El 16 de junio de 2002 el Papa Juan Pablo II canonizó al padre Pío, algo tan esperado por muchos, elevando así al culto público y oficial de la Iglesia al sacerdote que confesó y convirtió a un gran número de fieles de distintos países, que lo frecuentaban buscando el perdón de los pecados y la orientación de sus vidas.
Juan Pablo II lo propuso al mundo como “testimonio de oración y caridad”, en la canonización más multitudinaria de la historia vivida en el Vaticano.
El Padre Pio de Pietrelcina de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos que solia repetir: "Soy un pobre fraile que ora", convencido de que "la oración es la mejor arma que tenemos, una llave que abre el Corazón de Dios", un dignísimo seguidor de San Francisco de Asís.
Propuso su ejemplo como modelo para todo sacerdote. “¡La misa del Padre Pío!”, recordó el Papa, quien le visitó en 1947 y se confesó con él en San Giovanni Rotondo, cuando no era más que un joven sacerdote polaco.
"La santa misa era el corazón y la fuente de toda su espiritualidad”, recordó. “San Pío de Pietrelcina se presenta ante todos como un testigo creíble de Cristo y de su Evangelio. Su ejemplo e intercesión alientan a cada uno a vivir un amor cada vez mayor a Dios y a la concreta solidaridad con el prójimo, en especial con el más necesitado”.
Juan Pablo II visitó su tumba en 1987.
Pudo anunciar eventos del futuro, incluida la llegada al papado de Pablo VI y de Juan Pablo II.
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