Hasta la prensa de conocida línea anticlerical, traspasando fronteras, se rinde ante el testimonio que da esta monja, récord mundial de clausura, que por primera vez ha accedido a narrar en un libro las claves que le han proporcionado una vida plena y feliz en medio de los deberes y renuncias propia de su orden religiosa.
El de Sor Teresita es un testimonio que ha llamado la atención mediática internacional, de entre los diez valiosos ejemplos brindados por monjas de clausura que recopila el periodista Jesús García en su libro Qué hace una chica como tú en un sitio como este (Ed. Libros Libres).
Nacida en Foronda, provincia de Alava, el 16 de setiembre de 1907, es la primera de siete hermanos de una familia de labradores que trabajan de sol a sol y por lo cual debió dejar la escuela a los 12 años.
Pero sor Teresita dice que era feliz. Sor Teresita (Valeria de nombre de civil), tuvo una vocación tardía: “No me gustaban las monjas, ¡con lo bien que se estaba en casa!". Su padre, fervoroso católico, sí veía con buenos ojos esa vocación para su hija. Con todo, la jovencita decidió indagar más profundamente y se puso a rezar. Empezó a sentir una fuerte inclinación hacia la vida consagrada. Hasta que realizó unos ejercicios espirituales con el fin de discernir si "era más una cosa mía que de Dios". Tras ellos, no tuvo dudas. Quería ser monja. Confiesa que entre los mozos "había dos o tres que me seguían", pero quien la convenció "fue el Señor y ahí se quedaron los demás".
El día que nació Benedicto XVI, Sor Teresita ingresaba en el Convento Cisterciense de Buenafuente. “Me dio miedo entrar. Pero el Señor me ayudó. Yo venía “zote”, no sabía nada de monjas, pero Él y Santa Teresita me ayudaron y entre ellos se las arreglaron para que no me acobardara”.
Recuerda que cuando ingresó al monasterio su padre la acompañó, pero que, al ver la zona donde está, tan inhóspita, le dijo que si él hubiese estado mejor económicamente, la habría regresado. "Yo le dije que no estaba aquí por eso", cuenta. Agrega que "lo divertido fue que luego vino con una de mis hermanas -que siguió sus pasos-, pero a la tercera no la dejó ni muerto".
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