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jueves, 15 de agosto de 2024

MARÍA Y SU PRIMA ISABEL

 según san Lucas (1,39-45):

 Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.


En el Evangelio de hoy nos encontramos con la visita de María a su prima Santa Isabel. En el rezo del Rosario es el segundo misterio de los gozosos donde meditamos la Encarnación del Hijo de Dios. 

En el pasaje evangélico finaliza con una nueva bienaventuranza dirigida a María: “Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. 

Después de que María es visitada por Dios, ella misma se dedica a visitar. 

La visita de Dios, que le trajo bendición, confianza y gérmenes de vida, es devuelta por María a Isabel, llevándole eso mismo que ella ha recibido. 

 María saluda a su prima e Isabel entra en éxtasis.La alegría se desencadena porque viene del Otro, del que entra en el mundo para hacer que nazca la alegría. María, inspirada por el Espíritu que anima su Hijo, canta; Isabel exulta con la alegría del Precursor que aún no ha nacido. ¡Si!Juan Bautista expresa ya su alegría, aún antes de nacer, pues la alegría nace de la promesa. 

María también nos enseña a entregarle nuestra voluntad a Dios, a no querer afirmar nuestros deseos, por muy importantes que nos parezcan, sino a dejar todo en manos del Señor. Imitemos la bondad y disposición de María para ayudar a los demás. María, se puso al servicio de su prima, nos esta mostrando que nuestra fe se materializa en la entrega a los demás por amor, haciendo de nuestra vida un servicio.




La fe de María está en el origen de la fe de la iglesia. Recordemos que los Padres de la iglesia afirmaban que María concibió no sólo físicamente a Jesús en su cuerpo, sino también en su espíritu y en su corazón. “concibió antes en su corazón que en su cuerpo” -decía S. Agustín-. 

 Es la mujer del “Hágase”. Es la que acepta la voluntad de Dios, la que con su vida hizo realidad: “aquí estoy para hacer tu voluntad”. Quiso hacer de su vida una entrega al plan de Dios, quería lo que Dios quisiese. Deseaba hacer lo que le agradaba, “que se cumpla en mí su palabra”.

 María es modelo para crecer en la fe, ella cuando no entendía nos enseña a guardar y meditar en el corazón, nos enseña a confiar incluso cuando no entendamos o comprendamos. 

 La fe es un don de Dios, que hemos de pedírselo al Señor y junto con los apóstoles decirle: “Señor, auméntanos la fe”, o con el padre que acudía al Señor para interceder por la curación de su joven enfermo: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe”. 

 Por medio de María, Dios nos muestra su ternura y misericordia. A Ella le podemos confiar nuestras necesidades y preocupaciones. 

Imitemos la bondad y disposición de María para ayudar a los demás. 

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