Evangelio según san Juan (1,1-18)
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Hace falta tener bien entrenado el oído y el corazón en silencio para poder percibir la grandeza de esta noche. El paso de Dios por nuestra vida, Él lo sabe, no es facil reconocerlo pues nuestras pobres luces no dan para tanto. Por eso le gusta dejar, de cuando en cuando, que asome alguna señal de su presencia, que algún indicio nos diga que es su voz, y no otra la que habla en esta noche santa.
La señal que va dejando Dios, son más bien pistas que es necesario descubrir y que hay que saber interpretar. Es así, de puntilla, como a Dios se ha ido acercando a nuestra historia hasta hacerse compañero de camino.
Una de las señales más antigua es la “Virgen madre”, es la promesa de los profetas que queda como señal desdibujada. Que el pueblo de Israel la oía sin saber a ciencia cierta lo que Dios quería decir con esta palabra. Hasta que llegó María. En ella, de pronto, aquella señal tomo cuerpo, se perfiló. María era la esperada señal de que Dios que está con nosotros.
Un niño en un pesebre envuelto en pañales, la Palabra hecha carne, fue la otra señal para los pastores de Belén.
Ningún vecino del pueblo había descubierto la señal de ese matrimonio que llamaban a la puerta o esa mujer apunto de dar luz, solo fueron los pastores lo que salieron saltando de gozo y glorificando al Señor en la cueva de Belén. Fue así como la alegría entró por la puerta menos previsible en la historia de los hombres.
Hubo también otra señal para los magos: la estrella. Mientras los entendidos de Israel no supieron entender la sagradas escrituras, unos lejanos gentiles consiguieron descubrir lo que decía el libro abierto del firmamento: una estrella los puso en camino hacia la plena luz del recién nacido rey de los judíos.
Pero hay otra señal que somos tú y yo. Si una señal que tiene que alumbrar sin deslumbrar que debe chocar sin golpear, que debe mover sin arrastrar: La vida de los cristianos.
Cada vez que alguien, tocado por la luz de Belén, decide dar otro rumbo a su vida, y se echa amar a velas desplegadas, en aquella casa, en aquel barrio, se ha encendido una luz. Una luz que interpela, una luz que invita a descubrir ese camino, a entrar en esa aventura.
Nosotros, cada uno, esta noche y siempre si nos podemos amar con obras al hermano, si en tu corazón hay un poco más de amor, si sabes perdonar al que te ofende, si buscas a Dios de verdad, si trabajas por la justicia entre los hombres, si le das una mano al caído... estamos siendo para el mundo una señal, la señal del Enmanuel: de que Dios-está-con nosotros ¡Es Navidad!
Que la alegría que trae este Niño-Dios empape tu corazón y lo noten todos los que te rodean. ¡Feliz Navidad!
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