SÁBADO
“ A vino nuevo, odres nuevos ”
En este evangelio aparece una tensión entre lo “viejo y lo nuevo”. Jesús se encuentra con un judaísmo arcaico, con moldes ya viejos, con instituciones ya caducas. Jesús trae lo nuevo: un templo nuevo, un vino nuevo, un pan nuevo, una nueva ley.
según san Mateo 9, 14-17
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se acercan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?».
En el mensaje de Jesús se aprende la novedad, la sorpresa, la alegría, la juventud. Aquella ley antigua, la Torah, expresión de la voluntad de Dios, se había convertido en multitud de normas pesadas, carentes de contenido.
En el judaísmo en tiempos de Jesús, lo importante era “la ascética” aquello que el hombre adquiría por su esfuerzo, su sacrificio.
Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?
Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor.
Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres: se derrama el vino y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan».
El evangelio es, ante todo, mística. Lo que importa es el amor. El amor de esposo que invita a un banquete de bodas y no tolera que nadie esté triste. Es verdad que, a veces, habrá que ayunar, pero con cara alegre, para que nadie lo note. El mismo sufrimiento estará al servicio del amor.
Señor, te agradezco la frescura del evangelio. No habla ni de miedos ni de tristezas. Hablas de bodas, de comidas, de encuentros, de amistad, de fraternidad. Contigo, Señor, se acabó la religión de la distancia, la religión de la tristeza, del sentimiento de culpabilidad, de vivir como esclavos. Contigo está la juventud, la alegría y la fiesta. Contigo, da gusto vivir.
VIERNES
VIERNES
“ Misericordia quiero ”
según san Mateo (9,9-13)
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió.
Mateo estaba “sentado”. Estaba tranquilo, feliz con sus negocios que cada día iban creciendo. Pero pasó Jesús, le miró, y lo levantó. Como dice San Juan de la Cruz, “el mirar de Jesús es amar”.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.
”. Y aquí tenemos el milagro: un pecador público, un enemigo del pueblo, un corrupto, un vividor…se levanta por la fuerza de una mirada de amor. ¡Qué fuerza tiene el amor! El amor de Jesús no tiene medida: es abundante, derrochador.
Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».
Y, cuando Mateo acepta la invitación, Jesús se deja invitar a comer con él. Los fariseos se escandalizan, nunca había ocurrido que un judío ortodoxo se dejara invitar por un pecador. Jesús es un rompedor
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».
JUEVES
“ Tus pecados están perdonados ”
según san Mateo 9,1-8
Ser curado de una enfermedad siempre es gratificante, como lo fue para este paralítico. Naturalmente que ese hombre se sentía feliz de poder caminar. Ya no exigía más a Jesús.
Pero Jesús, que nos conoce por dentro, sabe que tenemos en el corazón ataduras internas, parálisis del alma, que nos impiden ser felices. Por eso no se limita a otorgar al paralítico una curación meramente externa para poder moverse por este mundo y no depender ya de otros. Quiere liberar a este hombre de la parálisis interior, la que le impide caminar en el mundo del espíritu, en el mundo de Dios.
En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla.
Quiere liberarle del pecado como “alienación total”. Por eso se le acerca y le dice: “Tus pecados te son perdonados”.
Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Animo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema».
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”?
La curación física del paralítico sólo es la señal y garantía del poder de Jesús para liberarnos del todo. Esta fuerza liberadora de Jesús se hace presente en el Sacramento del perdón. Jesús siempre lo vinculó a un banquete o a una fiesta. Debería ser el Sacramento de la alegría y nosotros, a veces, lo hemos convertido en el sacramento del miedo
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados - entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”».
Algo estamos haciendo mal cuando el Sacramento de la ternura lo hemos convertido en Sacramento de la tortura. Y aquello que debería ser una fiesta se ha convertido en fuente de tristeza y angustia. Urge resituar este sacramento en la perspectiva de Jesús.
Se puso en pie, y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.
Hoy, Señor, vengo a la oración para que me cures. Es un grave error el pensar que los milagros que tú realizaste en otro tiempo sólo se referían a aquellas personas que vivían en el siglo primero y entraron en relación contigo. Lo importante es el significado de aquellos acontecimientos que tendrían un valor perenne y permanente para todos los tiempos. Hoy soy yo el que quiero aprovecharme de aquel milagro. Hoy necesito que me cures mi parálisis espiritual.
MIERCOLES
“ Paz a vosotros ”
según san Juan 20, 24-29
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
No se trataba de un grupo cualquiera, sino el grupo elegido por el Señor para continuar con las doce tribus de Israel, se trataba del Nuevo Pueblo de Dios. Y en esta comunidad no puede faltar ningúno del grupo. Dios nos ha querido salvar “como pueblo”. Ahí, en medio del pueblo, se hace presente el Señor Resucitado.
Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor».
Los demás estaban felices después de la experiencia con Jesús. Él se hubiera visto desplazado y hubiera acabado abandonando el grupo. Dos cosas importantes: No se puede ser cristiano sin una experiencia viva con Jesús Resucitado.
Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos.
Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Los cristianos que viven así son una rémora para la comunidad. Y segundo: La experiencia pascual, por voluntad del Señor, se hace dentro de la comunidad.
Lamentablemente, hoy abundan los cristianos “por libre”. Yo me las entiendo a solas con DIOS. No necesito ir a Misa ni a ningún grupo. ¿Qué decir? Eso no es lo que ha querido Jesús.Con ese comportamiento, poco a poco, se va desvaneciendo, se va apagando, la memoria de Jesús. Y esta pérdida no es sólo para os cristianos sino para toda la humanidad.
Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
«Tenemos que tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús, tenemos que curar las llagas de Jesús con ternura, tenemos que besar las llagas de Jesús, y esto literalmente. Pensemos, ¿qué pasó con San Francisco, cuando abrazó al leproso? Lo mismo que a Tomás, que su vida cambió».
MARTES
“ ¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen? ”
En el Evangelio de hoy, nos encontramos con la tempestad calmada. Y también con el reproche del Señor a sus discípulos: ¡Que poca fe!
según san Mateo 8, 23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.
En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole:
¡Que poca fe! Por una parte con la invitación a no temer, en el amor no tiene cabida el miedo, para Dios somos importantes, Él se preocupa por nosotros y por nuestras cosas.
«¡Señor, sálvanos, que perecemos!».
Él les dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».
Y por la otra, nuestra falta de confianza en el Señor, nuestros miedos, nuestras angustias… que muchas veces nos hacen dudar, desconfiar, son oportunidades que nos presenta la vida para crecer en el abandono en el Señor y en su providencia.
Se puso en pie, increpó a los vientos y al mar y vino una gran calma.
La presencia en nuestra vida de Jesús y su evangelio nunca cultivará nuestro miedo. No nos ha invitado a dirigirnos a tierra firme, sino a proseguir en la aventura de la fe.
Los hombres se decían asombrados: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?».
LUNES
“ Tú, sígueme ”
En el Evangelio de hoy nos presenta dos breves relatos vocacionales. El lenguaje empleado por Ntro. Señor no es de “paños calientes”, desde un principio la claridad es evidente para no llevar a engaño desde el comienzo y origen del posible seguimiento, advierte que no es nada fácil, que debe contar con sacrificios, renuncias, hasta negarse a si mismo, le advierte de que :“el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.
según san Mateo 8,18-22
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de cruzar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas».
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Nos resalta la radicalidad del seguimiento, desea que desde el principio se cuente con las dificultades, ante el escriba que se le presenta diciéndole que le seguirá donde vaya, a este le resalta que quien quiera seguirlo debe estar dispuesto a todo y aceptarlo todo por amor, y el otro, que era discípulo, el que le presenta una necesidad, le dice que quien quiera seguirlo no debe poner condiciones en su seguimiento, el Reino de Dios tiene que ser su prioridad.
Otro, que era de los discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre».
La vida en Cristo es siempre nueva, se basa desde la confianza, requiere abandono, entrega, solo en clave de amor
Jesús le replicó: «Tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos».
“Te seguiré dondequiera que vayas”. En realidad, aquel escriba no pudo hacerte una oración tan bella si antes Tú no lo hubieras seducido desde dentro. Sólo el enamorado es capaz de dejar todo por seguir a su enamorada. Sólo el enamorado es capaz de sacrificarse para demostrarle a su amor todo lo que le quiere. Haz que yo te siga, Señor, “con un corazón enamorado”.
DOMINGO
«Talitha qumi»,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»
Hoy la liturgia nos presenta a Jesús como el Señor de la vida y de la muerte
según San Marcos 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Una mujer en peligro, de enfermedad y muerte, en la que aparece como hija, donde renacena la vida gracias al encuentro con Jesús.
El relato enseña el recorrido que el creyente tiene que hacer para experimentar a Jesús como el “Señor de la vida”.
Se fue con él y lo seguía mucha gente. Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».
Este camino tiene que estar presidido por la fe en la persona de Jesús.
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Jairo se acerca al Maestro con la confianza de que él tiene poder para hacer lo que se le pide. Jesús revela su poder y su grandeza sobrehumana. Pedro, Santiago y Juan como testigos pueden proclamar: Jesús es superior a la muerte.
Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son éstos?
La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).
La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Hoy el Señor te dice como a esta niña:"Talitha kum", contigo hablo, ¡Levántate! ¡Aleluya! ¡Amén!
Jairo creyó, y actuó conforme a lo que creía. No tuvo miedo ante la muerte de su hija, tuvo fe. No basta con creer (hasta el demonio “cree” en Dios), hay que actuar conforme a lo que creemos. Hay que “vivir” la fe. Entonces verás manifestarse la gloria de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario