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jueves, 28 de noviembre de 2024

SANTA CATALINA LABOURÉ

El 28 de noviembre la Iglesia celebra a Santa Catalina Labouré,





vidente de la Medalla Milagrosa, a quien la Virgen le dijo: “Dios quiere confiarte una misión; te costará trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios”.


 Santa Catalina Labouré nació en Francia en 1806 en una familia campesina. Quedó huérfana de madre a los nueve años y le pidió a la Virgen que fuera su madre.

Pasó la niñez entre las aves y los animales de la granja porque tuvo que hacerse cargo de las faenas de la casa junto con su hermana pequeña Tonina. Dos amas de casa, en una familia numerosa, que tenían doce y nueve años.
 Su hermana fue admitida como monja vicentina y Catalina tuvo que ocuparse de las labores del hogar por lo que no pudo aprender a leer, ni escribir.

 Más adelante le pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento, pero él se lo negó. Entonces le pedía al Señor que le concediera este deseo. Tiempo después vio en sueños a un sacerdote anciano que le dijo: “un día me ayudarás a cuidar a los enfermos”.


 A los 24 años visitó a su hermana religiosa y en el convento vio la imagen de San Vicente de Paúl y se dio cuenta que él era el sacerdote que vio en sueños. Desde entonces se propuso ser hermana vicentina y no se detuvo hasta ser aceptada en la comunidad.

 Fue enviada a París, donde realizó los oficios más humildes y estuvo al cuidado de los ancianos de la enfermería.


 El 27 de noviembre de 1830 la Virgen María se le aparece en la capilla del convento y le pide que acuñe la Medalla de acuerdo a lo que estaba viendo en la aparición.

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Con el tiempo y ante la intercesión del confesor de la Santa, el Arzobispo de París permitió fabricar la medalla y empezaron los milagros, tal como lo había prometido la Virgen. A la muerte de su confesor, que sabía todo de las apariciones, le sustituye uno que al escuchar los hechos extraordinarios no la comprende. Mientras tanto, Santa Catalina guardaba en secreto su historia con la Virgen hasta que le renovaron el confesor.


 La Santa sabe que se acerca el tiempo de partir y, después de pedir consejo a la Virgen, confía su secreto a la superiora, quien consigue que se erija en el altar una estatua que perpetúe el recuerdo de las apariciones.

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 Partió a la Casa del Padre a los 70 años, un 31 de diciembre de 1876.



Con ocasión de su beatificación en 1933 su cuerpo fue exhumado, y aunque habían pasado 57 años desde su fallecimiento, fue encontrado incorrupto.
 Solo sus hábitos habían sido corroídos por la humedad que se filtró en el ataúd, su cuerpo fue revestido con un habito nuevo, incluida la tradicional cofia o corneta con alas propia del antiguo habito de su congregación, y colocado en una urna de cristal.

 Hasta el día de hoy su cuerpo puede ser visto por todos los peregrinos que llegan a la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, París.

Fue beatificada por Pío XI en 1933 y canonizada por Pío XII en 1947.

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