Es muy fácil decir «tengo fe» pero lo importante es mantenerse fiel en la confianza en Dios, convencidos de que su amor está por encima de todo y confiar plenamente en quien sabemos que nos ama tanto.
Insistiendo en la petición, no tanto para que Dios nos escuche pues Él sabe lo que necesitamos antes de que lo pidamos, cuanto para probar nuestra firmeza y tomar conciencia de lo que realmente estamos pidiendo.
Jesús pone el ejemplo de la viuda que acude, insistentemente, al juez injusto que pasa de ella y ni siquiera teme a Dios, pero al final por pesada consigue la justicia que reclama.
La pregunta que dirige Jesús nos confronta en la fe, pues nos plantea si creemos de verdad o sospechamos que Dios «pasa» de nosotros en algún momento.
Y en la pregunta afirma algo muy importante, que somos los elegidos de Dios; no se trata de nuestra elección sino que Dios nos ha elegido a nosotros. Si nos ha elegido porque nos ha amado ¿cómo no va a escucharnos?
NOSOTROS
Esta parábola que nos invita a orar siempre sin desfallecer.
El Señor sabe de nuestra falta de perseverancia, de fidelidad, y lo frecuente que se nos da el abandono de la oración.
En esos momentos podemos acordarnos de la experiencia del cardenal Van Thuan, estando en prisión, teniendo todo el tiempo del mundo, descubrió, -así nos lo narra-: “Que el Señor no quiere mis cosas, me quiere a mí”.
De eso se trata, descubrir la importancia de la relación con el Dios vivo, desarrollar la intimidad en el encuentro de la oración, experimentar que con Él todo es más fácil, “sin Mí no podéis hacer nada”, aprender a descansar y contar con Él.
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