El Real Monasterio de Santa María de El Paular fue, desde su fundación en 1390 y durante 450 años, un monasterio cartujo.
Actualmente, desde 1954, es una abadía benedictina. Está situado en el municipio de Rascafría, en la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama, en la Comunidad de Madrid
Orígenes
Por orden de Enrique II de Castilla las obras de construcción del cenobio cartujano dieron comienzo en 1390 y se prolongaron durante varios siglos.
Fue la primera fundación de la orden de San Bruno en Castilla.
La ubicación fue elegida por el monarca y, según cuenta la tradición, decidió que el monasterio fuese de la orden cartuja debido a que, durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como Juan I de Castilla, el lugar exacto de la construcción, junto a una ermita que se conocía como Santa María de El Paular.
Esta ermita aún sobrevive hoy aunque rebautizada como Capilla de Nuestra Señora de Montserrat.
El 29 de agosto de 1390, Juan I de Castilla donaba a la orden cartujana, en la persona de su procurador dom Lope Martínez, monje de Scala Dei y natural de Segovia, sus palacios del Poblar.
Ese mismo día, en presencia de Juan I, don Juan Serrano, obispo de Sigüenza, hizo a dom Lope el traspaso y canónica colación de la ermita allí situada, cuyo nombre era el de Santa María del Poblar, por delegación de don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo.
Se estableció así acta de la primera cartuja de Castilla y sexta de las fundaciones cartujanas de España, ubicada en la provincia de Segovia (desde 1834 pertenece a la provincia de Madrid), en el incomparable marco geográfico del valle del Lozoya, a kilómetro y medio de Rascafría y a una hora larga de la capital de España.
Desarrolló un papel fundamental en la historia de la Orden Cartujana en España ya que intervino directamente en la fundación de otros monasterios (Las Cuevas de Sevilla, Aniago, Miraflores y Granada) y, posteriormente, fue el centro más activo del movimiento que condujo a la creación de la Congregación Nacional de cartujos españoles, independiente de la casa madre de Chartreuse (1785).
Con la invasión napoleónica y las posteriores desamortizaciones del siglo XIX la vida religiosa quedó interrumpida por la exclaustración de la comunidad y se perdieron muchas de las obras de arte del monasterio, como los retablos y altares de las paredes de la iglesia o los miles de libros de su magnífica biblioteca.
En 1844 sus propiedades inmuebles fueron divididas en lotes y adquiridas por particulares y 20 años después el Estado compró a los propietarios el edificio en sí del monasterio, que en 1876 fue declarado Monumento Nacional, lo que, probablemente, lo salvó de la ruina total.
En 1844 el Excelentísimo Señor Don Rafael Sánchez Merino compra por 40.000 duros el recinto monástico y es el Estado 20 años más tarde quien se lo compra a esta familia por 60.000 duros.
Durante algunos años funcionó una residencia de minusválidos en el antiguo noviciado de los cartujos. Finalmente se creó una fuerte corriente de opinión para que el estado adquiriera la parte de edificio que todavía estaba en manos privadas con el fin de establecer en El Paular una universidad de verano, proyecto que culminó con una expropiación forzosa que se firmó el 18 de julio de 1936.
La guerra civil, que se inició ese mismo día, paralizó el proyecto, que resurgió cuando acabó la contienda bajo el auspicio del gobierno del general Franco.
El 20 de octubre de 1943, el Ministerio de Educación readquirió El Paular con toda la zona edificada más la huerta, con la idea de establecer allí una universidad de ve
La vida religiosa vuelve otra vez, pero de manos de Franco. En 1942, en un viaje a Cataluña y hospedándose en Monserrat, le gusta tanto el ambiente religioso que allí había que decidió trasladarlo a Madrid y elige la Cartuja de El Paular, que en esos momentos se encontraba deshabitada. Se lo ofrece a sus legítimos dueños, los cartujos, que lo rechazan.
La cartuja es ofrecida a una comunidad de benedictinos en La Rioja, “La Abadía de Valvanera”, cuyos monjes llegan a El Paular el 20 de marzo de 1954.
En la actualidad sigue cumpliendo su función como monasterio de los monjes de San Benito.
PUENTE DEL PERDÓN
Puente de piedra sobre el río Lozoya, que data de mediados del siglo XVIII.
El primer puente del Perdón fue erigido a principios del siglo XIV, en 1302, justo enfrente del Monasterio de Santa María de El Paular para sortear el curso del río Lozoya.
Las crecidas del río y la dura climatología invernal del Valle Alto del Lozoya deterioraron el puente, por lo que a mediados del siglo XVIII fue reemplazado por uno nuevo que es el que actualmente existe.
Está edificado en sillería de granito y cuenta con tres arcos de medio punto y dos descansaderos levantados sobre los pilares que cuentan con bancos de piedra.
Sirvió a los monjes de vía de acceso hacia el Molino de papel de Los Batanes, una de las principales industrias que explotaban los monjes cartujos de Santa María de El Paular.
Como anécdota, de este molino salió el papel con el que se imprimió la primera parte de Don Quijote de La Mancha, publicada en Madrid en 1605.
Dado el relativo aislamiento del valle del Lozoya, separado de Madrid y Segovia por sendas cordilleras que superan los 2.000 metros de altura, las autoridades locales tenían por costumbre efectuar los juicios junto al puente.
Los reos apelaban su sentencia ante el tribunal en el mismo puente y, si eran perdonados, volvían sanos y salvos. Si no era así los alguaciles les conducían a la Casa de la Horca, situada a unos 2 kilómetros en dirección al Puerto de Cotos, donde eran ejecutados.
De aquella tradición le viene el nombre.
En la actualidad, el caserón que antecede al Puente del Perdón en la ribera izquierda del Lozoya es el centro de gestión del Parque Natural de Peñalara.
. El conjunto de El Paular tiene tres elementos principales: la iglesia, el monasterio y lo que fuera palacio de Enrique III de Castilla
como residencia de caza, que es lo que hoy ocupa el Hotel de la cadena Sheraton al cual se llega tras pasar un hermosos arco y cruzar un precioso patio del Ave María obra de Rodrigo Gil de Hontañón.
LOS PATIOS DEL PAULAR
Actualmente forman parte del Hotel Santa María del Paular
PATIO DE LAS CADENAS
El ingreso al monasterio de El Paular no puede ser más acogedor. En un punto de la carretera de Rascafría, a unos dos Kilómetros del pueblo, en que la arboleda que la rodea, constituida básicamente por centenarias olmos, sauces, fresnos y robles, es particularmente densa, se alza una sencilla cruz de término, colocada en el siglo XVII y que señala los accesos, recién urbanizados, a un amplio espacio esmeradamente ajardinado.
Se trata del llamado Patio de la cadena, al que E. La Orden ha calificado como “uno de los más bellos atrios monacales de Europa”.
Está limitado, al este, por la portada de ingreso al patio del Ave María y por el que fue palacio de Enrique III; al norte, por la capilla de los Reyes, y completa el resto de su perímetro un pretil herreriano construido en 1741.
Aproximadamente en el centro, en medio de la arboleda, hay un esbelto crucero de piedra sobre cuatro escalones y constituido por una columna con capitel renacentista y, entre éste y la cruz, dos calaveras con dos tibias cruzadas.
Fue colocado el 26 de junio de 1625.
A su lado, una elegante y sencilla fuente de brocal redondo y con seis surtidores en su copa central representanta, para J.V.L. Brans, “un monumento que consagra los méritos de los monjes que, siguiendo el ejemplo dado por los discípulos de San Benito, detentores de la regla-madre por excelencia, crearon por toda Europa centros de vida y de trabajo en regiones estériles a inaccesibles”.
PATIO DEL AVE MARÍA
Portada del siglo XVI, obra de Rodrigi Gil Hontañón, estilo renacentista
Cruzando esta puerta se penetra en el cuidado patio del Ave María o de la Procuración, que su versión actual se levantó en tiempos del prior don Juan Chéverri (1660-1667) y a él daban las dependencias de la comunidad de hermanos conversos (éstos se distinguen exteriormente de los monjes por llevar barba y la cogulla más corta y redondeada).
En torno a el, se levantaba el palacio de Enrique III
Hoy es el núcleo principal del ya citado Hotel de Santa María del Paular.
Es cuadrado y de dos plantas.
La inferior la constituyen cuatro crujías adinteladas con hermosas columnas toscanas de granito (casi todas son originales).
La segunda es de ladrillo visto, con planos saledizos y huecos rectangulares.
Se ha restaurado con mucho gusto, excepto el pavimento, de guijarro de pedernal, que antes alternaba con huesecillos de animales formado dibujos geométricos y rótulos que señalaban las diferentes dependencias que daban al patio.
En su centro hay un pilón octógono con espigada copa en su centro, de la que surgen los surtidores.
Desde la crujía oriental se ve emerger el hastial de los pies de la iglesia, con un gran escudo real Castilla en su vértice, así como la parte superior de la torre, con su esbelto y restaurado chapitel
CAPILLA DE LOS REYES
A un lado del patio de la Cadena se encuentra la llamada capilla de los Reyes, construcción levantada en el siglo XIV sobre la primitiva ermita de Santa María (y que era oratorio de los reyes, de ahí su nombre) para servir como primera iglesia de la cartuja.
La edificación actual debió ser la capilla absidial de tal iglesia, arrancando la desaparecida nave, de menor altura, donde está la actual portada. Ésta, que data de finales del siglo XV, tiene una puerta, enmarcada en alfiz rectangular, de estilo gótico-isabelino, parecida a otras del Castilla.
De esta misma época son los contrafuertes exteriores.
El interior, de planta cuadrada, está cubierto por bóveda de crucería y alberga un altarcito barroco (siglo XVIII) con una moderna imagen de la Virgen de Montserrat que ha sustituido a otras varias.
La primitiva, de alabastro, se llevó a la puerta del atrio que da acceso al claustro, pero ha desaparecido. En la restauración se ha suprimido un porche de arcadas que unía esta capilla con la puerta principal y estaba destinado a cobijar a los mendigos que acudían a por la “sopa boba” y que incluso pernoctaban bajo su techo.
Databa del siglo XVII, en cuya época fracasó un proyecto del prior para elevar un piso sobre tal porche para albergar a las mendigas.
Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte
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