+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
El telón de fondo de esta parábola es una celebración nupcial tal como se hacía en Israel en tiempos de Jesús; el último día, el novio con sus amigos se dirigía a casa de la novia que esperaba con sus amigas.
Si la negociación entre familias con vistas al matrimonio se alargaba, la espera de la novia y sus acompañantes también se dilataba.
Al fin, cuando el novio llegaba, se formaba un solo cortejo hacia su casa donde se celebraba el matrimonio y el banquete.
Hoy, todos sabemos lo que es prepararse para una fiesta de casamiento. Y cuánto más si nos han distinguido para alguna función especial en esa fiesta.
No se menosprecia a nadie ni se improvisa a último momento para una ocasión así.
Lo mismo ocurre con el Reino de los Cielos. La invitación ya la hemos recibido. ¡No nos quedemos dormidos! Velemos, porque no sabemos, ni el día, ni la hora. Miremos más allá del momento presente, y prevengamos contar con el aceite que falta en nuestra la lámpara.
Cada cristiano tiene una parte de prudente y otra de necio. La cuestión está en qué proporción se entremezcla la una con la otra y qué voluntad o esfuerzo ponemos cada uno para ir disminuyendo esta para aumentar aquella, esto es, poner en práctica la palabra de Dios.
El seguimiento de Jesús no consiste en arrebatos más o menos intermitentes, sino en buscar el Reino de los cielos y su justicia en cada instante de nuestra existencia, pues cada momento es regalo y tiempo de Dios. Nuestra lámpara ¿está dispuesta para este encuentro con el Señor?
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