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lunes, 15 de julio de 2024

NO PENSEIS QUE HE VENIDO A LA TIERRA A SEMBRAR PAZ

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas.

del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1)

Duras palabras. Cortantes como espada de dos filos, de esas que dice Jesús que ha venido a sembrar. Nos resultan, además, contradictorias en alguien que predicaba la paz y que comunicaba la paz a sus apóstoles, a sus discípulos y sus seguidores como primera providencia.

Hay que entenderlas en la manera de hablar de aquel tiempo en aquella tierra.



La fe verdadera, para el Evangelio, significa optar clara y decididamente por la persona de Cristo, aunque esto supusiera, renunciar a los sentimientos más profundos del corazón pues lo que cuenta es la opción por Cristo frente a todos los demás valores e ideales de la vida. 

 Ser capaz de reafirmar la fe en Cristo y el Evangelio es una necesidad vital para el cristiano de este tiempo sometido a los nuevos ídolos de la humanidad moderna que atrapan su corazón en el placer, el bienestar, la técnica o el consumismo y que amenazan con oxidar la fe hasta el punto de anularla, dejando de ser un factor determinante en la vida.

Jesús nos pide ocupar el grado máximo en la escala del amor: «quien ama a su padre o a su madre más que a mí…» (Mt 10,37), «quien ama a sus hijos más que a mí…» (Mt 10,37). Así, nos propone dejarnos acompañar por Él como presencia de Dios, puesto que «quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado» (Mt 10,40). El efecto de vivir acompañados por el Señor, acogido en nuestra casa, es gozar de la recompensa de los profetas y los justos, porque hemos recibido a un profeta y un justo.

 ¡Todo un desafío, hacer de Cristo y su Evangelio la opción fundamental de mi vida sobre la cual pilote todos los demás valores de mi existencia!




El Maestro está mostrando la cruz de cada uno, esa que sólo te corresponde llevar a ti: la incomprensión, la irrisión, la afrenta incluso de quienes no entienden que te tomes en serio lo que Jesús vino a predicar, sino que lo pases por el cernidor del mundo y te quedes sólo con aquellas minúsculas fracciones que nada van a cambiar en tu vida. Es tu cruz, pero llevarla supone estar en el camino que marca el Señor.

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