ME DAS TUS LLAVES PERO....
Digo amarte cuando, media hora en tu presencia, me parece excesivo o demasiado
Presumo de conocerte y ¡cuántas veces! el Espíritu me pilla fuera de juego
Te sigo y escucho y miro, una y otra vez, hacia senderos distantes de Ti.
Te confieso, Señor, que no sé demasiado de Ti. Que tu nombre me resulta complicado pronunciarlo y defenderlo en ciertos ambientes.
Que, tu señorío, lo pongo con frecuencia debajo de otros señores ante los cuales doblo mi rodilla
Te confieso, Señor, que mi voz no es para tus cosas lo suficientemente recia ni fuerte como lo es para las del mundo.
Te confieso, Señor, que mis pies caminan con más gusto por otros derroteros que el placer las prisas, los encantos o el dinero me marcan.
Te confieso, Señor, que, a pesar de todo, sigo pensando, creyendo y confesando que eres el Hijo de Dios.
Haz, Señor, que allá por donde yo camine lleve conmigo la pancarta de “soy tu amigo”
Haz, Señor, que allá donde yo hable se escuche una gran melodía: “Jesús es el Señor”
Haz, Señor, que allá donde yo trabaje con mis manos o con mi mente construya un lugar más habitable en el que
Tú puedas formar parte. Siento que, como a Pedro, has puesto en mis manos algunas llaves: -la de la fe: para sembrar esperanzas -la de la alegría: para levantar al caído -la del Evangelio: para cambiar el mundo -la del perdón: para romper muros.
Pero, a veces, esas llaves las uso de tal manera y a mi antojo que no abren candado alguno
Amén Javier Leoz
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