, no sabes y no quieres hacer otra cosa que amarnos.

MIERCOLES

“ Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio ”




En sus invitaciones a seguirlo, siempre afirma que, ese seguimiento, implica liberarse de ataduras, algo nada fácil, dada nuestra tendencia a dejarnos llevar por valores materiales.

según san Lucas 14, 25-33 

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 

Las palabras de Jesús son muy exigentes. Somos libres de seguirlo o no, pero quien lo siga, sabe a qué tiene que renunciar: a sí mismo.

Jesús quiere que cada uno de sus seguidores cargue su cruz. Tú sabes cuál es la tuya. De sobra lo sabes. Ya sabes lo que tienes que hacer. Haz tus cálculos y comprueba si estás dispuesto a un seguimiento tan exigente como el que pide Jesús o déjalo estar.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

Las parábolas de la torre y de la guerra son un toque de atención para exaltados; para hombres y mujeres de grandes sueños y de pequeñas realidades. A Jesús no le complacen las multitudes. No le seduce la inflación del concepto cristiano prevalente en un reciente pasado en países de cristiandad. No le convencen los que se dicen católicos y no conocen el ABC del Evangelio.

 Considera ridículo hacerse pasar por seguidor suyo y no vivir conforme al Evangelio.

 No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

 ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? 

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. 

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío». 


Señor, hoy tu evangelio es fuerte, exigente. La adhesión a tu persona está por encima del amor a los padres, los hermanos y hasta de uno mismo. Yo lo acepto, Señor, pero te pido que me ayudes, que me des fuerza para cumplir lo que me exiges. Yo sé que “tu yugo es suave y tu carga es ligera”.


 MARTES


“ ¡Venid, que el banquete está preparado! ”

En esta parábola de Jesús hay una invitación a una “gran cena”. Y esta gran cena hay que distinguirla de las “pequeñas cenas”, las nuestras, las que son incapaces de hacernos felices.

santo evangelio según san Lucas 14, 15-24 

n aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!». 

La gran cena es de Dios y en esta, todo es a lo grande: la cena de los mejores manjares, la de los vinos de solera, la de los caros perfumes, la de los grandes regalos. Nos invita a una felicidad plena, a una felicidad que nunca se acaba. Y en esa cena nos hace un regalo inaudito: “quitará el velo que cubre las naciones; aniquilará la muerte para siempre” (Is. 25,7-8).

Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: “Venid, que ya está preparado”. 

Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: «He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. 

Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. 

Esta invitación se hace primero a los de casa, a los judíos, a los que se sienten con derechos…pero éstos se excusan y no quieren entrar. Pero el Señor no se desanima: invita a los pobres, a los que no tienen derechos, a los que nunca han tenido un banquete para celebrar. Éstos son los que se comen todo y nada desperdician; los que apuran el buen vino, participan de la música y el baile; los que no se cansan de agradecer al anfitrión que les haya dado esta oportunidad.

Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. 

El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. 

Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».


Nos preguntamos: Y nosotros, como cristianos, ¿dónde nos colocamos? ¿entre los viejos invitados que tenemos de todo y nunca estamos satisfechos con nada? ¿los que somos tan estúpidamente avaros que ni siquiera Dios nos basta? ¿Los que presumimos de derechos ante Dios, incluso del derecho de poder decirle que no? ¿O nos situamos entre los invitados de última hora y disfrutamos, como enanos, de los dones de Dios y, sobre todo del Dios de los dones?


LUNES

“ Dichoso tú, porque no pueden pagarte ”


En el Evangelio de hoy, la llamada es clara, no realices las cosas esperando que te las devuelvan, nos invita a descubrir la gratuidad. Entrar en la dimensión de la gracia, si todo es don, no podemos quedarnos simplemente en dar cosas o algo de nuestro tiempo, la llamada es mayor, hasta darnos a nosotros mismos.

según san Lucas 14,12-14 

En aquel tiempo, Jesús dijo a uno a de los principales fariseos que lo había invitado: 

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. 

El Señor nos invita a poner en practica la generosidad a fondo perdido, debemos ser generosos sin esperar recibir nada por ello. Y hacer la vida amable a quienes nos rodean, aunque alguna vez nos parezca que no somos correspondidos. Y todo con corazón grande, sin llevar una contabilidad de cada favor prestado. La caridad no busca nada, la caridad no es ambiciosa.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos»


Dar, sembrar, darnos aunque no veamos fruto, ni correspondencia, ni agradecimiento, ni beneficio personal aparente alguno. Ya la tendremos con abundancia, “te pagarán cuando resuciten los justos”. La caridad no se desanima si no ve resultados inmediatos; sabe esperar, es paciente. Que el Señor nos permita hoy crecer en su amor y en la gratuidad. Recuerda que en generosidad nadie le gana a Ntro. Señor.

DOMINGO

“ No estás lejos del Reino de Dios ”



según San Marcos 12, 28b-34 

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

 Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.

Jesús une dos mandamientos que estaban separados. Separados en dos libros distintos, y separados en la vida. Se podía amar a Dios y odiar al enemigo. Ahora van juntos y son como “vasos comunicantes”. ¿Sube el amor a Dios? Automáticamente sube el amor al hombre; y viceversa. 

“Y si alguien dice que ama a Dios y no ama al hermano, es un embustero”

 El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos». 

El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

“No estás lejos del reino de Dios”, dice Jesús al letrado. Quien escucha la Palabra de Dios y acepta que su amor, hecho vida en el amor al hermano, es lo más importante en la vida; que ese amor vale más que todas las normas, incluso que los mejores pacto del culto del Señor, está ya a las puertas del Reino de Dios. 

Es esta la novedad que Jesús ha traído, la que ha repetido tantas veces y ha hecho vida en su vida de tantas maneras. Para hacerse discípulo suyo, habrá que enderezar los pasos por este camino.

 Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Jesús ha dado la razón profunda de por qué hay que amar a Dios. «Amarás a Dios, porque es tu Padre, porque él te quiere». 

El descubrimiento de Dios/Abbá descubre también quiénes son los demás. Por eso los dos mandamientos son «semejantes»; en el fondo, son el mismo.

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