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jueves, 6 de julio de 2023

TUS PECADOS ESTAN PERDONADOS

Evangelio según san Mateo (9,1-8) 

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.»




“ ¡Animo, hijo!, tus pecados te son perdonados ”

En el Evangelio de hoy nos encontramos con una nueva curación, hoy la de un enfermo que es llevado al encuentro con el Señor, un enfermo con grandes limitaciones, estaba paralítico, necesitaba de la ayuda de otros. 

El paralítico no podría haberse encontrado con el Señor si no hubiera habido otros que le llevaran en la camilla. Cuanto es de agradecer poder contar con personas que nos acercan a Jesús con el ejemplo y testimonio de su vida; es reconfortante que otros recen por nosotros e intercedan ante Dios.

 Sorprende en el pasaje de hoy que el Señor no se queda en la curación física sino que le perdona los pecados, la mayor parálisis que puede padecer el hombre es la del pecado y Jesús se nos presenta como aquel que combate y vence el mal donde sea que lo encuentre.

La curación del paralitico es ocasión también para desenmascarar la maldad del corazón de los maestros de la ley que se permiten condenar a Jesús de blasfemo por hacer suya una prerrogativa que solo le corresponde a Dios:perdonar los pecados.

Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede hacer tal cosa, como inmediatamente objetan los escribas y doctores presentes, por lo que lo acusan de blasfemia.

NOSOTROS

Allí donde está Jesús hay motivo para la alegría, está garantizado el perdón. 



 Nosotros tenemos que saber que Jesús afirma con claridad la razón de sus milagros: son un signo para mostrar el poder que tiene Dios de perdonar los pecados, un gesto con el que el hombre que está bloqueado en la parálisis  por el pecado.

«El paralítico es imagen de todo ser humano al que el pecado impide moverse libremente, caminar por la senda del bien, dar lo mejor de sí. En efecto, el mal, anidando en el alma, ata al hombre con los lazos de la mentira, la ira, la envidia y los demás pecados, y poco a poco lo paraliza. 

Por eso Jesús, suscitando el escándalo de los escribas presentes, dice primero: «Tus pecados quedan perdonados», y sólo después, para demostrar la autoridad que le confirió Dios de perdonar los pecados, añade: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa», y lo sana completamente. El mensaje es claro: el hombre, paralizado por el pecado, necesita la misericordia de Dios, que Cristo vino a darle, para que, sanado en el corazón, toda su existencia pueda renovarse.

 También en el sacramento de la Reconciliación, por medio de la confesión, es Cristo en persona el que perdona nuestros pecados a través del sacerdote. Y después de esa intervención que viene a restituir el lazo con Dios y con el prójimo que el pecado había destruido, solo queda alabar a Dios.

 Entonces y ahora, porque sólo Tú eres grande, Señor. Sólo Tú tienes en tu mano el poder y la gloria. Por siempre.


















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